Publicidad

Ecuador, 14 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Una seria parodia que se representa a sí misma

Una seria parodia que se representa a sí misma
03 de noviembre de 2013 - 00:00

Denos 4 razones [...]
En este basurero de la ciencia [...]

En este subastar de la conciencia [..]
Para oír su voz en medio de estas cosas
Sergio Román Armendáriz

¿Cómo habrían sido las cosas si no fueran como son? Las ucronías invaden las mentes de los desafortunados. De todos nosotros.

No hay forma de huir, de dejar de pensar en ellas. La vida es eso que pasa mientras se piensa en aquello que no ha pasado.

Y eso es, desde su origen, Soliloquio Épico Coral, obra escrita y dirigida por Aníbal Páez, que le ha dado la vuelta a los teatros de Guayaquil, ciudad que es el leitmotiv del texto. Bueno, una de sus razones de ser.

Atraído por la obra del poeta riobambeño Sergio Román, Páez quiso montar los dos textos teatrales del autor -exiliado desde hace 50 años en Costa Rica-: Función para butacas (1969) y Un extraño en la niebla (1971).

“A partir de esta imposibilidad de montar sus obras, escribí un texto donde lo puse a él como personaje e intenté construir una línea dramatúrgica donde la pregunta era: ‘¿Qué hubiera pasado si...?’, y en ella traté de sintetizar una hipótesis sobre el teatro en Guayaquil”, dice Aníbal Páez, autor de Soliloquio Épico Coral.

Páez, que en la dedicatoria de la dramaturgia explica que su obra es “un pequeñísimo homenaje -o agravio- a Sergio Román Armendáriz”, presenta el título así: Soliloquio Épico Coral (o los hombres que no podían montar la obra de un autor al que no le interesaba que lo entiendan).

La obra fue montada como homenaje los pasados miércoles 23 y jueves 24 de octubre en la Universidad de Costa Rica, en San José, precisamente ante Sergio Román, un autoexiliado político.

Varias de sus líneas han sido citadas o adaptadas a un texto que le da cuerpo a la historia del teatro en Guayaquil, ciudad absorta en la obra costumbrista, urbe que con capricho elige identificarse solo con un dramaturgo: José Martínez Queirolo.

Es que “somos felices por obra y gracia del Orden Establecido”, ha escrito Román. Una línea fielmente recogida en Soliloquio.

Es una parodia seria la que montan en el escenario Juan Coba, Marcelo Leyton, Juan Antonio Coba y el propio Páez, reparto que compone el coro.

Una seria parodia, decíamos, porque, por donde se vea, la obra se representa a sí misma. El texto es la historia del texto, de las discusiones sobre la dramaturgia: Soliloquio Épico Corales como hacer la película con el “making off”.

Y la historia empieza a contarse a sí misma en un ring de boxeo en el que los actores lanzan puños al aire a la vez que se van “cantando” lo que debe ser la obra.

Entre más dudas que certezas sobre cómo contar la historia del teatro de la “Ciudad Puerto”, surge la necesidad de narrarla desde la ucronía, a través de un personaje que un día se fue a ser autor en otro país.
Y ahí inicia una escena maravillosa en la que los actores desandan lo andado, y se mueven -en reversa- hacia el principio.

La obra ya está decidida.

El escenario se vuelve un interrogatorio donde yace “El Autor” -esa metáfora Román que es Leyton- respondiendo a agentes que lo culpan “de matar con premeditación y alevosía la oportunidad de construir otra historia”.

“Era el primer paso en la construcción de nuestra obra: ¡echarle la culpa al otro!”, dice un Páez que interpreta a un director. Y agrega que, a partir del exilio, “un exceso de realidad surcó nuestros escenarios y encalló”. Pero “El Autor” se defiende, y las preguntas siguen hasta cansar a los interrogadores. Uno le dice que habla difícil. “Entendemos por qué no ha sido escenificado”, lanza otro.

El espectáculo sigue. Hablando del espectáculo. El futbolista Pelelé (Páez) y un arquero (A. Coba) salen a las tablas a luchar por el balón en una escena épica de crítica exaltación: Pelelé no es dueño de sus piernas ni de sus triunfos, pues no controla sus tiros.

Y la obra vuelve a las líneas inspiradas en los textos de Román, que son como golpes de realidades azotadoras.

“Ganamos dinero para gastarlo y para volver a necesitarlo y para volver a ganarlo y para volver a gastarlo”, recita Páez mientras mueve sus brazos como las manecillas de un reloj. “Al igual que el eterno retorno de los pescaditos de oro del coronel Buendía”.

Entonces, vuelve el ring. Los boxeadores lanzan de nuevo sus consignas. Acuerdan cuál será la historia que van a contar. “¿Y la obra?”, pregunta uno. “Esta es”, le contesta otro. La obra termina sin empezar, porque se trata de sus autores. Hablar de nosotros mismos -revela “El Autor”-, “es absolutamente normal”.

Páez vuelve a su papel de director y reflexiona: “La ucronía no nos salva, solo nos hace conscientes, que es lo mismo que mirarse todos los días a un espejo que tiene dientes”.

Quién es Sergio Román Armendáriz

Aníbal Páez, director de Soliloquio Épico Coral, indica que la obra se inspira en el poeta ecuatoriano Sergio Román, autoexiliado hace más de 50 años en Costa Rica; lo que se hace evidente cuando, en un interrogatorio, al personaje llamado “El Autor” le preguntan qué hacía el 27 de marzo de 1962, cuando Román formaba parte de un grupo de jóvenes socialistas milicianos en Toachi (Santo Domingo).

Actualmente, Román tiene 80 años y ha sido docente de la Universidad de Costa Rica (UCR), donde Arawa le rindió homenaje el 23 y 24 de octubre pasado.

Ha publicado los poemarios 33 poemas universitarios(1955), Cuaderno de canciones (1959) y Triángulo (1960) con Ileana Espinel y David Ledesma Vásquez.

Ha escrito dos obras de teatro: Función para butacas (1969) y Un extraño en la niebla (1971).

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media