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Toda una vida de videojuegos

Toda una vida de videojuegos
22 de abril de 2018 - 00:00 - Michael Villacís

Todo empezó cuando recibí un regalo que me llegó en el año 82 gracias al sacrificio de mis padres. Fue amor a primera vista: una caja gris, enorme a mis ojos, que contenía el Atari 2600. Conecté todos los cables, sin ayuda, y puse mi primer casete: un juego arcade, del género shoot ‘em up, llamado Berzerk. Actualmente vivimos en una sociedad acomodada y aparentemente “aburrida”, es como el día a día de una persona sin sobresaltos.

Por ello, buscamos nuevas herramientas para estimular la mente y mantenerla ocupada y distraída. Siempre en movimiento. No hay que perder nunca las ganas de ser creativo. Leer, ir al cine, escuchar música, buscar problemas sin solución, a través de juegos didácticos, ayudan a lograrlo.

Otra opción para estimular la creatividad son los videojuegos. En este siglo, estos juegos traen consigo efectos positivos. Al menos así lo confirman múltiples estudios, como el elaborado por la Universidad de Oxford. Este determinó que quienes jugaban videojuegos (en promedio 1 o 2 horas al día) eran más sociables y tenían un menor grado de hiperactividad o problemas de actitud.

Quizá esa sea la razón por la que hablo tanto y he logrado hacer tantos buenos amigos. Valió la pena despertarme  muchas veces, a las 6:00 (a escondidas de mis padres), para  aplastar los botones de los videojuegos sin parar. Gracias a estos tuvimos reuniones con mis compañeros fuera del horario de clases. También despertaron en mí la capacidad de superación y de destreza visual.

Pero, sobre todo, me enseñaron a trabajar en equipo. Claro, en esa época desconocía qué hay detrás de un videojuego, sin embargo, ahora lo sé y me apasionan más. Antes, solo veía un mundo que me absorbía y en el que podía crear mi propia historia, porque seamos sinceros: todos queremos ser parte de algo fantasioso que en la vida no podamos hacer.  Un fontanero que atraviesa túneles, pelea con dragones y escala nubes con ayuda de enormes plantas para rescatar a su princesa, por ejemplo. O un piloto de Fórmula 1, un auto que se diseña y se “construye” en Maranello-Italia, como quise ser yo.

Por suerte, los juegos como Grand Theft Auto 5, Forzá o Mario Kart me ayudaron a cumplir ese sueño en la pantalla. Bastó un televisor y una consola para sumergirme en ese mundo y sentir toda la adrenalina detrás del volante. Y no hubo riesgos: no pagué gasolina, no choqué, no herí a nadie, no tuve multas, ni esquivé fotorradares porque no existían.

Un buen videojuego te pone en situaciones realistas dentro de lo irreal. Es maravilloso. Los expertos lo saben y los negocios apuestan por ellos. No es una casualidad que se usen en los salones de clases o que en Nueva York existan incluso más tiendas de videojuegos que librerías. (I)  

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