Un yaraví gana el Premio Casa de las Américas
Juan José Rodinás (Ambato, 1979) se pregunta cómo podría ser Bansky, ese grafitero que hace caricaturas políticas en Europa, y a quien casi nadie conoce.
Se pregunta qué significado puede tener la nostalgia andina en un ritmo como el yaraví.
Ese sonido se convierte en un punto catalizador y marca las dos coordenadas de su poemario Yaraví para cantar bajo los cielos del norte (biografía no autorizada de un Banksy sudamericano).
Las imágenes que Rodinás tiene en su cabeza sobre el grafitero europeo en una Latinoamérica confusa solo pueden catalizarse como poesía.
Así construyó su poemario, que este jueves 31 de enero fue anunciado como el ganador del Premio de Poesía que entregó Casa de las Américas, de Cuba, en la edición 60 del certamen.
El jurado de esta categoría lo conformaron Aurea María Sotomayor, de Puerto Rico; Raúl Vallejo, de Ecuador, y Soleida Ríos, de Cuba.
En un acta dicen que en el trabajo de Rodinás “se destaca la vocación de unidad, en donde se funden en una sola textura, extraordinariamente lograda, el ámbito verbal y el visual, mediante un lenguaje pulcro, impactante e imaginativo”.
El dictamen agrega que “el viaje, entre onírico y alucinado, por donde fluye fragmentariamente un cronograma de la vida de un grafitero, se plasma en un lenguaje abundante en sinestesias y metonimias”.
Para el jurado del Premio de la Casa, el poemario está construido “sobre el marco de una voz cuya angustia se contrapuntea con la reflexión sobre la acción de mirar. Una desconstrucción en movimiento perpetuo donde la inteligencia y la lucidez resultan en una realidad saturada de fantasía e impregnada de una desintegración luminosa”.
Rodinás, que ha escrito textos minimalistas, barrocos, desde que ganó el Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro con su obra Cuaderno de Yorkshire, se ha involucrado en una propuesta a la que reconoce más ecléctica.
“A mí me hubiera gustado ser pintor porque muchas de las cosas que pienso las hago en imágenes”, dice Rodinás en una entrevista telefónica un día después de haber recibido el anuncio del Premio.
Dice que no se trata de ninguna postura intelectual, ni pretensión sobre la poesía, sino de la forma en la que funciona su cabeza, desde niño.
Su búsqueda está aliada entre la palabra poética y las artes visuales. Aquella propuesta se siente en sus trabajos. En ‘Rapsodia Nick Cave: feat Tim Spector’, un poema del libro Singles de Kurdistán, Rodinás dice: “Busco mi punto débil. Todos mis puntos son débiles. Me siento en la acera, sin dinero y pienso. Y pienso”.
Las respuestas a sus preguntas las responde en imágenes y devienen en textos. “Es una obsesión, un tema, una búsqueda más íntima”.
Su interés por la pintura no es fijo. Cambia, puede empezar por Cézanne y terminar en Bansky, como ahora. Ahondar en la fotografía o en el impresionismo.
Lo mismo hace con la escritura. Piensa que sus últimos trabajos, compuestos desde el eclecticismo responden a la curiosidad, a la búsqueda por sentirse incómodo. “Son otras formas de jugar”, dice.
“Es una cuestión, más que de maduración, que no es una idea que me agrade demasiado, se trata de la idea de cambio, de mudanza de casa”, dice Rodinás sobre su escritura desde un lugar ecléctico. (I)