El viaje trasandino de una charanguista
La música ecuatoriana Karen García Navarro supo que había hecho el viaje más difícil y largo de su vida cuando –durante la primera semana de marzo de 2020 en Trujillo, Perú– le dijeron que las fronteras se cerrarían a causa del nuevo coronavirus. Llegó a esa ciudad un día viernes. Para el lunes, la cuarentena por la pandemia comenzó.
Había recorrido unos 8.000 kilómetros por tierra, durante dos años, al oeste de Sudamérica. Su plan de volver a Ecuador bordeando los Andes bolivianos fue interrumpido a causa de las protestas en La Paz, cuyo punto más álgido fue la renuncia del presidente Evo Morales en noviembre de 2019.
Foto: cortesía de Gian Masko.
Karen no pudo entrar a Santa Cruz de la Sierra desde Cáceres, en el Matto Grosso brasileño. En Santa Cruz (departamento con una mayoría de oposición a Morales) las calles estaban cercadas por barricadas y había militares en cada esquina. Luego de trasladarse al Estado de Acre, Brasil, la charanguista pudo pasar a Perú como última escala para enrumbarse hacia Quito.
A este periplo le había antecedido uno anterior. Lleva cuatro años viajando, acompañada de música, poesía, amigos nuevos que encuentra en su camino sinuoso, en el que hay montañas, selva, desiertos, altiplanos y playas del Pacífico.
Foto: cortesía de Karen García Navarro.
Esta vez, desde la Sierra ecuatoriana cruzó la Amazonía hacia Iquitos (700 kilómetros); viajó a La Paz (1.500 km), donde estuvo un par de meses; luego a Argentina (2.600 km) y de vuelta a Bolivia (2.000 km) para ingresar a Brasil por Guayaramerín (1.000 km)
Cada parada depende de lo que recaude por la música que hace. Cuando reúne unos $ 50 se propone cruzar alguna frontera, cambiar de moneda y –a veces, como en Brasil– hasta de idioma. A Trujillo llegó a las 21:00 del 6 de marzo de 2020, tenía planificado trabajar todo el día siguiente y viajar durante el 8 de marzo hacia el noroeste peruano: Tumbes.
Foto: cortesía de Karen García Navarro.
—Lo nuestro es la música andina. Interpreto huaynos que aprendí de personas que conocí en el viaje, en Puno o en Ayacucho.
Las notas del charango encantan incluso en Brasil, lo que hizo posible su incursión folclórica en las calles de ese país.
Como Karen está cerca del balneario de Huanchaco, quiso comprar unas piedras ahí, con las que haría artesanías que luego vendería para pagarse el viaje a Ecuador. Pero de eso han transcurrido más de 90 días y aunque vio el mar desde ese lugar, no ha podido regresar a su casa.
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A través de Messenger y Facebook, Karen García conversa con ecuatorianos que están varados en Lima o Cuzco. “Con los chiros”, dice, pues otro tipo de viajeros –turistas con más dinero– han pagado vuelos para volver. Esa es la opción que da el Consulado de Ecuador en la capital peruana. El pasaje cuesta unos $ 450, más lo que cueste el hospedaje y movilización hacia Lima.
Foto: cortesía de Karen García Navarro.
Trujillo está al noroeste peruano, a 560 km de Lima y unos 750 de la frontera con Ecuador. Para llegar a territorio nacional, Karen tendría que tomar un bus en un viaje de nueve horas, y la movilidad entre provincias peruanas aún está restringida por la emergencia sanitaria.
Para alquilar un auto particular que la transporte, tendría que reunir a varias personas, tramitar un salvoconducto y pagarlo. Ha descartado ir a Lima tras 10 horas de carretera, pagar un nuevo hotel y esperar que salga un vuelo comercial, algo que también dependerá de la demanda de pasajeros que haya en ese momento.
En Perú, como en todos los países de la región, hay miedo. Esta semana, la televisión transmitió imágenes desde Lima de las filas que familiares de contagiados con covid-19 habían formado en busca de oxígeno para los tanques que les permitían respirar con menos dificultad.
Karen vio esas imágenes desde un hotel que había alojado –entre marzo y abril– a una docena de artistas callejeros de España, Colombia o Argentina, y que ya han viajado a sus hogares. Su familia, desde Carapungo, en Quito le ha enviado dinero algunas veces.
Foto: cortesía de Gian Masko.
“Pero no lo pueden hacer todos los días”, sonríe la artista callejera de 29 años, que en su equipaje lleva un charango andino y una cámara con la que fotografía los lugares en que hace paradas estratégicas hasta recaudar fondos para continuar. También ha hecho algunos videos (estudió cine).
Una tarde de miércoles, luego de su jornada de trabajo en lugares públicos, plazas o bancos donde la gente hace fila mientras espera, cuenta que el dueño del hotel incluso ha cooperado con ella rebajándole el precio del hospedaje, de 15 a 9 soles por día (un dólar equivale a 3,47 soles).
Hablando con la gente, nos han ayudado muchas personas peruanas, no la Embajada— lo dice por teléfono, junto a Adrián Miño, un músico argentino que la acompaña, y cerca de otra viajera ecuatoriana, que tiene la idea de buscar ayuda de algún partido político para regresar el país.
Puede ser que den bonos antes de la campaña que se viene —sonríe—; yo solo quiero volver a Ecuador.
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Karen vive del día a día. Al costo de un pasaje aéreo tendría que sumar el de una semana de hospedaje y alimentación mientras lo encuentra. Es decir que el precio sería de unos $ 800.
Ya de vuelta al país, tendría que esperar 14 días en cuarentena para descartar un contagio y, si viniera por tierra, tendría que esperar que el semáforo de cada provincia le permita circular hasta Pichincha.
Sería bueno poder regresar y quitarle esta nostalgia y preocupación a mi familia que me espera.
A través de las redes sociales supo que mientras amanecía el lunes 8 de junio, una avioneta que había despegado de la Costa ecuatoriana se había estrellado en el desierto peruano en un truncado intento de fuga, pues uno de sus pasajeros (Daniel Josué Salcedo) está involucrado en un caso de corrupción. El piloto murió en el accidente y Salcedo ya fue deportado.
—Es una joda cantar con barbijo o mascarilla —dice Karen García Navarro—, y hay otras limitaciones para quienes queremos compartir cultura, arte en medio de esta aventura... No merezco estar en esta posición, en medio de la indiferencia estatal con quienes trabajamos a diario, en la calle. (I)