Una sinfónica juvenil crece ante la austeridad
Hace 15 días la Orquesta Sinfónica Juvenil de la Sinfónica de Guayaquil dio su primer concierto, armada con casi 50 jóvenes que migran entre colegios de música, profesores a los que ya no pueden pagarles para que les den clases, aprendices empíricos y entusiastas.
En el escenario del Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro tocaron ante un público -más o menos familiar- La Inconclusa, la Sinfonía N° 8 de Schubert.
Hace apenas tres meses fueron seleccionados en un proceso de audición por el maestro ítalo-argentino Dante Santiago Anzolini para integrar este grupo, que había pensado conformar desde su llegada a Ecuador, hace ya dos años, a pesar de que no ha tenido presupuesto para hacerlo.
“No creo que a Ecuador le convenga seguir en el desierto de la música clásica, en los suburbios pasa cualquier cosa. La música ha podido ayudar en todo el mundo en casos de hundimiento de drogas, de pandillas, de espacios”, dijo Anzolini, en una entrevista vía telefónica, sobre su necesidad de gestionar este proyecto.
Para el director creativo de la Orquesta, el apoyo a instituciones musicales con el que crecen los jóvenes “es tan grave” que ha aceptado a chicos que más o menos tocaban el instrumento.
Algunos de sus noveles músicos cursan el Conservatorio Antonio Neumane, cuyo edificio desde hace dos años está en un proceso de restauración que ha obligado que sus clases se den en el Colegio Vicente Rocafuerte.
Otros integrantes empiezan su carrera musical en la Universidad de las Artes; hay un chico que vive en el suburbio y llegó a la audición con una flauta traversa para tocar un concierto de Mozart que aprendió solo.
Ruth Campoverde hizo ocho años en el Instituto Experimental de Música de la Universidad de Guayaquil, ubicado en la Casona Universitaria, que dirigía Fernando Gil y al que este año le cortaron el presupuesto.
En este espacio aprendió a tocar la viola y terminó su proceso académico el año pasado. “El trabajo en la Orquesta ha sido realmente maravilloso, he aprendido nuevas cosas y que me ha ayudado a mi experiencia como músico, trabajamos mucho juntos y hemos aprendido a escucharnos”, dijo Campoverde.
Sostuvo que como parte del trabajo en equipo dirigido por Anzolini, a pesar de que cada quien tiene una escuela distinta, todos mejoran en el proceso.
A algunos de los chicos que integran el grupo, el maestro les da clases en la mañana, en los recesos de los ensayos de la Sinfónica.
“No estoy pensando solo en una orquesta, sino en una escuela amplia para una formación completa, en trabajo práctico sobre la historia de las canciones”, dijo Anzolini.
En este proceso lo que sigue no necesariamente tiene que ver con ejercer la música de modo profesional.
“Me parecería una locura instalarles en la cabeza que sigan una profesión que evidentemente tiene poca escuela. Lo que quiero hacer son conciertos, que entiendan la vida, que tengan discernimiento crítico, que conozcan las herramientas en serio, que no toquen el violín más o menos; y que conozcan otras artes”, dijo Anzolini.
En la primera presentación del grupo, frente a algunos funcionarios del Ministerio de Cultura y Patrimonio, Anzolini intentó ser claro: “Ustedes no se dan cuenta, en este país hay kilos de talento desperdiciado”.
Para el percusionista Jorge Vega y docente del Conservatorio Antonio Neumane es importante que este tipo de agrupaciones se expandan. “En nuestra época no existían, estaba la Orquesta de Conservatorio y la FOSE, ahora hay más oportunidades de prepararse, además de que las instituciones se fortalecen a nivel teórico y práctico, los chicos tienen un lugar donde prepararse”.
Para Vega, la única falla “es que aún no hay suficientes orquestas profesionales para que ellos puedan ocupar esas plazas”. Respecto al estado del Conservatorio Antonio Neumane dijo que en el caso de los docentes “las crisis no nos ha detenido”. (I)