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El acoso sexual en el trabajo crea un ambiente intimidatorio

El acoso sexual en el trabajo crea un ambiente intimidatorio
04 de junio de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Al principio  creyó que era un simple coqueteo, un poco pasado de tono, pero manejable. Amelia V. lo consideraba un compañero cercano, no solo porque su puesto de trabajo estaba a escasos metros del suyo, sino porque, al fin de cuentas, ingresaron al mismo tiempo a la compañía.

Tras casi un año de trabajar juntos, su colega se animó a invitarla a salir, pero ella se disculpó porque tenía otro compromiso.

Esta joven, visitadora médica, cuenta que las semanas siguientes, su compañero insistió, pero ella evadió sus invitaciones, porque no se sentía cómoda de estar a solas con él. “Me parecía un poco atrevido, así que preferí mantenerme distante”, cuenta.

Ante las constantes negativas, él dejó de hablarle e incluso la eliminó del Facebook. A las pocas semanas Amelia hizo las paces con él, porque tenían que trabajar juntos en un proyecto, así que la relación mejoró.

Según ella, esta no fue una buena idea, porque su colega malinterpretó la iniciativa e intensificó la galantería. “Creo que realmente era un acosador, pero yo no quería verlo así”, dice.

Recuerda que en varias ocasiones, la abordó en la cafetería, el estacionamiento y los pasillos de la empresa para decirle lo atractiva que era. Múltiples veces se acercó a su puesto de trabajo para darle masajes, porque la veía estresada. Con indignación recuerda que su colega siempre encontraba un motivo para aproximarse y tratar de tocarla en el hombro, el brazo o las manos; lo hacía siempre que se acercaba a saludarla.

El hostigamiento constante la obligó a pedir el cambio a otra área de trabajo; fue el único modo que consiguió para alejarse de su ‘pretendiente’ y finalmente lo consiguió. 

Patricia D., empleada privada, cuenta que ella renunció a su empleo por un tema de acoso, pero antes de irse pidió una reunión con la directora de la organización para explicar por qué se marchaba. Le pidieron pruebas y ella tenía algunas: correos electrónicos en los que su jefe inmediato la invitaba a salir y le insinuaba su intención de tener una relación a solas con ella.

“Fue terrible, porque cuando lo rechazaba o fingía que no había leído sus mensajes, se vengaba dándome más trabajo o gritándome por algún error frente a mis compañeros”, comenta.

Después de enviar los correos a la directora de la compañía, su jefe inmediato fue despedido a las pocas semanas de que ella también dejara la empresa. “Renuncié porque quería empezar de cero en otro lugar, sin comentarios ni chismes, aunque mis compañeros conocían mi caso”, dice.

Según la psicóloga industrial, Ana Cecilia Procel, en su empresa estos abusos tienen que ser denunciados. Indica, además, que la compañía  multinacional para la cual trabaja tiene políticas muy claras que protegen a las mujeres de acoso sexual.

“Esta es una situación incómoda, pero si no lo denuncian continuará sucediendo; los acosadores son personas enfermas. El acosador atenta contra la dignidad, privacidad y seguridad de la persona”, explica.

Aunque hay más casos de mujeres acosadas por hombres, también ocurre lo contrario. Si son pocas las mujeres que se animan a denunciar, los hombres lo hacen aún menos, en especial, si el acoso proviene de una que ocupa un cargo de jefatura.

En 2010, salió a la luz el caso de la empresa extranjera Regal Entertainment Group que opera una cadena nacional de salas de cine que pagó $ 175 mil a un empleado que aseguró que una compañera de trabajo le agarró repentinamente sus partes íntimas. Cuando el empleado se quejó a sus supervisores, no se hizo nada; el acoso continuó y el funcionario empezó a recibir evaluaciones negativas.

Según un informe publicado por la Conferencia Sindical Internacional, en los países industrializados, entre el 42% y el 50% de las trabajadoras han sido víctimas de acoso sexual. Pocos países latinoamericanos han reconocido este acto como una categoría de trato degradante a pesar de que, según la Organización Internacional de Trabajo (OIT), entre el 30% y el 50% de las trabajadoras de esta región han sufrido alguna vez acoso sexual de diversa gravedad. A escala mundial, hay organizaciones laborales que impulsan campañas para que los gobiernos adopten medidas que pongan fin a este fenómeno.

Para la psicóloga ecuatoriana Margareth Borniatti, especializada en  Brasil, no es sencillo dar cuenta de casos de acoso sexual laboral y, al mismo tiempo, es difícil demostrarlo. Este tipo de acoso —como ella señala— puede ser perpetrado por colegas, supervisores, miembros de la dirección o incluso clientes y, por lo general, se manifiesta a través de demandas de favores sexuales o invitaciones comprometedoras.

Borniatti indica que a su consultorio han acudido mujeres víctimas de acoso, con signos importantes de depresión. “La persona se siente humillada e incluso amenazada, porque al no someterse a los deseos del acosador tienen la impresión de que podrían perder su trabajo”.

Lo lamentable, como precisa la especialista, es que el ‘acosador’, con intención o sin ella, crea un ambiente laboral desfavorable.

Según afirma la psicóloga, los costos sociales y humanos del acoso sexual pueden ser muy elevados y recalca que las mujeres hostigadas suelen experimentar un sentimiento de culpabilidad. La Organización Internacional del Trabajo define el acoso sexual como un comportamiento en función del sexo, de carácter desagradable y ofensivo para la persona que lo sufre.

Según esta organización, el acoso puede presentarse de 2 formas: cuando se condiciona a la víctima con la consecución de un beneficio laboral —aumento de sueldo, promoción o incluso la permanencia en el empleo— para que acceda a comportamientos de connotación sexual. También se lo considera así cuando se crea un ambiente laboral hostil en el que la conducta da lugar a situaciones de intimidación o humillación de la víctima.

Este hostigamiento tiene también un efecto negativo sobre el entorno laboral: se ha comprobado que afecta la moral de los trabajadores e influye, de manera negativa, en su desempeño. En Estados Unidos, por ejemplo, ignorar los problemas de acoso en el ambiente de trabajo puede llegar a costar a una empresa hasta $ 6,7millones al año debido a la escasa productividad, la baja moral, el absentismo laboral y los cambios continuos de personal, sin incluir los costos legales.

La psicóloga Erika Vargas, catedrática de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, indica que es importante formar redes de apoyo en los propios lugares de trabajo para combatir este comportamiento. La especialista precisa que en la práctica estos delitos se mantienen, muchas veces en “letra muerta”, porque es complicado probar un ilícito de esta naturaleza.

Añade que el hostigamiento sexual, por lo general, ocurre cuando la víctima está sola y para que las autoridades judiciales consideren la denuncia,  deben presentar testigos.

Según Vargas, el acoso sexual no se ciñe únicamente a la relación jefe-subordinado, sino hacia los compañeros del mismo nivel, quienes emplean otro tipo de recursos que resultan molestos para quienes van dirigidos.

Estos recursos pueden ser bromas, alusiones, miradas que pretenden ‘desnudar’, comentarios soeces, gestos, así como caricias o tocamientos, insinuaciones y proposiciones, dentro del ámbito laboral.

Como estos ‘halagos’ no se pueden probar, hay muchas personas que prefieren no denunciar el hecho. “Cómo se prueba que hubo un roce innecesario, indirectas, frases de doble sentido y coqueteos permanentes”, precisa la psicóloga Margareth Borniatti.

Ella insiste en que es habitual que quienes sufren este tipo de hostigamiento o acoso,  prefieran dejar su trabajo, en lugar de exponer su problema y empeorar aún más la situación. Según Borniatti, las víctimas solo se hacen a un lado y se van a casa sin trabajo. Agrega que en  América Latina, no siempre hay leyes que protejan a las mujeres víctimas de este tipo de acoso. 

Pese al impacto que trae consigo este comportamiento, esta problemática social todavía no ha sido abordada en toda su relevancia y continúa siendo un problema de escasa visibilidad.

En el trabajo

El acoso sexual es una práctica de violencia sexual y de discriminación de género que trasciende la esfera doméstica y se manifiesta en el lugar de trabajo.

El acoso sexual se ha convertido en una amenaza permanente para la salud y seguridad de las personas.

La violencia incluye una serie de comportamientos que se apartan de una conducta razonable en el lugar de trabajo.

El término de acoso sexual surgió del movimiento feminista estadounidense en los años setenta, a partir de la experiencia laboral de mujeres universitarias.

El acoso sexual expresa, además, la desigualdad en la distribución del poder entre hombres y mujeres en el ámbito laboral.

Testimonio

“Perdí mi trabajo por  un tema de acoso. Nunca lo denuncié”.

El ambiente de mi trabajo era genial. Me sentía bastante bien de ir a trabajar, porque no solo estaba haciendo lo que estudié (Diseño Gráfico), sino que tenía amigos agradables y sencillos. Cuando cumplí 2 meses de trabajar allí, llegó un nuevo colega, quien parecía  tener mucha experiencia, porque se convirtió en nuestro supervisor.

Recuerdo que pasaron unos meses y, de una, me invitó a salir. Le dije que no, porque tenía un novio, así que pensé que la cosa quedó allí, pero no fue así. Al poco tiempo empezó a esperarme para comer juntos e incluso averiguó mi teléfono.

Al principio, creí que era normal, pero después intentó abrazarme. Cuando me quité, me dijo que era solo cariño de panas y fresco, pero ya me comencé a sentir medio mal. Lo que me llevó a renunciar, fue que él me puso su mano sobre una pierna. En ese momento, no supe qué hacer y me puse a llorar. Al poco tiempo, renuncié, porque no quería que nadie se enterara del caso y tampoco quería enfrentarlo. Creo que debí denunciarlo.

Carla M., 27 años, ecuatoriana.

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