Verónica Coello tiene una vida pública. Desde que fue presentadora del programa juvenil del 90 que se llamó Iguana Legal, aún hay gente que la ve en la calle y la saluda. Sus cuentas de Twitter, Instagram y Facebook le sirven para saludar, motivar y  compartir las columnas que publica en diarios locales.

Llega a esta entrevista eufórica. Pide una Coca-Cola y un capuchino. “No voy a vivir para siempre”, dice después de lanzar el pedido. Carga con el entusiasmo de quien piensa que este es el último de sus días. “Eres desgastantemente alegre”, le diría una amiga suya. Aún así, en su primer libro de cuentos La cena, publicado en diciembre del año pasado por la editorial Cadáver Exquisito, sus relatos están habitados por fantasmas, seres extraños que desaparecen y olvidan, y alguno que otro caníbal, seres monstruosos.

“Los personajes que deambulan en estos relatos son capaces de envolver al lector ya sea con desengaños, con la fuerza de un amor obsesivo o con las más oscuras pretensiones”, dice Óscar Vela, el autor quiteño que leyó y ayudó a pulir algunos de los cuentos publicados.

Los finales de estas historias no son tan fáciles, ni  felices, pero son insistentes. Los personajes fabulan, maquinan y deciden. Para esta autora, que empezó su afición con la escritura hace tiempo y evolucionó un blog que llama Historias Cotidianas, la realidad suele ser muy aburrida y necesita siempre de la literatura.

En sus libros construye seres que aman desde la fantasía. Entonces, cita a Cortázar cuando dice: “yo te quiero como quiere la mano derecha a la mano izquierda”, desde esa manera de “idealizarlo todo, la magia es no poder concretar el amor”, comenta Coello.

Hace algunos años salió a entrenar con un amigo ciclismo de ruta. Iba a hacerlo a diario, a prepararse para una triatlón. Ella iba detrás hasta que su amigo le pidió que tomara la posta, después de 500 metros lo vio volar por el aire, como quien quiere atajar un gol.

La siguiente escena que recuerda es ella en el intento de desatarle los zapatos que hacían clic con los pedales de la bicicleta y su llamada a la ambulancia. Ese día salió sin saber que los planes que tenían para entrenar no se podían concretar por el descuido de una volqueta que jaloneó un ciclista hasta lanzarlo a la muerte.

Para Verónica Coello, si hay que vivir cada día como el último, hay que creer que es así y disfrutarlo. Parte de ese desafío es escribir la realidad para ficcionarla. (I)