“Yo me sentí una emigrante eterna”
Carmen Váscones (Samborondón, 1958) regresó a su segundo hogar filial y profesional, Guayaquil, para presentar el más reciente libro con su obra poética, “Oasis de Voces”.
Estuvo en la Expolibro 2012 para volver a ver a amigos, colegas y familiares que aplaudieron la lectura de sus poemas y no permitían que el acto de presentación del libro terminara o ella se retirara del sitio.
Se tomaron múltiples fotos con la retraída autora, incluso causó la demora no intencional de un taller que el Copei organizaba para profesores de inglés en el mismo local y no dejaban de aplaudir sus reflexiones.
Carmen, usted se describe como tímida, ¿qué se siente haber sido recibida con tanta efusividad para la presentación de su antología?
Como lo dijo la doctora Cecilia Vera de Gálvez, quien analizó la obra en el acto, siempre he tenido una alegría interna, mi alma es silvestre porque lo silvestre es la naturaleza, la belleza, la posibilidad de tocar al otro y una palabra cuando uno intenta siempre potenciarla, vincularla con el otro, trasciende cualquier imaginario. Creo que quizás por mi trabajo como psicóloga de análisis clínico, siempre trato de depurar la violencia de la imagen.
Yo siempre trato de lavar diariamente el estado psíquico y del alma, porque pienso que uno tiene que renovar el significado por el otro y trascenderlo con el otro, pero con un deseo de autenticar: ética, estética, trabajo con el significado, con el significante, con el sentido, con los símbolos. A mí no me gusta que se petrifique ni la voz ni la memoria porque sino estamos hundiéndonos en nosotros mismos.
La antología la hace la CCE, pero ¿creyó usted que era el momento?
Fue una emoción, una angustia, una responsabilidad y sentí que cerraba una etapa de la escritura desde el 91 hasta el 99, tengo mucho trabajo inédito. No me hago escritora porque escribo, tengo una constancia diaria de trabajo, pero la escritura la define si es o no poesía, trabajo literario, la otredad; la vida misma es poética y la poesía no monopoliza nada.
¿Cómo reaccionó ante el hecho de que presente “Oasis de Voces” la doctora Vera de Gálvez y de que su primer lector, de prueba, fuera Jorge Velasco Mackenzie?
Es un honor que sean ellos porque son personas de un valor increíble para el país. Jorge me visita en Playas, donde vivo, y le presenté los poemas y Cecilia porque fue la que anidó mis primeras metáforas cuando era adolescente y pienso que son los que acogieron esa voz poética mía: Cecilia como la inauguradora de mi inicio y Jorge Velasco como amigo que valora mi trabajo.
Nace en Samborondón, pero hace su vida entre Guayaquil y Playas donde vive, ¿cómo la marca la dualidad Guayaquil-Playas?
Yo me sentí una emigrante eterna, desde mi infancia fue marchar, desde los 5 años, luego a mis 15 años, mi padre decidió que el progreso estaba en Guayaquil y ya se da mi historia universitaria, académica y luego me voy a Playas a los 31 años.
Siempre trabajé en el campo, con las zonas marginales haciendo trabajo como de carpa, como la del circo que es libre para instalarse y a la que la gente sencilla va para reírse, porque el ser humano necesita reír, sentir paz, sentir expectativas.
Eso es el sueño que mi padre me instaló y me inculcó en la vida: siempre hay que ser inquieto y perturbarse cuando te sientas que estás cómodo y si uno está demasiado cómodo, está como muerto, porque ya no tiene nada que dar. Mientras la vida esté pegada en el cuerpo va a dar siempre algo más allá con uno y con el otro.