“Yo, Beato”: darle la vuelta a Ecuador y dejarlo igual
Son dos facciones las que se mueven en un entorno futurista. Bueno, no tan futurista, pero sí en el futuro. Un Ecuador que ya no es Ecuador. En realidad, se llama República del Sagrado Corazón de Jesús y se mueve en medio de la teocracia enfundada en la figura de Gabriel García Moreno y la violencia terrorista de otro extremo, enfocada en la imagen de Eloy Alfaro Delgado.
Conservadores versus liberales on acid.
La tercera novela de Miguel Antonio Chávez —luego de las magníficas “La maniobra de Heimlich” y “Conejo ciego en Surinam”— es un compendio de crítica, humor y experimentación. En la que más que ver una contemporaneidad partida entre buenos y malos, hay un pequeño reflejo para quien lee el libro desde Ecuador. Eso es inevitable.
Eso no quiere decir que en el autor exista una intención antropológica o sociológica de contar nuestro presente. Chávez, en realidad, se centra en el absurdo tras absurdo, para contar cómo esa eterna batalla entre bandos es solo un nudo complicado de desatar, porque revela a la humanidad de cuerpo entero: a veces, esas “misiones sagradas” a cumplir no son más que excusas para todo siga siendo igual.
El autor apuesta por el humor para asentar a sus personajes, sus pasiones y búsquedas, en una novela cuyo título completo es “Yo, Beato o cómo resucitar a la patria y acabar con la decadencia posmoderna”.
Dos bandos, el mismo ridículo
Esta es la historia de un atentado, sus ramificaciones y razones. El atentado será en el Día del Martirio del Beato —sí, García Moreno beatificado por el Papa Pío XIII—, que rememora cuando Faustino Rayo acabó con el presidente ecuatoriano a punta de machetazos. El actual presidente de la República del Sagrado Corazón de Jesús, Graciano Moreno-Lange –¿un guiño a Charly García?— encabezará el tributo, al mismo tiempo que un grupo de insurgentes, el movimiento Cristo, Alfaro y Libertad, quiere encontrar un objeto simbólico y sagrado, que le dará fuerza a su lucha por Dios y Eloy Alfaro: un prepucio.
Sí, un prepucio.
Un bando lo quiere para sacar provecho de él, el otro lo necesita para que el contrario no lo tenga.
En medio hay un doctor fascinado por la gente de tamaño pequeño, un enano que recibe mensajes divinos, la Madre Superiora de una orden de monjas llamada a ser la guardiana de una fe particular, un líder religioso que parece un Subcomandante Marcos con mucha ambición. Una secretaria que recibe mensajes extraños por su computadora, periodistas completamente ignorantes o, por lo contrario, sin capacidad de obtener información. También hay ciudadanos conviviendo en un régimen en el que todo es religión.
Ah, y sí, el Bolero de Ravel. La mejor banda sonora.
Chávez va construyendo un castillo particular, en el que cada referencia se profundiza y se vuelve parte de un relato caótico. Porque la irreverencia es, además, ahondar en aquello que parece no tener relación con la historia que se cuenta. Pero aquí viene lo mejor, porque mientras la novela avanza, en dos partes que colocan todas las piezas en posición —como si se tratara de un tablero de ajedrez tridimensional de Star Trek—, llega la gran tercera parte.
Aquí todo explota, brilla y se vuelve magistral. Cada una de las historias se va reiterando, una y otra vez, para que el relato avance con lentitud. Y así releemos varias veces lo que le pasa a un personaje equis, pero mientras se pasan las páginas, esos hechos repetitivos adquieren otro significado. El escritor consigue que la comprensión total sea posible, a pesar de que todo pase de nuevo, una y otra vez.
Es como si Chávez hubiera descubierto la belleza de ver cientos de monitores al mismo tiempo, cada uno mostrando cosas distintas que se repiten, para llegar a un desenlace que agrupe a todos los personajes e historias en una sola madeja: la del absurdo y la irreverencia.
La novela es la prueba de ese descubrimiento magnífico.
Yo, Beato
Miguel Antonio Chávez
InLimbo Ediciones, 2021
Precio: 22.50 dólares