Vélez propone un flujo permanente de formas
La curaduría del artista plástico y actual director del Museo Municipal Ibagué (Colombia), Darío Ortiz, y la coordinación local de Cutty Espinel permiten que la Sala autoral del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo del Centro Cultural Libertador Simón Bolívar sea, hasta el 12 de junio, una gran vitrina de esculturas monumentales cargadas de fuerza y dinamismo. Pronto esa muestra se moverá a Quito y Cuenca, Perú, Colombia, Japón, Corea del Sur, China, Emiratos Árabes, entre otras ciudades y países.
En realidad no se trata solo de abstractos sino de piezas que al parecer surgen de la práctica del dibujo ampliado, un dibujo hecho con piedra, bronce, acero y mármol que parece tener vida propia. Al pasar un rato entre las quince esculturas, que miden entre 2,50 y 6 metros, que conforman Vélez Monumentalis, la primera exposición del colombiano Gustavo Vélez en Ecuador, se percibe un movimiento continuo o retorcimiento perenne.
Como lo dice en el catálogo Valentina Fogher, curadora directora de Cultura y Arte de Pietrasanta (Italia), patria de la escultura y de los escultores: “A menudo su obra se puede considerar como la punta del iceberg, un indicio de algo mucho más grande que no vemos, pero que podemos imaginar, como el centro de un gran lienzo, que aborda la visión de conjunto y a continuación dirige la composición”.
Es más preciado e importante lo que no se ve en las obras, y no su tamaño o su armonía que, de hecho, como dice Fogher, recuerda muy bien a veces una lengua de fuego y otras un destello de agua.
El respeto al material es una de las cualidades que hacen que el trabajo de Vélez, formado en escuelas de arte en Colombia e Italia, pueda verse en espacios públicos de Asia y múltiples museos alrededor del mundo.
Desde pequeño su padre le enseñó a manejar las máquinas para darle forma a los materiales de escultura.
El bagaje cultural del autor se combina con la calidad de las obras que replantean la relación escultura y el mundo que las rodea.