Velasco Ibarra tenía sus pasiones y luchas internas
El libro Pasiones de juventud devela los años mozos del expresidente, su primer amor, sus dudas, reflexiones y la vida conservadora de la época. Él impulsó cambios para modernizar al país.
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Alberto Acosta Burneo
Economista y director de Análisis Semanal
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
Es economista, editor de Análisis Semanal y columnista de Vistazo. Alberto Acosta Burneo dialogó con EL TELÉGRAFO sobre su libro Pasiones de juventud. Allí revela el lado desconocido y humano del cinco veces presidente ecuatoriano: José María Velasco Ibarra, su tío abuelo. Él gobernó entre 1932 y 1972.
Usted “tejió” la historia de un joven José María Velasco Ibarra con las correspondencia entre él, su abuelo, Alberto Acosta Velasco, y otros miembros de su familia. ¿Qué descubrió?
Las dudas y luchas internas de Velasco Ibarra. Era una persona apasionada, de ahí el nombre del libro. No solo en el amor, sino en la política, la religión. Era obsesivo, en una carta le dice a uno de sus primos: “Otros son mis deberes supremos, hay mucho que estudiar, que amar sutilmente. Hay algo en la vida que hacer. Yo no tengo dinero pero, al menos, viviré libre, amando mis teorías, mis anhelos. Ideas y teorías humildes sí, pero que no supeditan mi vida ni ahogan mi libertad”, escribe Velasco. Allí se ve que él busca sus caminos en la vida y valora muchísimo su libertad. El expresidente encuentra su vía por el perfeccionamiento intelectual, que después pasa a la práctica en la política.
¿Velasco se quedó en la memoria y en el corazón de los ecuatorianos como un gran ejemplo?
Es un gran ejemplo de honestidad, eso es incuestionable. No hay ninguna duda. Se lee en las cartas que antepone seguir sus ideales al beneficio personal, a la satisfacción material. Él dice que eso estaba muy bien para quien lo busque, pero que no lo haría porque es un tema secundario. “Siempre habrá alguien que me ayude y espero mantenerme mínimamente”, dice Velasco.
Pero ¿Velasco Ibarra era un populista?
El término populismo es muy amplio, creo que era idealista. Sus ideales eran hacia dónde debía ir Ecuador y el mundo. Su fuerte eran la política, las relaciones internacionales y la filosofía. Una de sus falencias debió ser la capacidad administrativa, no era una persona práctica. Estoy seguro de que él estaba absolutamente convencido de esas ideas, no hay engaño de por medio. Perseguía sus ideales y encarnaba el sentir del pueblo.
Él fue un gran orador, ¿esa capacidad la tenía en su juventud?
Él tuvo influencia y leyó mucho a pensadores católicos liberales franceses que impulsaban el cambio en el interior de la Iglesia. Él tenía un horario del día y ponía ciertas horas para leer filosofía y otras materias. Su biblioteca es gigantesca y muchos libros están en francés. Eso le dio una erudición importante.
Velasco Ibarra impulsó cambios sociales importantes en el país.
Velasco Ibarra está entre los actores importantes que ayudaron a la modernizar este país. Interesante ver el hilo conductor del proceso de modernización de Ecuador y de cómo se ha ido adaptando lentamente a la modernidad. En esencia somos una sociedad muy conservadora y opuesta a los cambios.
Incluso, los gobiernos revolucionarios son muy conservadores. Vemos lo tarde que llegaron esas preocupaciones a este país, que ya habían tenido hace 100 años Europa y EE.UU. La historia continúa, seguimos llegando tarde a las preocupaciones de los tiempos actuales. Ecuador se aferra a las prácticas vigentes.
¿Al final para qué le sirvió escribir este libro?
Para conocer el mundo más íntimo de Velasco Ibarra. En la familia es una figura mítica e incuestionable. Esto sirvió para adentrarme en la vida de un Velasco más humano, lejos de la política. Reconocí expresiones que había escuchado en la casa de mis abuelos. Mi bisabuelo le recomienda qué mujer buscar: “una señorita que tenga temor de Dios, que sepa guardar el decoro”. (I)
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Gonzalo Ortiz
Historiador y docente universitario
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
Es historiador, miembro de la Academia de Historia, docente universitario y fue editor de la revista económica Gestión durante años. Gonzalo Ortiz escribió la presentación del libro Pasiones de juventud. Él conversó con este Diario sobre la importancia de descorrer el velo sobre la vida íntima de Velasco Ibarra que la gente no conocía.
¿Qué descubrió?
El libro cuenta una parte desconocida de Velasco Ibarra. Alberto se concentra en los papeles refundidos de su abuelo, Alberto Acosta Velasco. Es una historia de un primer amor contrariado, al que se oponen los amigos y familiares íntimos del expresidente Velasco Ibarra. Él fue un notable historiador, filósofo y político. Así comienzan las novelas, es como cuando alguien encuentra un Codice da Vinci. O que encuentra el plano para llegar a los Llanganates.
¿Cómo logró que el pueblo lo quiera tanto?
Fue impoluto, por eso doña Corina, su segunda esposa, murió cuando se subía a un bus en Buenos Aires. Cuando vivieron en Venezuela tampoco tenían un vehículo a pesar de ser un expresidente. Allí, el presidente de la República le vio esperando un bus en Caracas, y le dijo que le regalará un carro. Pero lo asesinaron y Velasco Ibarra nunca tuvo un automóvil.
Era honesto y el círculo de él en Quito siempre trataba de defenderle y protegerle de las malas influencias de Guayaquil. En algunos casos, se cayeron los auspiciantes de Velasco en su campaña porque se dio cuenta de sus ansias de aprovecharse del erario público.
Pero el expresidente era populista..
Era un populista en el sentido de que primero creía en el pueblo y dijo entender e interpretar su alma. Él siempre estuvo en contra de la oligarquía. Por eso fue cinco veces presidente, tuvo una cercanía imbatible con los ciudadanos. En su tercera presidencia le dijeron que no había plata para la campaña. Pero él responde en una carta: “No importa que no haya dinero, dadme un balcón y seré presidente”. Allí nació esa famosa frase de Velasco Ibarra. Él confía en el poder de su verbo que era mágico para la gente y en anhelo que tenía de libertad. Era un hombre contradictorio. Ya en el Gobierno cambia constantemente a sus secretarios de Estado. Entonces, él explica que empiezan a conspirar unos contra otros en los gabinetes.
¿La palabra era su imán para convencer a los demás?
El libro de Alberto Acosta describe cómo estudia, qué le interesaba y su formación de católico liberal. Era un hombre de una inteligencia superior. Estudió a grandes tratadistas sociales de la época y Derecho. Por eso fue un gran abogado y profesor de Derecho en varias universidades de América Latina, en Caracas, Mar de Plata, México. Era un hombre que leía mucho.
Mientras el presidente Lenín Moreno dijo que Rafael Correa tenía una “cultura de solapas” porque no leía, Velasco era un orador de barricada, parlamentario y académico, cuando quería. Él sabía mucho, entusiasmaba a la multitud. La gente decía no le entiendo al doctor Velasco, pero, ¡qué lindo habla!
Correa leía en telepronpter...
Sabíamos que a Correa le faltaba fondo, es un hombre de clichés. Cuando se lucía era porque Galo Mora escribía sus discursos. Correa no tiene demasiado fondo intelectual.
¿Velasco impulsó reformas para favorecer a la mujeres?
Es uno de los impulsores de esos cambios, a pesar de ser una figura tradicional. Por ejemplo del feminismo, él fundó el colegio 24 de Mayo. Dio la liberación legal a la mujer. Originalmente, para que las mujeres pudieran ejercer su profesión tenían que pedir permiso al marido. Una abogada no podía firmar un escrito ni representar a nadie, así lo decía el Código. Velasco cambió eso desde su primera presidencia, de a poco, de la libertad para sufragar a la educación. (I)