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El Telégrafo
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Una bien actuada y muy lenta historia de espías

Una bien actuada y muy lenta historia de espías
14 de agosto de 2012 - 00:00

Así como el diablo está en los pequeños detalles, el cine de suspenso, en especial los filmes sobre espías, tiene su fortaleza semántica en las pequeñas cosas. Es lo que sucede con la versión para cine de “Tinker Tailor Soldier Spy”, protagonizada por un reparto de estrellas masculinas británicas con Gary Oldman a la cabeza, pero sin recurrir a la espectacularidad de los múltiples y diversos aparatos, cuidadosamente coreografiadas peleas, emociones, persecuciones y derrames como los ya clásicos filmes de James Bond, a los que uno está acostumbrado. Si se ingresa a una sala de cine a ver esta película lo que encontrará es un silencio sepulcral y más de un rostro de perplejidad tratando de seguir los múltiples saltos de tiempo que no tienen, parecería, ninguna identificación.

Tres baluartes de la cinematografía comandan este exitoso barco (para la crítica y las diversas academias de cine, ya que la mayoría del público lo encuentra demasiado enredado en su narrativa): el director sueco Tomas Alfredson, el  de fotografía Hoyte van Hoytema y el editor Dino Jonsater, que apuestan formalmente por acercamientos a objetos aparentemente insignificantes y tomas de enfoque superficial que constantemente evocan la naturaleza de misterio e intriga que rodean a las organizaciones clandestinas como las retratadas en el filme, el MI6 y un desconocido sector de la inteligencia británica  cuyos miembros de alto rango identifican como el Circo (grupo secreto) por su ubicación en Cambridge Circus, Londres.

Basada en la novela homónima de John Le Carré -quien en los cincuenta  y sesenta trabajó como miembro de los sectores MI5 y MI6 del servicio de inteligencia británica-, “Tinker Tailor Soldier Spy” es un filme lleno de miradas con significado, pausas expectantes y que da pie a más profundas y complejas hebras de trama. Estas reflexiones empatan con lo dicho por los usuarios de imdb.com, scunnerish de Glasgow, Escocia y the_rattlesnake25 de Sheffield, Inglaterra.

Uno debe entender que este no es un filme para ver comiendo canguil, desde que se aprecian los colores sepia y ocres de las series de televisión de los sesenta y setenta, todo cargado de una neblina que genera ese opaco y angustiante ambiente de la Guerra Fría en el mundo de trajes cafés y paredes londinenses empapeladas. Poco a poco, el espectador se sumerge en la investigación de George Smiley  (Gary Oldman) quien había sido obligado a renunciar al Circo cuando una misión fallida en Hungría terminó con la muerte en público del agente Jim Prideaux (Mark Strong) y la consecuente renuncia de su amigo y Jefe Control (John Hurt), requerida para un alto mando del gobierno inglés.

El objetivo de dicha pesquisa es saber quién de los agentes de mayor rango del Circo es un espía ruso como ya lo sospechaba Control -lo que lo llevó a organizar la misión en Hungría-: Bill Haydon (Colin Firth), Percy Alleline (Toby Jones), Roy Bland (Ciaran Hinds) and Toby Esterhase (David Dencik). Aunque más interesante es ver la guerra entre generaciones de espías, los viejos como Smiley y los sospechosos de ser el traidor de la agencia secreta, y los jóvenes Peter Guillam (Benedict Cumberbatch), el único ayudante de Smiley en una investigación de la que nadie puede saber algo.

¿Quién es el topo? ¿Por qué alguien traicionaría a su país? ¿Existe el verdadero compañerismo entre espías? Al parecer son las preguntas que uno se hace al ver “Tinker Tailor Soldier Spy”, notando que la respuesta a la última de ellas implica aceptar la sombría y cruel realidad de que cada cual trabaja para sí mismo y su reputación, y no para el gobierno de la nación que lo emplea.

Es el desarrollo de los personajes, combinado con las balanceadas y poderosas actuaciones, especialmente de los actores secundarios como los jóvenes agentes y Control, lo que mueve la trama, pero la narración tiene un ritmo demasiado lento para el cine moderno.

Algunos dirán “qué hay de malo con tomarse las cosas con calma”; sin embargo, olvidarán que al momento de ver un filme la ralentización o el ritmo reposado sirven más a los propósitos del cine de horror que al de suspenso, especialmente cuando se tratan de filmes de espías.

Aunque es cierto que la manipulación burocrática, las discusiones infantiles y el hacer tratos inducidos por la codicia son características más fieles al mundo del espionaje que los martinis, los autos de lujo, los smoking y las bellas mujeres, el que conoce la presentación de los filmes tradicionales de espías espera más acción y más pasión que una serie de emociones contenidas y un agudo instinto por descubrir al culpable y enmendar entuertos que puedan causar daños irreversibles al status de la nación a la que se sirve.

“Tinker Tailor Soldier Spy” se ve como si uno participara de una cata de vinos, en medio de una conversación sobre el último filme de Woody Allen o la mejor obra de Harold Pinter, por supuesto privilegiando el placer por la intriga y la alegría del descubrimiento final del buen “whodunnit”. Al parecer el público está más predispuesto a las balas y los lavados de cerebro.

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