Largometrajes, cortos y videoclips realizados con bajo presupuesto consiguen ser exhibidos gracias a “Ecuador Bajo Tierra”. Mariana Andrade, directora ejecutiva de OchoyMedio -entidad organizadora- habla sobre el encuentro.

La primera edición del festival fue en 2009, ¿cómo así se descontinuó hasta ahora?

No se descontinuó, nosotros continuamos con el proceso, porque no solo es el festival, sino varias etapas las que se cumplen. El año pasado se dieron talleres de capacitación. Se trajeron dos maestros, uno de Brasil, Mancio Camara, que dictó un taller de sonido, y un maestro cubano, Gerardo Fernández, quien dio un taller de dramaturgia. Obviamente, también por falta de presupuestos. Y ahora que también se hace, con el Ministerio de Cultura, la Ronda de Negocios, el festival tiene un contexto adicional.

Aparte de los talleres, ¿qué otros procesos llevaron a cabo en ese tiempo?

Después del primer festival se publicó el libro (Ecuador Bajo Tierra). Se empezó a trabajar el guión de “Sicarios Manabitas II”, de Fernando Cedeño, en el que vamos finalmente a conjugar los dos mundos: el mundo formal del cine y el mundo informal. También está un proyecto de Nelson Palacios, una adaptación de la obra “Un tranvía llamado deseo”, llamado “Tricitaxi deseo”. La realización es difícil porque son proyectos que no calzan fácilmente en las convocatorias del Consejo Nacional de Cine, porque, por ejemplo, hay jurados internacionales que no conocen el proceso que estamos viviendo actualmente. Son trabajos que no han sido favorecidos por los fondos estatales, entonces ha demorado también que puedan ejecutarse.

¿Cómo se realiza la elección de los participantes del festival y la de sus productos?

Nosotros hicimos una convocatoria abierta, es un festival que no tiene restricción alguna. No ponemos condiciones de duración, ni formatos. Pueden ser documentales, ficciones, largos, cortos.

¿Cómo fue la acogida de esta convocatoria?

Fue una convocatoria bastante directa, hacia realizadores que ya han tenido contacto con nosotros hace bastante tiempo, entonces preguntaban cuándo es el festival, ya esperaban esto.

En cuanto a la organización del programa del festival, ¿hay algo distinto a la primera edición?

Tenemos una muestra de cine provinciano de Perú y tenemos la presencia de un experto internacional, especializado justamente en los cines bajo tierra de México y Nigeria. Se llama Emmanuel Vincenot, un francés, y dará varias conferencias sobre la circulación del Narco cine y de Nollywood.

Sobre los productos nacionales que van a presentar, ¿cuáles son los temas más recurrentes que eligen los realizadores?

Hay varios estrenos que están en cartelera, por ejemplo “El ángel de los sicarios”, la segunda realización de Fernando Cedeño. Tiene que ver mucho con la idiosincrasia de Manabí y sus maneras de vida. También está “Los Raidistas”, que cuenta la historia de un grupo de personas que hizo un recorrido desde Chone a la capital, encabezada por Carlos Aray. Hay de todo, hay aventura, acción, amor, familia. Son varias maneras de contar ciertas formas de vivir, que reflejan mucho de la idiosincrasia del país como tal. Son películas que forman parte de la historia visual ecuatoriana.

El festival le brinda legitimidad a este tipo de producciones audiovisuales...

... Claro, exactamente. Acá no establecemos juicios de valor, ¿quiénes somos para establecerlos?. Sebastián Cordero también utiliza la violencia en sus largometrajes y respetamos su decisión. Acá también los realizadores hacen las películas con sus propias maneras de producir, crear sus obras y luego de distribuirlas. Entonces lo que hace OchoyMedio es darles una plataforma muy clara de sala de exhibición.

Al finalizar el festival, ¿piensan llevar a cabo nuevos proyectos con los realizadores?

Esperemos que sí. Ojalá nosotros podamos cristalizar tanto “Sicarios Manabitas II”, como “Tricitaxi deseo”. Vamos a ver qué resultados da el festival, aparte tenemos apoyo de las autoridades culturales. Y creo que es un sector del audiovisual que necesita ser visto y reconocido como tal y, sobre todo, ser respetado.