En la calle más antigua de Quito los pioneros del pasillo empezaron a hacerle una efigie a la vida bohemia desde la década del 30. Su impronta en La Ronda estuvo acompañada de las obras de pintores y poetas que forjaron una época de oro en la memoria colectiva del país.

Entre los músicos estaban quienes conformaron el dúo Benítez-Valencia -desde 1940 y durante 3 décadas-: el otavaleño Gonzalo Benítez Gómez (1915-2005) y el quiteño Luis Alberto Valencia Córdoba (1918-1970). El par de trovadores se coló en los hogares de sus oyentes a través de radios tradicionales creando una industria cultural que se registró en los Long Plays de la fábrica de discos quiteña Fadisa. Y el eco de estos cantores tenía una característica especial: servía de base para que otros talentos de la música ecuatoriana se dieran a conocer frente a un público apenas consciente de la originalidad de sus notas musicales.

Benítez y Valencia recibieron cientos de reconocimientos dentro y fuera del país, incluida una placa recordatoria que conmemora su obra en el barrio La Ronda, y la cual se colocó hace poco más de un lustro, el 10 de noviembre de 2010, como insignia de la declaración de “el dúo más importante del país” como Patrimonio Inmaterial del Distrito Metropolitano de Quito.

La composición e interpretación de piezas ya clásicas del pasillo, género nacional por antonomasia, deriva en un homenaje que se dará esta tarde por los 100 años del natalicio de Gonzalo Benítez.

Historia de un dúo inolvidable

En 1931, los serenos que ofrecían los jóvenes de los colegios capitalinos fueron terreno fértil para el encuentro entre 2 hombres: después de que, acompañado de sus amigos, Gonzalo escuchara la voz de Luis Alberto, al dueto solo le quedó buscar un repertorio para encantar.

El 18 de octubre de 1940, Radio Quito tenía dos meses de inaugurada y un cuarteto de guitarras acompañó al par de trovadores, en el programa nocturno ‘Canciones del alma’, que les pagaba 35 sucres a cada uno por las 3 audiciones que protagonizaban a la semana.

Los acompañantes, a quienes ayudaban a conocer primero, y luego iban forjando su público fueron, entonces: El Pollito Ortiz, quien llevaba la primera guitarra, y el Potolo Valencia, en la segunda.

Entre estrenos y versiones, su legado musical acumuló más de 700 canciones, muchas de las cuales son consideradas himnos de la nacionalidad ecuatoriana, como ‘El chulla quiteño’, ‘Qué lindo es mi Quito’, ‘La vuelta del chagra’, ‘El paisano’, ‘Vasija de barro’, ‘Balcón quiteño’, ‘Romántico Quito mío’ y ‘El farrista quiteño’.

La institucionalización de la serenata quiteña es otra de sus gestas, a través de la cual tornaron tradicional una costumbre que hilvana la historia de la primera mitad del siglo XX en cuanto a los rituales del cortejo en la ciudad. Valencia y Benítez propusieron y llevaron adelante la primera celebración musical por las fiestas de Quito con la impronta de su tono inconfundible a cuestas. Uno que tuvo una respuesta guayaquileña en Ifesa, la empresa discográfica en que el puerto principal delineaba su particular interpretación de la ya centenaria música ecuatoriana.

Condecorados hasta el presente

En 1962, los integrantes del dúo Benítez-Valencia fueron nombrados ‘Caballeros de la República’. En 1987 recibieron la Condecoración en grado de Oficial y, luego, Gonzalo Benítez obtuvo la de Gran Oficial.

El requintista Eduardo ‘Chocolate’ Morales empezó su carrera acompañando a estrellas como las Hermanas Mendoza Suasti o Gonzalo Benítez y, ahora, concuerda con uno de los pronunciamientos del cantor nacido hace un siglo (14 de enero de 1915): “Debe hacerse una biblioteca de la música nacional -dijo Benítez-. Los gobiernos deben hacer un lugar dedicado exclusivamente a esto”.

Diez grupos intérpretes del pasillo -conformados por autodidactas en su mayoría- se presentarán en la calle antigua en la que Benítez deleitó al país como el generoso trovador que fue y que no ha dejado de deleitar con el devenir de las décadas. (I)