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El Telégrafo
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Vieru y Córdova conviven entre la pintura y la escultura

La artista moldava ha volcado sus experiencias personales y profesionales en una obra totalmente experimental.
La artista moldava ha volcado sus experiencias personales y profesionales en una obra totalmente experimental.
Fotos: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
21 de octubre de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

El taller que comparte la pareja de artistas Nixon Córdova y Doina Vieru, en el sur de Quito, está custodiado por la escultura de un Cristo en mediano formato que hace pensar que aquel lugar es una iglesia o un sitio de recogimiento espiritual.

Y, sin embargo, lo que habita adentro de este espacio es el encuentro de dos mundos plásticos: el de una escultura con un exhaustivo cuidado morfológico y el de una pintura que experimenta con todas las posibilidades de las formas y los materiales. 

Ambos se conocieron en la capital francesa, en la Escuela de Bellas  Artes, cuando el esmeraldeño Nixon Córdova hacía una residencia por el Premio París que recibió en 1996. En aquella epóca, el artista aún volcaba su atención al dibujo y la pintura, una que transitaba entre el expresionismo y el figurativismo.

El esmeraldeño Nixon Córdova junto a un molde de los pies del Cristo del Consuelo que hizo para Guayaquil.

Pero desde hace 18 años Córdova se ha concentrado únicamente en la escultura, una técnica que empezó a desarrollar por un encargo –que más bien fue como una exigencia– que le hizo el obispo de la iglesia de La Merced de Esmeraldas. El religioso le solicitó un retablo y Nixon construyó a la Virgen de La Merced, que es la patrona de los esclavos, lo que le permitió reflexionar en ese trabajo sobre la negritud.

La gran mayoría de sus esculturas han sido realizadas por encargos religiosos, oficiales y privados, como un busto del artista Osvaldo Viteri, cuyo rostro parecería estar hecho de llamaradas.

Parado frente a una maqueta de los pies del Cristo del Consuelo que instaló hace un año en Guayaquil, Nixon dice que en la escultura –aun cuando hay aspectos que no se puede saltar– ha trabajado a prueba y error.

“Entré a un terreno donde hice lo que pude, no lo que sabía, y todo me salió espontáneo; poco a poco he ido cambiando, en tanto me ha interesado más la parte morfológica, la anatomía”, comenta este artista que expone parte de sus dibujos en la muestra colectiva Al margen, en la galería Ileana Viteri, junto con Doina, Moisés Yunga y José Luis Toaquiza.

Doina Vieru, artista moldava que emigró con su familia a Francia para estudiar en la Escuela de Bellas artes de París, empezó con la cerámica, pero luego la abandonó para hacer una pintura expresionista en la que vuelca todas sus experiencias personales –la maternidad o la academia– y usa materiales tan convencionales como atípicos –óleo, pólvora, barniz, brea o cemento asfáltico–.

La artista siempre parte de una figura femenina que en sus obras aparece indefinida, ese es su gesto. Se trata de un trabajo autorreferencial que dialoga entre el expresionismo y el abstraccionismo.

“Si quisiera hacer algo similar a lo que veo, tomo una fotografía. Por eso mis pinturas tienen que sentirse como una, no verse como una figura entera”, comenta Donia en su taller, que funciona en el tercer piso y en el que también conserva algunas esculturas que hizo cuando vivió en Macas, junto con Nixon Córdova, a quien le habían encargado hacer la Virgen Purísima de esa zona.

Recelosa de mostrar sus piezas escultóricas, estas surgieron cuando aprendió a soldar para ayudarle a su esposo. “Soldar es como pintar, pero con fuego. Rebasas la cuestión del óleo, la espátula, el pincel, todo lo clásico”, comenta esta artista que recientemente concluyó una maestría en Ciencias de la Educación que analiza la creación artística.

Las pinturas que Doina expone donde Ileana Viteri operan como pequeños homenajes a su cotidianidad. Se trata de bodegones cargados de una voluptuosa textura que activa todos los sentidos del espectador, sobre todo los gustativos. Así, su cuadro de un huevo parecería que sigue friéndose sobre le sartén. 

Nixon, quien prefiere trabajar en arcilla por su maleabilidad, expone dibujos figurativos y abstractos del cuerpo de su esposa embarazada, entre otras temáticas. “Si tú analizas la historia del arte, la Capilla Sixtina, el “Guernica”, los grandes retratos de los reyes..., eran encargos. El encargo no hay que verlo como una limitación. Es, al contrario, una posibilidad”, dice Nixon. “Tenemos más limitaciones en nuestras cabezas”, acota Donia. (I)

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