Las exhibiciones dependerían, mediante una asignación presupuestaria, de la SECU y procuraduría
400 obras de Oswaldo Muñoz Mariño permanecen en la sombra
El único museo dedicado a la acuarela y al dibujo del país permanece cerrado. En el tradicional barrio de San Marcos, del Centro Histórico de Quito, la edificación colonial que lleva el nombre del pintor Oswaldo Muñoz Mariño (91), ubicada en la calle Junín E2-27, guarda tesoros cuyo resplandor permanece bajo llave, como en un baúl secreto.
Desde 2013, el también arquitecto riobambeño no ha vuelto a humedecer sus pinceles sobre una silla de tela verde oliva, como solía hacerlo, en el patio de su museo. Hace 7 décadas, en 1943, el artista había empezado una obra que recorrió innumerables lugares hasta que su salud se deterioró. Acaba de padecer un derrame cerebral que le impide salir de su domicilio, en el barrio El Batán, al norte de Quito.
Antes de que tuviera que ser cerrado, en noviembre de 2014, el museo de acuarela de San Marcos funcionaba con 4 personas a su servicio: un conserje encargado de la limpieza, un mediador bilingüe que acercaba la obra a algunos turistas extranjeros, la guía y asistente del museo, Alexandra Cárdenas; y la directora Carmen Rosa Ponce. Hasta ese momento, los costos para que el museo pueda abrirse al público bordeaban los $ 160 mil anuales. El año pasado no se concretó la firma del convenio habitual de cooperación con el Municipio, por lo que el documento solo se suscribió en noviembre, cuando el presupuesto ya había sido ejecutado.
Hasta mediados de ese año, un monto fue preasignado por la familia de Muñoz Mariño, que ahora corre con los gastos de la manutención, pese a que el pintor cedió el predio en comodato (préstamo de uso que incluye el cuidado y la obligación de restitución) al Cabildo, en 2010. Para 2015, la anterior administración de la Secretaría de Cultura del Municipio no le asignó un presupuesto al museo en el Plan Operativo anual (POA), por lo cual la familia del artista decidió cerrarlo en enero pasado.
La actual encargada del museo es Cárdenas, licenciada en Turismo Histórico y Cultural, quien durante los últimos meses de funcionamiento también se desempeñó como traductora para los visitantes. Ahora, ella realiza los trámites para la reapertura y le mostró a este diario uno de los ejemplares del catálogo gráfico Muñoz Mariño y su obra (2014), cuyo millar de ejemplares no se ha presentado de forma oficial y permanece embodegado, junto a la sala en la que están guardadas las 400 obras que hasta hace poco se exhibían al público de forma gratuita.
La acuarelista María Elena Castillo es maestra de inglés en el colegio femenino Spellman y una de las asistentes regulares a los talleres que ahora tienen lugar, cada fin de semana, en las afueras del museo.
Cuando llegó tenía dudas sobre encontrar la vocación artística, pues aún cree que “nadie invierte en el arte sin saber si uno tiene o no habilidad”, pero la oferta de enseñanza del estilo del maestro Muñoz Mariño llamó su atención. Su hija le había recomendado el oficio inicialmente, como una forma de distraerse. El profesor James Maldonado la integró al grupo de pintores que formaron el colectivo Latitud Cero, cuya decena de integrantes acude, cada 15 días, a las clases de un nuevo maestro, Rolando Portero, con quien han hecho una exposición en otro museo cercano, el Archivo de Arquitectura del Ecuador (MAE) y que funciona, con su biblioteca, a una cuadra.
Oswaldo Muñoz Mariño les legó sus oficios a 2 de sus hijas. María Rosa Muñoz es acuarelista y Carmen Amelia Muñoz, arquitecta. La segunda cuenta que la obra de su padre incluye dos mil cuadros entre acuarelas, dibujos y grabados. Los que no están en San Marcos permanecen en El Batán, cerca del taller que vio aparecer a muchos y sirve de destino de otros.
El acuarelista fue un viajero incansable y, hace unos años, mientras pintaba en Belem (Lisboa, Portugal), una desconocida se acercó pronunciando su nombre, relata Amelia Muñoz. La portuguesa supo del pintor a través de un amigo en común, el mexicano Carlos Macías, quien le dijo que cuando viera a un “loco” usando acuarelas en un caballete, en medio de la calle, no dudara en afirmar que ese era Muñoz Mariño. Macías conoció al artista en México, país en que sus hijas pasaron parte de su infancia con él, mientras sorteaba el exilio. Los pintores Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Frida Kahlo compartieron mucho tiempo con el pintor riobambeño, quien hoy tiene el destino de su museo y de parte de su obra, en manos de la Procuraduría del Municipio, ente al cual Cárdenas acudió ayer en busca de información sobre una asignación presupuestaria que hiciera realidad su deseo de reapertura del museo, pero le aplazaron la cita que pidió. (F)