El autor colombiano presentó libro en Guayaquil
William Ospina, el incansable viajero que escribe novelas
Cuenta el escritor William Ospina que sus novelas son el relato de obsesiones que lo motivaron a indagar en la historia.
Eso le ocurrió con los primeros viajes de los conquistadores del Amazonas, a quienes siguió en las páginas del pasado para construir una ya célebre trilogía de novelas.
Y, ahora, con la coincidencia que tuvo a los inventores de El Vampiro y Frankenstein en una casa ginebrina, durante 3 días de 1816.
Hace 5 años, Ospina fue invitado a dar una conferencia sobre educación en Buenos Aires, Argentina. Allí, una tarde, quiso recorrer las innumerables librerías de esa ciudad, pero tuvo que esperar por una tormenta que cayó de forma imprevisible.
Las horas pasaron mientras el autor del ensayo Los nuevos centros de la esfera se recluyó en el internet de un hotel con el fin de asegurarse de cómo se escribía el nombre completo de la autora de Frankenstein, Mary Shelley (1797-1851).
Ospina, quien se confiesa un incansable lector de biografías, aprovechó el tiempo mientras se guarecía de una tempestad para descubrir la manera correcta de escribir Mary Wollstonecraft Godwin. Y ese acto iniciático fue el origen de la novela El año del verano que nunca llegó.
Mientras conocía la historia de vida de la enigmática esposa del poeta romántico y filósofo Percy Bysshe Shelley, el poeta colombiano investigó las biografías de ambos y, luego, la de Lord Byron (George Gordon Byron, 1788-1824) para desembocar en el perfil del médico y secretario personal de este último, otro escritor inglés: John William Polidori (1795-1821).
Ese hilo conductor llevó al autor de El país del viento a conocer una casa en Suiza. Ubicada en Villa Diodati, junto al lago Lemán de Ginebra, Byron visitó el lugar a inicios del siglo XIX con el objetivo de vivir lo que Ospina define como un “delicioso verano, escalando las cumbres alpinas”.
Pero lo que no imaginó el poeta romántico inglés es que el verano no llegaría en 1816 y la oscuridad inusitada del mes de junio de ese año se convertiría en la mayor inspiración de al menos un par de los escritores que lo acompañaban.
“Seis meses atrás, la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, había arrojado una oscuridad entonces inexplicable sobre el mundo”, recuerda Ospina mientras conversa con una veintena de sus lectores, en la biblioteca de Flacso, en Quito.
“Me fue obsesionando esa historia, no sabría decir cuál fue la razón por la cual este tema me interesaba tanto -admite-, pero al enterarme de que en ese lugar nació la primera leyenda de un vampiro y, durante una medianoche, la leyenda del doctor Frankenstein, supe que hallé una historia, algo que era necesario rastrear para convertir en un hecho literario”.
La investigación, entonces, incluyó visitas a librerías en busca de prólogos que dieran luces al escritor colombiano obsesionado con las penumbras de una época remota.
Tres semanas después de su visita al extremo sur de América, Ospina fue invitado a Suiza para hablar del escritor Jorge Luis Borges, cuya tumba está en el cementerio de Plainpalais -conocido también como el cementerio de los reyes-.
La obsesión había pasado de las páginas literarias a los boletos de avión y, finalmente, a oídos de sus anfitriones suecos.
Una amiga del escritor colombiano hizo posible que él visitara la casa junto al lago Lemán mientras le contaba otra coincidencia: unos parientes suyos habían subastado la edificación hace no mucho tiempo.
Para cuando invitaron al traductor colombiano de Shakespeare a Londres, Inglaterra, él ya tenía claro que iría a la abadía de Newstead, “la gran herencia de Lord Byron”, para ser testigo de los paisajes que acogieron al grupo de románticos.
“En un encuentro literario hecho en Roma, Italia aproveché para visitar el cementerio de los ingleses donde está sepultado el poeta (Percy) Shelley, quien murió en un naufragio célebre pocos años después de los hechos de Villa Diodati”, resalta el novelista de Padua, quien no está seguro de si él era quien seguía el rastro a los personajes históricos nombrados o si estos lo persiguieron a través de su literatura.
En todo caso, la luminosa perspectiva de Ospina lo llevó a ser el narrador de un periplo enmarcado en la oscuridad de esas ciudades. (I)