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El Telégrafo
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Juan Murillo Miró, fundador del diario, tuvo que pedir asilo en Chile, debido a la persecución sufrida por el gobierno de la época

Un periódico pionero e innovador

Un periódico pionero e innovador
14 de febrero de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

La Revolución Liberal estaba latente. Eran días de convulsión nacional. El gobierno de José María Plácido Caamaño había abandonado a sus coidearios, ya que éste había llegado al poder tras el derrocamiento de Ignacio de Veintemilla (Rafael Pérez lideró un gobierno provisional de 8 meses en el intermedio) con ayuda de los grupos progresistas y liberales, pero poco tiempo después se había volcado al lado conservador. Hubo un sentimiento de traición...

Se vivía un Ecuador desinformado, en el que la era de las comunicaciones modernas (para la época) hacía su ingreso con el telégrafo. Corría 1882 y Juan Murillo Miró  llegaba al país con ideales de tener una nación unida por un medio de comunicación. La libertad de expresión era nula. Los liberales estaban reprimidos.

Murillo, quien vivió la convulsión de los preludios de la guerra civil europea (la lucha del pueblo contra las monarquías), regresó a Ecuador con ideales liberales y asumió como su bandera de lucha la igualdad de oportunidades. Tras heredar la imprenta de su padre, Manuel Murillo (falleció el 17 de enero de 1884), Murillo sacó el primer ejemplar de EL TELÉGRAFO el  16 de febrero de 1884. En la calle Del Comercio (actualmente Pichincha) estaba la primera oficina del periódico, que funcionaba en la casa de doña María Gamarra viuda de Hidalgo y se imprimía en una prensa americana de marca HOE.

En plena lucha liberal EL TELÉGRAFO fue el grito de protesta de un grupo traicionado por Plácido CaamañoDesde la primera publicación, su oposición al gobierno de Plácido Caamaño fue frontal. A la par, la lucha de los liberales no daba los resultados que esperaban. “Los muertos se contaban por miles en los campos de batalla (los cuales eran localidades como Milagro, Chone, el sector de Mapasingue en Guayaquil, entre otros)”, relata el historiador porteño Eduardo Villacrés, quien resalta la insistencia que tenía el ejército revolucionario liderado por el general Eloy Alfaro.

Pese a que la pena de muerte para conflictos políticos estaba prohibida en la Constitución de la época, el 1 de enero de 1885 fue fusilado en Palenque uno de los líderes revolucionarios de Guayaquil, Nicolás Infante Díaz.

La noticia llegó a Murillo, quien recriminó el hecho en las páginas de su informativo. El destacado historiador de la época, Camilo Destruge, también de espíritu liberal, formaba parte del grupo de escritores del naciente diario guayaquileño.

Destruge fue otro portavoz de la protesta por la muerte de Infante, a la que se unieron miles de guayaquileños, tal como describe el historiador Rodolfo Pérez Pimentel en su libro ‘Ecuador Profundo’.

“Una multitud llenó la calle Aguirre desde Pichincha hasta Pedro Carbo en procura de esa hoja y lo mismo ocurrió al día siguiente, 6 de enero, convirtiéndose las oficinas del diario en centro de activa conspiración”, redactó Pérez.

Al ser visto como uno de los líderes de la oposición al gobierno, Murillo fue encarcelado. Tras pagar una fianza, salió en libertad y se exilió en Chile. Sus coidearios siguieron con las publicaciones, hasta que el  informativo dejó de circular el 3 de julio de 1886, por presión del gobierno de Plácido Caamaño.

Desde Chile, Murillo hizo otra denuncia que afectó al gobierno: el supuesto uso ilegítimo de la bandera ecuatoriana por parte del país austral en la venta de un barco a Japón que se encontraba en guerra con China. Este escándalo generó la salida del poder de Cordero y fue fundamental para que el liberalismo llegue al poder a través del general Alfaro.

Sin trabas políticas para volver, Murillo retorna al país. Con su fundador en Guayaquil, EL TELÉGRAFO reaparece el 14 de octubre de 1896, en momentos en que Guayaquil se sobreponía  al  gran incendio del 5 y 6 de octubre. El periódico se constituyó en un puntal que  ayudó a consolidar la Revolución Alfarista.

Murillo fue designado por Alfaro para dirigir la  Escuela de Artes y Oficios en Quito. Poco después  vendió la empresa a  José Abel Castillo, quien fungió como director desde la edición del 7 de enero de 1899.

El 16 de julio de 1902, tras un nuevo incendio en Guayaquil, la casa de la familia Hidalgo-Gamarra, donde funcionaba EL TELÉGRAFO, quedó destruida. Ahí se quemó la prensa en la que se imprimió por primera vez el informativo.

Reapareció el 1 de julio de 1903, en su propio taller de la calle Aguirre. Tuvo un formato más grande, con 4 páginas a 6 columnas. En 1915 se inauguró la prensa  Duplex, que imprimía 8 páginas a una velocidad de 4.500 ejemplares por hora.

Aquel año empezó a publicar en el diario sus poemas un adolescente de 16 años. Su estilo modernista ganó espacio rápidamente, a tal punto que Castillo lo contrató como editor.

EL TELÉGRAFO, el diario de mayor prestigio de la época, apostó por un joven que no había terminado el colegio para que sea uno de sus escritores principales y editor... se trataba de Medardo Ángel Silva.

Dos años después de su trágico deceso (19 de junio de 1919) ingresó al diario otro de los grandes escritores de la época, Adolfo H. Simmonds, quien laboró en EL TELÉGRAFO por más de 40 años.

Entre los escritores reconocidos que plasmaron sus obras en el ‘Decano de la prensa nacional” se cuentan Enrique Gil Gilbert, Joaquín Gallegos Lara, José de la Cuadra, Jorge Carrera Andrade. Obras de genios de la literatura latinoamericana como Rubén Darío y Gabriela Mistral también tuvieron su espacio.

EL TELÉGRAFO fue protagonista de un hecho histórico en el país. El 4 de noviembre de 1920 sus lectores  fueron sorprendidos con la noticia de que un avión biplano, bautizado como El Telégrafo I, cruzó por primera vez los Andes ecuatorianos, abriendo el camino para el desarrollo de la aviación comercial en el país, el mismo avión desde el cual José Santiago Castillo había tomado las primeras fotos aéreas de Guayaquil meses atrás.

Diario EL TELÉGRAFO fue relanzado el 17 de marzo de 2008, con la premisa de dar espacio a los ‘invisibles’.Por aquellos días el ambiente entre la clase laboral y el gobierno no era nada prometedor. Los desacuerdos y el levantamiento de los obreros terminaron con la masacre del 15 de noviembre de 1922, en la que centenares de personas murieron en una reyerta y sus cuerpos fueron arrojados al río Guayas, con los vientres abiertos para que no flotaran. “Durante el gobierno liberal de José Luis Tamayo se asesina a centenares de obreros en las calles de Guayaquil. EL TELÉGRAFO es el único diario del país en levantar su protesta y llenar sus páginas con denuncias en contra del régimen de esa era”, narra Pérez Pimentel.

Dar a conocer los acontecimientos trascendentales del país de una manera frontal  costó el exilio, otra vez, a un directivo del diario. José Abel Castillo fue amenazado y perseguido. Así, decidió radicarse en Alemania por varios años. La censura hacia el diario se hizo sentir.

Previamente a su exilio, Castillo tenía en mente potenciar nuevamente el diario, por lo que empezó la construcción de un imponente edificio en las calles 10 de Agosto y Boyacá. Sin la presencia del dueño del diario y con una rotativa recién comprada, en 1923 se inauguró la nueva casa de EL TELÉGRAFO. Un año después se  añadió a esta construcción un reloj público en la parte superior.

Con Abel Castillo exiliado, sus hijos Manuel Eduardo y José Santiago Castillo administraron el diario. En 1927 vuelve el líder de la familia y retoma el control de la empresa, hasta 1940, cuando fallece. José Santiago asumió la dirección.  

En la década del 70, con un medio de comunicación que no se renovó al nivel de la competencia, la familia Castillo dejó de ser accionista mayoritaria. El expresidente de la República (1966/68) Otto Arosemena y su hermano Eduardo compraron la mayoría de las acciones. Fue Eduardo el director hasta 1982.

Luego, el medio fue vendido al banquero  Rodrigo Ycaza Candell (dueño de La Previsora), que nombró director a Xavier Benedetti Roldós. En esa época, mientras otros diarios habían pasado al sistema offset, en EL TELÉGRAFO todavía se continuaba imprimiendo con plomo.

En 1987 José Antón adquirió el periódico. Roberto Hanze fue nombrado director y Henry Raad gerente. Los nuevos dueños compraron una máquina offset. “La nueva tecnología hacía irremediable el sacrificio humano que significaba cerrar temporalmente el diario”, escribió Raad en su autobiografía “¿Valió la pena?”.

El diario cerró sus puertas por reestructuración a fines de 1986 y fue relanzado el 18 de octubre de 1987. Pero EL TELÉGRAFO se imprimía, por aquellos días, en el edificio de Pycca, en las calles Boyacá y Colón, debido a que el del diario estaba en remodelación. La adecuación duró 2 años.

En 1996 el diario fue adquirido por el propietario del Banco del Progreso, Fernando Aspiazu, quien fue detenido en 1999 por problemas financieros. En 2002 la Agencia de Garantías de Depósitos (AGD) lo incautó y asumió el control administrativo.

Carlos Navarrete fue posesionado como director encargado. En menos de un año Navarrete, quien era accionista minoritario, había pasado a convertirse en accionista mayoritario de la empresa a través de aumentos de capital. En mayo de 2007 la Superintendencia de Compañías dejó insubsistente este aumento de capital y el Estado ecuatoriano retomó el control del medio.

Así, hace 6 años se inició el proceso para convertir a EL TELÉGRAFO en diario público. En 2011 dejó el edificio patrimonial y se trasladó a las actuales instalaciones, en la avenida Carlos Julio Arosemena (km 1,5). Ese mismo año empezó a imprimir en la rotativa KBA Colora, una de las más modernas de Latinoamérica.  

EL TELÉGRAFO obtuvo en 2012 el Premio a la Calidad de Impresión otorgado por la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias (WAN-IFRA). A este reconocimiento se suman los logros alcanzados por el área de Infografía.

Entre 2012 y 2013, con trabajos del colaborador Manuel Cabrera, se obtuvieron 4 premios a la excelencia en la SND USA. Los trabajos galardonados fueron: “El Telégrafo, 127 años al servicio del país” (detallando cada espacio del antiguo edificio  de EL TELÉGRAFO), “Carondelet, el palacio donde se gobierna desde la época realista” (categoría infografía, reportajes), “Eliminatorias Sudamericanas” (categoría Diseño de Noticias, páginas) y “Algunos aspectos estudiados sobre el Calvario de Jesús” (categoría Diseño de noticias, páginas).
Además, EL TELÉGRAFO se adjudicó, gracias a los trabajos de Cabrera, 4 premios Malofiej, organizados por la SND España. Entre 2012 y 2013 fueron alcanzadas 1 medalla de oro y 3 de bronce.

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