“Una palabra insumisa es la poesía de los caribeños”
Es un tipo ligero, de carcajada fácil, sin poses. Melómano -fue voz líder de una banda de blues rock durante sus años de estudio en Canadá- y, sobre todo, un reconocido poeta, dramaturgo y editor en lengua inglesa. Nacido en Ghana (1962), creció en Jamaica amando, como muchos jóvenes de su generación, el reggae; al punto de hoy ser considerado una suerte de “experto en Bob Marley” (entre sus libros se cuenta “Bob Marley: Genio Lírico”, de 2002).
Estudió en la Universidad de las Indias Occidentales para luego pasar, mediante una beca de la Commonwealth, a la Universidad de New Brunswick; después enseñó en la de Carolina del Sur y actualmente en la de Nebraska.
Kwame Dawes ha sido, también, editor de la importante revista literaria Prairie Schooner, y en 1994 obtuvo uno de los premios del Forward Poetry Prize por su primer poemario “Progeny of Air”. Uno de sus mayores intereses de estudio gira en torno a la literatura y, particularmente, la poesía del Caribe y África; de allí que en los festivales literarios que organiza (en Jamaica y E E.U U.) haya logrado la participación de gente de la talla de los premios Nobel Derek Walcott (Santa Lucía) y Wole Soyinka (Nigeria). Tiene, así mismo, mucho respeto por la tradición cubana.
¿Cómo vive esa experiencia -tan norteamericana- de que el poeta encuentre su nicho dentro de la vida académica universitaria?
Trabajé en la Universidad de Carolina del Sur desde el 92, pero este año me he mudado a Nebraska, donde soy profesor y al mismo tiempo editor de un periódico literario a nivel nacional. Siempre estuve interesado en el examen crítico de la literatura, y aquello no entorpece para nada mi vena creativa. Mi más intenso interés ha estado centrado en la tradición de la literatura afrocaribeña, la literatura británica moderna y la cultura popular, especialmente la estética del reggae. Soy un profesor universitario porque me gusta enseñar, esa es mi profesión; y es un beneficio ser un poeta en ese entorno... Ahora, todos sabemos que la escritura de poesía no es una actividad lucrativa; alimento a mi familia siendo profesor, y eso me da libertad creativa para escribir.
... En las universidades existen, cada vez más, los “escritores residentes” y los programas de escritura, ¿qué piensa de eso?
Como te decía, los poetas han debido tener siempre otro trabajo. Eliot era banquero; William Carlos Williams, doctor... Lo que las universidades norteamericanas han hecho es convertirse en nuevas patronas de las artes, aún con todas sus contradicciones y problemas. Ya no lo son las cortes, la realeza o la burguesía... Pero se entiende que hagan esto, ya que les conviene... Ocurre que los escritores son, como resulta obvio, los que “encarnan” la literatura, en el sentido de que si la universidad dice que tiene a un “escritor en residencia” eso la hará ver bien. Por lo menos aún es así en Estados Unidos.
Lo otro que ha ocurrido es, como apuntas, la proliferación de los programas de escritura creativa; es un fenómeno extraño e interesante... Creo que en tanto los programas han dado apoyo a los escritores mientras buscan su propia voz, están bien; pero no creo que sean imprescindibles... Lo que sí resulta muy positivo es que estas iniciativas han creado una audiencia para la poesía. Y yo intento mantener ese ideal de que la poesía debe ser para todo el mundo, aunque sea a través de muy diversas vías. Que todo el mundo pueda comprometerse con ella de alguna manera. Porque una sociedad que se compromete con la poesía está en un trayecto hacia su ser. Saber apreciar la poesía es una forma excelsa de empatía.
Ha dicho que su interés se centra, entre otras cosas, en la literatura caribeña... ¿Es de aquellos que considera que los autores de la región tienen en común una serie muy evidente de rasgos formales, más allá de que sean francófonos, anglófonos o hispanohablantes?
Vamos por partes. En efecto, el Caribe es un conjunto de islas que constituyen universos en sí mismos. De allí que existan tantos dialectos y giros que van redefiniendo las lenguas, giros que son o fueron mecanismos de resistencia a la presencia colonial, a través de un renovado compromiso cultural con la palabra. Ya que la cultura colonial se “inventó” encima de lo que podríamos llamar la “indígena autóctona”, esa idea de la invención persiste en el habla también como forma de resistencia y de supervivencia... Es la noción de sujetos desperdigados a través de islas dispersas lo que, paradójicamente, da unidad identitaria al Caribe. Estamos supuestamente separados por matrices lingüísticas muy claras: están los que hablan inglés, francés, español, holandés... Pero, por ejemplo, si yo me fijo en Cuba, en el trabajo de alguien como Guillén, quien crea una estética a partir del influjo popular y la experiencia afrocubana, veo que es el mismo proceso a través del cual se estableció la estética de la música reggae -de allí la importancia de Marley- o del calipso... Es una forma de resistencia a lo opresivo de la herencia colonial europea; que es, por otro lado, una herencia que no puede negarse... Esto es lo que ha pasado también con gente como Langston Hughes o el blues en Estados Unidos: es la intención de suscitar una nueva estética a través de la experimentación con la lengua, cosa que desde luego en el Caribe está muy vinculada con el bagaje africano.
Entonces, ¿cuáles serían sus influencias caribeñas, tanto en relación con los autores de habla hispana como con aquellos de habla inglesa y francesa?
Pues casualmente Guillén fue una gran influencia para mí, así como (Nancy) Morejón... de los de habla inglesa, Dereck Walcott, Martin Wylde Carter... Walcott nos enseña a mirar el espacio en el que existimos, encontrar allí el léxico y el ritmo... Eso es esencial para cualquier poeta. De los francófonos está Aimé Cesaire, por supuesto.
¿Y cuál es su relación con África, con Ghana?
Mi madre era ghanesa y mi padre jamaiquino... Quiero decir, había nacido en Nigeria, pero de dos misioneros jamaiquinos. Ya grande se fue a Ghana a enseñar en la Universidad, conoció a mi madre y me tuvieron a mí. Pasé la niñez allá, hasta que a los nueve años viajé a Jamaica y en la isla me encontré con el movimiento rastafari, que plantea el regreso a África, contradiciendo el sentimiento que prevalecía en algunos sectores de la sociedad jamaiquina que, debido al colonialismo, tenían cierto rechazo a África. Mi padre trabajó, académicamente, reflexionando sobre esos vínculos con nuestro “viejo continente”... Así que la literatura africana ha sido muy importante para mí: Christopher Quiubo, Wole Soyinka, Kofi Awoonor son escritores que me han estimulado mucho, ya que trabajan en una circunstancia histórica cuya energía me es familiar... Me veo a mí mismo como parte de ese movimiento... A veces soy nombrado como un escritor jamaiquino, otras ghanés y otras tantas afroamericano. No me molesta esta “variedad” de gentilicios...
En 2009 obtuvo un premio Emmy en la categoría de “Nuevos abordajes noticiosos y documentales: Arte, Vida y Cultura”, por un importante trabajo de investigación sobre el VIH en Jamaica, ¿cómo surgió ese proyecto?
Fue algo extraño. En los ochenta empecé a escribir una serie de cortas piezas de teatro que tenían como tema el VIH. También había escrito algunos poemas... En fin, tenía un compromiso con ese asunto, con el dolor de la gente que atravesaba esa experiencia. Mucho después, en 2007, el Centro Pulitzer me contactó, con el Virginia Quarterly Review, para proponerme formar parte de un proyecto que consistía en publicar lo enviado por varios corresponsales alrededor del mundo sobre la situación del VIH, y me pidieron que fuera el corresponsal en Jamaica. Dije que no, porque no sabía lo suficiente sobre el tema y porque no era un periodista. Pero me dijeron que lo que querían era precisamente un escritor, que buscaban hacer algo diferente, y que conocían mi relación afectiva con el país.
Acepté, y comencé entonces una intensa investigación sobre el VIH en la Biblioteca Nacional de Washington. Viajé a la isla como unas cinco veces, entrevisté a sesenta o setenta persona... Comenzó siendo un documental y terminó convirtiéndose en este sitio multimedia, que incluso fue incluyendo algunos poemas que se volvieron el centro del trabajo, junto con la fotografía. El website (http://www.livehopelove.com/) es el que ganó el Emmy. El año pasado hicimos algo similar con Haití, pero no tan sofisticado ni con tantos recursos...
La idea de usar fotografía en diálogo con la poesía para contar historias es algo estupendo, aunque no estoy escribiendo poemas con ese propósito, simplemente los estoy escribiendo... Pero resultan muy pertinentes, porque lo que hago con los poemas no lo puedo hacer con una pieza periodística y viceversa. Y esto es algo que he dicho en algunos recientes programas televisivos en Estados Unidos: el poema tiene su propia tiranía; no “trabaja” para otra agenda. Si hago una entrevista de tres horas, eso será un buen artículo; pero hay una frase, una imagen, una línea que alguien me dice, y eso se convierte en el poema. Esa bien podría ser una de las funciones de la poesía: dar cuenta de la experiencia humana detrás del dato, de la estadística.