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El Telégrafo
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Es autor de la tetralogía crónicas del breve reino (paradiso editores)

Una novela que nace de Pearl Jam

Cuando Santiago Páez regresó de España, en 1990, luego de estudiar, se dedicó de lleno a la literatura.
Cuando Santiago Páez regresó de España, en 1990, luego de estudiar, se dedicó de lleno a la literatura.
cortesía: kafka escuela de escritores
19 de julio de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

En uno de los talleres que el escritor Santiago Páez (Quito, 1958) tomó mientras cursaba su doctorado en Estudios Culturales, en la Universidad Andina Simón Bolívar, se encontró con un libro de los filósofos Deleuze y Guattari que le despejaron sus dudas sobre lo que, en ese entonces, para él era una especie de enigma: ¿qué es, de qué está hecha la novela corta?

En Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia, que para Páez es una obra comparable a Los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse, en tanto es una pieza rara de la literatura que cuando uno la lee “tiene una luminosidad increíble pero que no se la entiende del todo porque posee una serie de referencias que le desbordan a cualquiera”, el dúo francés dice que la novela corta, para ser definida así, debe contestar al lector exclusivamente una pregunta: “¿qué es lo que pasó?”.

Si los géneros literarios son una suerte de convención entre lectores y escritores sobre un conjunto de características de un producto escrito, los conceptos de Deleuze y Guattari le facilitaron esa distinción a Páez. El cuento, por ejemplo, según los autores franceses es un relato que responde “¿qué es lo que va a pasar en la historia?”. “Si yo en una estructura narrativa contesto qué es lo que pasó, no lo puedo hacer en demasiadas páginas, pues se volvería redundante. Tampoco podría hacerlo en pocas hojas. Entonces, lo que caracteriza a la novela corta no es el número de páginas, sino la dirección del relato”, le dijo Santiago Páez a los talleristas de Kafka Escuela de Escritores, en una charla que mantuvo a propósito de su nouvelle Olvido, reeditada por Cactus Pink y publicada originalmente por La Caracola Editores, en su colección Antropófago.

“El cuento es como el suspenso y por eso tiene un fin que debe ser deslumbrante. Mientras que en la novela corta, la trama cuenta por qué se llegó a una determinada situación. En cambio, se dice que la novela, a secas, mezcla a ambos: a momentos va hacia el futuro, a momentos previene lo que sucedió”, precisa el autor de la tetralogía Crónicas del Breve Reino (Paradiso Editores), una obra de 800 páginas que, por recomendación de su editor, Xavier Michelena, tuvo que publicar en un solo tomo los cuatro libros que componen esa gran “novela total”.

Este proyecto, previo a la publicación de Olvido, arrancó a finales de 1999 y terminó en 2005. La primera obra de la tetralogía es una novela histórica y ocurre en el siglo XX, durante y después del movimiento alfarista. La siguiente es una novela policial (en el periodo bananero), la tercera es de aventuras (durante la crisis monetaria de 1999, que devino en la dolarización) y la cuarta es sobre ciencia ficción.

Luego de esta empresa que le tomó cerca de cinco años a Santiago Páez, en su cabeza quedó resonando un ruido como si una campana hubiera sido sacudida con violencia dentro de él. Para desembarazarse de esa pesadez, escribió una novela “medio” humorística, Pirata viejo, pero sintió “que no funcionaba”, que no lo ayudaba a desprenderse de su proyecto anterior, hasta que un día se encontró con una mujer en un bus y escuchó una canción.

“Mi hijo estaba oyendo música en su cuarto y de pronto oí lo que es el grunge. Descubrí que esos músicos eran unos poetas, que eran como los simbolistas, pero nacidos en Detroit. Bueno, escuché la canción ‘Elderly Woman’, de Pearl Jam, y me impresionó muchísimo. Me atrajo esa idea de una mujer que ha perdido la memoria, que no le quedan visos de lo que fue, de los rostros que tal vez amó. Los dos últimos versos de la canción son poderosos: los corazones, los pensamientos que desaparecen, que se desvanecen (hearts and thouhgts they fade, fade away). Es un gran poema”, comenta Páez, quien usó un fragmento de la canción como epígrafe de Olvido, una novela que, al igual que la pieza de la banda estadounidense formada en Seattle, narra la historia de Selma, una mujer sin memoria que tratará, a través de fotografías, de recomponer su presente, de entender su lugar en el mundo.

La protagonista de esta obra de 87 páginas es producto de una aparición de Santiago Páez. Un día el autor iba en el Trole Bus y vio a una mujer con ojos claros, deslumbrantes, que revelaban que en su juventud había sido hermosa. El autor recuerda que trató de buscarla después entre los pasajeros y ya no la encontró. Y entre los versos de Pearl Jam y esa mujer que, quizás, fue una alucinación, decidió escribir Olvido, una novela que espacialmente no tiene nombres, por lo que la historia de Selma pudo suceder en cualquier parte del universo.

“Era algo (Olvido) que tenía que ser íntimo, algo que le pasa a un solo sujeto y que no tiene ningún impacto social. Traté de separarme de esa exigencia de la ‘Historia’ con mayúscula, y también de la ‘historia’ con minúscula. La ‘historia’ demanda de una serie de consistencias en la narración. Es decir, si en el capítulo cuatro de alguna obra un personaje toma una pistola y dispara, yo debí sembrar antes, en la lógica narrativa, el porqué ese personaje sabe manejar un arma, debí decir antes que su papá era, por ejemplo, militar y le enseñó a disparar, de lo contrario es absurdo, no tiene sentido”, reflexiona Páez, para quien también existen historias, como la de Olvido, arbitrarias.

“Hay relatos que pueden ser inconsistentes y lo que le pasa a Selma es impensable. No puede ser que alguien pierda la memoria de un día para el otro, que alguien esté trabajando en un almacén y, de repente, no sepa quién es; no es lógico, no es consistente, pero eso es lo que buscaba”, precisa el autor quiteño. (F)

Proyectos literarios

Kafka Escuela de Escritores y Cactus Pink

Kafka Escuela de Escritores (KEE) surge por una necesidad o, más bien, por un vacío que percibió el joven escritor Santiago Peña Bossano (Quito, 1990) en el entorno de los talleres literarios. Él, que antes había participado en varios de estos espacios, se dio cuenta de que era el de menor edad entre los asistentes, entonces se le ocurrió explotar una idea ausente en el panorama de la literatura local: fundar un sitio exclusivo para “jóvenes escritores”, sin que esto excluya a la gente adulta que quiera participar.

Así nació KEE en octubre de 2015 y, hasta el momento, los talleres han sido conducidos por los escritores Juan Carlos Cucalón, Huilo Ruales Hualca y por el propio Santiago Peña. Entre las modalidades de la escuela están los talleres de Escritura Creativa (para neófitos), de Terapia Intensiva (para quienes ya tienen material literario al que solo hay que pulir), de Novela Corta, de Narrativa Contemporánea (en donde se analizan obras fundamentales, desde Bartleby, el escribiente, hasta El guardián entre el centeno), y Online. También hay clubes de lectura en el que hacen análisis comparativos. “Obviamente no se enseña a escribir. La mecánica de un taller de creación es dotar al participante, con o sin talento, de elementos formales y de contenido. Estamos ayudando, aupando al escritor que va a salir, mientras que los demás la pasan muy bonito”, comenta Juan Carlos Cucalón, quien también dirige los cursos de lectura.

Sobre la editorial de KEE, el primer título que publicó Cactus Pink es Olvido, de Santiago Páez. “El cactus es la planta que más resiste a las adversidades. El cactus puede vivir en el desierto, sin mucha agua, sin mucho cuidado, y por eso tomamos ese nombre, porque queremos que la editorial no sea efímera. Y ponerle pink (rosado), un color fuerte, fue para generar una suerte de sinestesia dada la fusión entre el verde del cactus y el rosa”, relata Santiago. (I)

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