El colombiano ha desarrollado su narrativa a través de la indagación en La Colonia y en la literatura decimonónica
William Ospina, un escritor innato
Cuando William Ospina (Padua, Colombia, 1954) ganó el Premio de novela Rómulo Gallegos, en 2009, por la obra El país de la canela, le dijo al periodista José Ángel Montañés una frase de satisfacción cuya humildad se ceñía al reto que supone enfrentar a la historia con la ficción.
“El premio sirve para mostrar el vigor y la vitalidad de la novela latina. Ahora me atrevo a decir que escribo novelas”, soltó el también autor de la llamada Trilogía del Amazonas, compuesta por la obra galardonada; Ursúa, su antecesora; y La serpiente sin ojos, publicada en 2012.
Hace más de dos décadas, la obra del poeta del siglo XVI Juan de Castellana se coló en las lecturas del colombiano y lo llevó a escribir un ensayo al que dedicó 9 años de trabajo, Las auroras de sangre (1999).
La necesidad casi obsesiva de vivir la historia del poeta lo motivó a recrear las aventuras de Pedro de Ursúa y a explicar cómo ocurrió la hazaña del descubrimiento del río Amazonas en busca de una de las especias más preciadas: la canela.
Mientras escribía esta trilogía de novelas históricas publicó, en 2010, el ensayo En busca de Bolívar, en el que muestra la claridad o, al menos, la distancia característica del estudiante de Derecho y Ciencias Políticas junto con el oficio periodístico, que ejerció entre 1975 y 1990.
Labores muy cercanas a la objetividad del historiador que, como pintando un retrato de antaño, lo llevó a hablar de un Bolívar que “vivía ebrio de sueños napoleónicos” y que “formó parte de una procesión de iluminados”: los personajes que enmarcaron sus sueños de libertad en el contexto de su época.
En su llegada al país, luego de 4 años, presentó, la tarde y noche de ayer, la novela El año del verano que nunca llegó (2015), sobre la cual también entablará una entrevista para sus lectores y con este diario, a las 17:00, en la Universidad de las Artes.
El libro explora, con la profundidad de sus antecesores, la invención literaria de El vampiro y el doctor Frankenstein, aparecidos en 1816 gracias a John William Polidori y a Mary Shelley (Mary Godwin), respectivamente, en una casa de Villa Diodati, junto al lago Lemán de Ginebra. El escenario tiene como telón de fondo la oscuridad provocada por la erupción del volcán Tambora.
Ospina extiende su habilidad novelesca en estas páginas recién publicadas, incluso, ha dicho que quiere hacer una novela sobre Alexander von Humboldt (1769-1859), lo cual “significa (volver a) enfrentarse a la voluntad inquebrantable de Simón Bolívar”, pues el geógrafo prusiano coincidió en su camino.
Quito es uno de los enclaves históricos que aparecen en las narraciones de Ospina, en esta ciudad empezó a tejer la trama de uno de los capítulos de su última novela, admirado por el volcán que flanquea, a veces invisible, la vida de sus habitantes.
Algunas “pistas sobre el romanticismo” también fueron halladas por él en su visita de 2011, afirmó el lunes pasado.
Los personajes míticos, aseguró el novelista, también escapan de los libros. Quién sabría hoy de Jesucristo si 4 hebreos no hubieran escrito sobre él, se preguntó en una entrevista radial con Ramiro Diez. La posibilidad de que Ospina los inmortalice siempre está latente. (I)