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Una aproximación al tema Queer desde Vázconez y Palacio

Una aproximación al tema Queer desde Vázconez y Palacio
27 de octubre de 2012 - 00:00

La tarde del jueves pasado en Quito se abrió el I Coloquio Pensando “lo Queer” desde y en América Latina: Capítulo Ecuador. Allí se congregan numerosos teóricos de todo el mundo que abordan la temática de la diversidad sexual desde el arte, la vida y el pensamiento. Una de las conferencias fue “La violencia en la narrativa queer de Ecuador”, dictada por Pedro Artieda y “El cuerpo muerto que grita sin voz”, propuesta por Fausto Rivera.

Artieda, en su exposición, se basó en La homosexualidad masculina en la narrativa ecuatoriana, un ensayo que publicó tiempo atrás. Y es que ambas conferencias situaron la temática homosexual o trans en la literatura ecuatoriana. La charla ocurrió a las 18:00 en Flacso; el encuentro concluye hoy.

Entre los textos de esta literatura Queer que, a través de distintas estéticas pone sobre el tablado el ser homosexual o trans como luchas contra ese sistema represivo, es necesario mencionar el cuento de Javiér Vásconez, ‘Angelote, amor mío’ -decía Artieda-. Es fundamental -puntualizó- por el constante uso de símbolos de la Iglesia católica desde el sarcasmo y la ironía, incluso partiendo desde el título.

Para ejemplificarlo extrajo citas de dicho cuento del autor quiteño: “Ahora eres Angelón de retablo... Pero ya no eres el aguijón que fuiste, Demonio de Ángel”, dice el narrador personaje tras ver a su amante, Jacinto, en un ataúd. Y deja ver el doble discurso de la moralista sociedad quiteña de clase alta.

Continuó con la cita: “Con ojos atentos tu parentela seguía cada uno de mis pasos. Una vez más aparecía la mentira, el engaño, la hipocresía de todos ellos limpiando sus lágrimas con pañuelitos de seda... Has sido Diabla en los abismos de la Alameda en esas noches donde aparece un hombre muerto a puntapiés en el infierno de esta ciudad conventual”.

El autor -explicó Artieda- desnuda a sus personajes principales mostrando con honestidad virtudes y defectos: son dos seres humanos que viven y hablan desde el placer y el dolor. Luego vino la intervención de Fausto Rivera, quien,  entre otros autores, citó a Pablo Palacio, Néstor Perlongher y Severo Sarduy.

Previamente Artieda puntualizó lo siguiente: “Pablo Palacio fue el primer autor ecuatoriano que abordó la temática homosexual. La historia va de un hombre mayor que es asesinado en Quito tras intentar seducir a un niño”.

Palacio, dice Rivera, permite reflexionar sobre una problemática que “logró exponerla en las sombras de un emergente lenguaje vanguardista: Esto es, reconocer que las instituciones -en sus diferentes formas (nación, religión)- y los discursos que éstas reproducen, son los que regulan la vida humana, las que ejercen violencia sobre esos cuerpos que no logran ubicarse en un código ensayado; son también las  que normalizan las relaciones sociales para garantizar su correcto funcionamiento, pues en el ejercicio de su poder, les resulta más fácil simplificar la vida: nuestros deseos, nuestras verdades, nuestras pulsiones, que ponerlas a dialogar socialmente”.

“Estas instituciones -sigue Rivera-, con sus grises discursos, crean la realidad que nombran, en tanto han pretendido definir nuestro lugar en el mundo, nuestro devenir identitario: Yo te nombro vicioso, acaso ¿marica?… y paralelamente, para sintetizar aún más la diversidad humana, emprenden una campaña de encubrimiento sobre el otro: Si no te nombro, no existes; si existes y no logro nombrarte es porque no puedo entenderte, entonces, te encubro, te olvido, te mato…”.

A este par de conferencias se le agregaron preguntas del público que, como un discurso inacabado, dejaron entrever que el debate frente a la temática Queer es permanente.

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