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Violento, pero infantil: Raymundo Valdez debuta con ‘Mae Nakij’

‘Mae Nakij’ es un estudio sobre los aspectos de la pintura formal que ensaya Raymundo Valdez, a través del mundo del sumo. Foto: Miguel Castro |  El Telégrafo
‘Mae Nakij’ es un estudio sobre los aspectos de la pintura formal que ensaya Raymundo Valdez, a través del mundo del sumo. Foto: Miguel Castro | El Telégrafo
31 de marzo de 2014 - 00:00

El título de la primera muestra individual que monta Raymundo Valdez, Mae Nakij, resulta de un juego en el orden de las letras y las palabras que componen la expresión ‘Jikan-Mae’, que se refiere al momento en que ha empezado la lucha entre dos sumos sin que el árbitro haya dado la instrucción de iniciar.

Compuesta casi en su totalidad por piezas pictóricas creadas en técnica mixta y acrílico, todas las pinturas -y el video- que forman parte de ‘Mae Nakij’ tienen siempre como protagonistas a unos sumos que les sirven a Valdez para concretar los sentidos que se encierran en -o que se desprenden de- su obra.

Protagonizada por estos enormes personajes propios de la cultura japonesa, la exposición presenta una estética que está claramente influenciada por los estilos presentes en la tradición iconográfica del manga y la publicidad.

Montada en la galería DPM de Urdesa (Circunvalación Sur 111), ‘Mae Nakij’ es el trabajo de graduación de Valdez en el Instituto Superior Tecnológico de Artes de Ecuador (ITAE).

Raymundo Valdez forma parte de la última generación de estudiantes que recibirá el título que lo acredite como artista en el ITAE, antes de la incorporación definitiva del instituto a la Universidad de las Artes, que inicia sus actividades académicas mañana.

Hay algunas particularidades que anotar en cuanto a la obra de Valdez. “La madurez de cualquier creador está marcada por el momento en que toma plena consciencia de los sentidos que su obra puede llegar a generar y, aún más importante, de dilucidar qué tipo de conversación le interesa entablar con el público”, escribe Rodolfo Kronfle, curador de la muestra, en el texto curatorial.

Es una rareza, de la misma forma en que es poco común que se produzca la situación del ‘Jikan-mae’.
Interesado en el estudio de la cultura oriental, Valdez se aproximó a la tradición iconográfica japonesa, posándose en la tensión que existe en la lucha entre sumos. Algunas claves para examinar la obra están en la tensión que hay en el peso, el equilibrio y los escenarios en  los que se desarrollan las escenas.

Algunos de los sumos aparecen solos, otros frente a grupos de oponentes más pequeños, otros adornados con letras rojas con la estética luminosa del amarillismo, a otros les caen luces como en un escenario... Pero todos llevan en la cara una expresión de ausencia, una sonrisa que es inconsciente e infantil.

Las obras cargan un halo inocente/inconsciente... juguetón, digamos, palabra útil para hablar de algunas aristas de ‘Mae Nakij’. El sumo es lucha, y la lucha (las artes marciales), el primer referente de occidente sobre la tradición oriental.

Aquella primera tensión del enfrentamiento físico está presente -pese a no siempre ser representado- en obras como Keikotanaka-tzu (dos sumos a punto de empezar la lucha), Bubles (un sumo en posición de pelea) y otras dos cuyos títulos -escritos en japonés- hacen alusión a “la ligereza de la tela” (dos sumos con cabezas fusionadas en plena lucha) y  a “un trasero sensorial”.

Esta última muestra a un grupo de pequeños sumos que, de espaldas al espectador, miran con una expresión corporal que denota impotencia a uno más grande y más cabezón que luce bien capacitado para darles una paliza, al tiempo que les devuelve la mirada con cierta alegría.

Todas esas escenas fueron pintadas con colores pasteles. Son tonos suaves, que el diseño gráfico usa cuando su target son los niños, y que plantean una paradoja con sus escenas: la violencia es inevitable, pero es representada con -por decirlo de alguna forma- una ternura infantil.

Pero las tensiones aparecen también en otros lados. De forma concreta, en las grandes cabezas que les dan a los sumos que protagonizan las pinturas de Valdez un cierto aspecto de bebés.
Estos juegos de sentidos son el resultado de una búsqueda formal del artista, que afirma que lo que le interesa “son las propiedades formales de la pintura”, a las que usa, dice “de forma muy desenfadada”.

En algunas de las obras de ‘Mae Nakij’, Valdez utilizó pinceles tan cargados de pintura que es normal ver el flujo del acrílico y la acuarela correando por el lienzo. Algo que el artista considera que es “el proceso natural de la pintura”.

“Accidentes (o retos) de este tipo, a más de tanteos con grafías gestuales, son parte de las búsquedas formales que han estructurado un entrenamiento sostenido frente al lienzo, lleno de descubrimientos y de algunos aciertos”, escribe en otra parte del texto Kronfle, sobre una muestra que “incorpora maneras sugerentes y lúdicas de interpretar el mundo de la lucha de sumo, algunas telas alcanzan inclusive un admirable grado de intriga, mientras recrean un mundo de inspiración infantil en un universo violento”.

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