Un regalo impagable, palabras y expresiones; otras nostalgias
Bolívar Echeverría -filósofo, académicamente formado en Alemania, nacido en 1941 en Riobamba y fallecido en México DF en 2010, estudioso del marxismo, maestro e investigador de la materia en la Universidad Nacional Autónoma de México y autor, entre muchos más, de libros tan valiosos como El discurso crítico de Marx, Definición de la cultura y La modernidad de lo barroco- es tal vez el más ilustre desconocido de nuestras figuras intelectuales que brillaron (y brillan) en el extranjero.
Busqué libros suyos en Guayaquil y no encontré ninguno. Fue como pedirle peras al olmo. Por eso le agradezco tanto a Pocho Álvarez, quien encontró tres en Quito –Modernidad y blanquitud, Vuelta de siglo y el estudio introductorio de La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica de Walter Benjamin-, que me los trajera de regalo.
Pepo (y cuarta) y pasemos a otra cosa.
¿Por qué caemos guarda abajo en Guayaquil? No sé, responde un recién llegado al puerto.
La expresión es popular y la gente la dice sin ninguna duda: “Me fui guarda abajo”, es decir me caí, a pesar de al menos siglo y medio de su origen, allá por el XVIII, cuando los que vivían en planta alta echaban a la calle, al grito de “guarda abajo”, el contenido de sus bacinicas . En México se hacía lo mismo al grito de “aguas”, esto es, “cuidado”, mientras en el Ecuador quería decir “cuidado abajo”.
Así, por obra y gracia de la lectura en tanto integrante del signo y completadora del sentido del texto, hay palabras que a pesar de su origen inocente y hasta tierno, como “cojudo”, que se refiere al ternero recién nacido que se para temblecoso y está cojudo (tontito), se vuelve mala palabra porque se la liga a cojones.
Ya hemos conversado sobre la palabra atorrante, de procedencia argentina, y de chévere y mesié Chevré, el francés al que los cubanos le decían “chevere” y era muy chévere, y a todo lo que era como él terminaron diciéndole chévere.
¿Qué tiene que ver el “arroz con chancho” con la homosexualidad?
¿Por qué el guayaquileño, al referirse a los gays, dice que les gusta el arroz con chancho?
En Guayaquil universal, entre la literatura y la historia (Libresa, colección Antares, Quito 2009), encontramos la respuesta .
En efecto, en el capítulo “Guayaquil, la ciudad de los apodos”, leemos: “Dice Pérez Pimentel que por los años veinte del siglo anterior vivía en Guayaquil un serrano de nombre Gualberto. El guambra tenía una fonda en Clemente Ballén y Pedro Moncayo. El sitio ganó fama gracias a su delicioso arroz con chancho. Hasta que un crimen cometido en dicho lugar sacó a flote que Gualberto era homosexual y a sus amigos que lo visitaban convidaba un plato de arroz con chancho. De ahí la resbalosa fama del potaje”.
Además, es cierto que Guayaquil es la ciudad de los apodos.
Ahí les mando unos cuantos: “cara e’guante”, “mango triste”, “pata e’loro”, “mano e’gancho”, “perro peinado”, “caldo e’bolas”, “gallo hervido”, “brisa hedionda”, “tarzán de bonsai”, “nalga e’piano”.
También es una expresión de uso popular “Sapo de la Grecia“, para referirse a alguien muy inteligente, mentalmente ágil, vivo, sin un pelo de bobo, lúcido.
¿Qué tiene que ver Grecia con los sapos? Muy simple: un sapo en el habla costeña del Ecuador es un sabido. Y si es de la Grecia se eleva a sabio, lo que nos permite suponer que tal vez provenga el dicho de los siete sabios de la Grecia Antigua, citados por Platón.
¿Qué es una “selemba“? En el diccionario no existe. Sin embargo, no hay puteada mayor, que “por la selemba puta”. Arcano del habla popular que no se ha dejado desentrañar.
Tampoco sabemos la procedencia de Ufredo Basilio, Rognny, Ulbio, Fulvio, Conrado, Gervasio, Cornelio, etcétera. Son simples nombres. Son raros o ambiguos, pero son como monóculo de cuyo uso y lugar de uso podríamos dudar. O el ningún valor de la güeva izquierda que dicen los chilenos, que no significa más que cero a la izquierda.
Y basta de olvidos y nostalgias.