Vásconez presenta un cuento en Madrid
El Pequeño Museo del Escritor, ubicado en Madrid, abrió sus puertas en septiembre de 2010, y está conformado por una colección de más de 4.000 piezas, objetos y documentos que han pertenecido a diferentes escritores de lengua española, de los que se exhibe permanentemente una selección. Se trata de lo que se conoce como objetos afectivos, es decir, que han tenido una significación especial para los autores a quienes pertenecieron, que nos ilustran sobre su vida y nos cuentan historias.
Entre las ediciones que ha publicado el Museo, constan los nombres de varios escritores destacados de América Latina, como Alejandra Pizarnik, Juan Carlos Onetti, Ricardo Piglia, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, entre otros.
El escritor ecuatoriano, Javier Vásconez, autor de El viajero de Praga, La piel del miedo, entre otros libros, viajará a Madrid este martes para presentar su cuento Un extraño en el puerto, que ha sido publicado por el Centro de Arte Moderno de Madrid (Museo del escritor), en edición de arte, pues el libro está hecho a mano y tiene una edición limitada con grabados originales del artista Hernán Cueva. La presentación la hará el crítico y profesor peruano, Julio Ortega, de la Universidad de Brown.
Para Javier Vásconez, Un extraño en el puerto ocupa un lugar especial entre sus cuentos.
“De algún modo constituye una síntesis de mi narrativa, un encuentro con varias personajes y una muestra de algunas de mis obsesiones, como la enfermedad, los viajes, el amor, la ciudad. Y además es, decididamente, un sueño del que tenemos que despertar. Imagino que fue escrito con una sensación de hostilidad hacia el entorno montañoso de Quito. Un día me desperté con el sonido de una sirena en mi habitación. En el barco venía un hombre que traía una carta de Nueva York. Yo no sabía quién era aquel hombre, ni a quién iba dirigida la carta. Para conocerlo y entablar una relación más duradera con él, tuve que escribir el cuento. Al comienzo opté por dejarme llevar por el ritmo de las palabras. Este cuento, que proviene directamente de un sueño, exigió muchas cosas de mí. Escribirlo fue un ejercicio de exorcismo y, de algún modo, me ayudó a conjurar mi sensación de claustrofobia ante la ciudad”, apunta Vásconez.
A continuación, publicamos una nota sobre el cuento Un extraño en el puerto, a cargo de Julio Ortega:
Javier Vásconez es uno de los narradores latinoamericanos que con mayor agudeza ha sido capaz de contaminar de literatura no sólo a lo real sino, lo que es más decisivo, al lenguaje mismo. Sus relatos son precipitados químicos que desencadenan versiones alternas y secuencias interpuestas de la Ciudad, que se bifurca como si creciera en el lenguaje, rehaciéndose entre rutas contrarias y escenarios fantasmáticos. Esa construcción de un ámbito emotivo ocurre como un escenario de Eschner o de Magritte, donde la “mirada oblicua” desata las formas de un relato tácito.
Un extraño en el puerto, probablemente su cuento más celebrado, se despliega en nuestra lectura como una ciudad de los espejismos. Pocas veces la narración depende tanto de su lectura, como si el cuento sólo pudiese existir en la leve suspensión de nuestro asombro. La mirada palpita en este relato como el eje del claroscuro de una escena ritual y vital, donde se decide el sentido de los comienzos sin final posible, de procesos revelados como rutas de acceso del deseo y su ritual convocatorio.
Leyendo este cuento insondable uno abre otras puertas de la ciudad virtual, aquella que se debe a la magia urbana del azar, que ya no es nuestra, ni siquiera del habla que puntualmente la asedia. Las palabras son la materia emotiva de la que está hecha tanto la ciudad como nuestra aventura.
Un cuento que se hace mientras se escribe y se rehace mientras se lo lee, se resuelve, finalmente, como la construcción de una mirada que desde el crepúsculo comprueba que el velo de la melancolía (la distancia acrecentada entre el deseo y lo real) cae sobre la página. Esa sombra prolongada es la tinta del duelo, la herida de una pérdida.
El “extraño” es el viajero que desembarca con una carta en la mano para el narrador. Ese personaje anuncia la misión poética de recrear la voz narrativa. Pero al narrador sólo podría salvarlo la perspectiva de una mirada alternativa, más libre que la geografía y más grande que los nombres. Sueño, pesadilla, imaginación son los actos de un pensamiento sobre el narrador como producto de su relato.
Este “extraño en el puerto es, al final, el mismo autor, Javier Vásconez en una de sus voces más arriesgadas al sobresalto estético de lo nuevo. O, para el caso, cualquier lector es el autor de su propio extravío en las voces de una Ciudad sin mapa.
Al final, el narrador no es sino el pretexto que tiene una ficción para convertirse en real. Y todo ello para que un barco atraque en el muelle de una ciudad, Quito, que no tiene puerto. Todo para que lo imposible sea sólo improbable, y en esa brecha vuelva María, recuperada por el deslumbramiento del deseo, aunque perdida para siempre en el sueño de “una espera de algo que nunca iba a llegar.”
Pero lo que llega y está aquí para siempre es este relato sobre la magia del lenguaje haciéndose cargo de la rebeldía mayor: la de rehacer las tiranías de lo real con la libertad del lenguaje.