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El Telégrafo
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Una obra que intensifica la noción de encierro

Una obra que intensifica la noción de encierro
20 de abril de 2013 - 00:00

Eugenio se enamora de Eugenia, y la lleva a conocer a su mamá, con quien tiene una relación enfermiza, en una historia donde las coincidencias no son casuales. “La niña jamón” es una obra sobre la cosificación y la dependencia: Los nombres que se repiten en la pareja, el morado del vestuario de los tres personajes...

Todo ello apunta acaso a la incapacidad de Eugenio (Enrique Valle) de ejercerse como un ser individual. De esa incapacidad se envuelve poco a poco Eugenia (Alfonsina Solines). Esta es la primera obra que presenta Fabrizio Mantilla como director (ha sido miembro durante años de Fantoche Teatro de Grupo, colectivo especializado en improvisación).

Mantilla hace su primera apuesta con el segundo guión de la dramaturga argentina Laura Eva Avelluto, que ha podido ver esta versión de su obra, pues se encuentra en Guayaquil para dictar desde hoy un taller de dramaturgia y actuación en el Teatro Centro de Arte.

En el primer contacto sensorial con la obra, “La niña jamón” busca, no solo con sus líneas, crear un ambiente de incomodidad: Mantilla plantea una invasión proxémica. “Es una obra sin frente, para crear un encierro”, dice, refiriéndose a la ubicación de las butacas, que forman una elipsis alrededor del escenario, donde los actores están como aprisionados y se intenta incomodar tanto al espectador como al actor. “Acá no existe el atrás”, dice Mantilla, sobre ese espacio que, además, busca generar intimidad.

(Manipula) Dora (Ruth Coello), es -con mucho- el personaje que sostiene la tensión, una mujer a la que no le funcionan los filtros sociales. De una facilidad histriónica cercana a la bipolaridad -ha sido un gran papel de Coello-, Dora nunca pierde su objetivo. “Incluso cuando Eugenia empieza a sentir pena por ella, da la impresión de que Dora finge”, explica Mantilla, que durante años ha trabajado con Coello.

La tensión es constante, exaspera. Ya una cosa es saber que la historia trata de un sujeto incapaz de oponérsele a su madre, pero la relación de Dora con Eugenio es avasallante, al punto de culparlo indiscriminadamente de su hermana perdida -que, ¡oh, coincidencia!, se llama también Eugenia, como su novia-, cuando era solo un niño.

Con detalles como ese, “La niña jamón” es una obra en que no solo los personajes revelan cosas, sino que ellos mismos se van volviendo otros, como si una perilla imaginaria les controlara el carácter, que cambia lenta y dolorosamente.

Eugenia, que es vegetariana, empieza a sentirse cercada. Dora se indispone porque no come carne, y la mira con ojos escrutadores. “¿Estás seguro de que esta chica es la indicada?”, cuestiona Dora a su hijo: Y no, no se refiere a si es la indicada para casarse con él...

Empeñada en caerle bien, su nuera luce como una mujer débil y conciliadora. Pero el empeño se agota, y las ganas de quedarse también, justo cuando el escape empieza a tornarse cada vez más difícil.

“La niña jamón” se exhibe hasta hoy en el Teatro Centro de Arte (km 4,5 vía a Daule). El costo de la entrada es de $ 15.

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