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Un gran poeta y su poesía junta, fútbol y fiestas de Guayaquil

Un gran poeta y su poesía junta, fútbol y fiestas de Guayaquil
16 de octubre de 2011 - 00:00

En la bellísima –aunque irregular- colección “Poesía Junta”, de la Matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, acaba de aparecer (Quito, mayo de 2011) un volumen dedicado a la obra de Jacinto Cordero Espinosa, ejemplar que me llegó a través de la amable mediación de Cristóbal Garcés Larrea.

El libro trae, junto a la obra del poeta  -Canto del destino, Despojamiento, Poema para el hijo del hombre, La llamada, Alambrada, Contra el solitario Roquedal, Juan Pablo, Los enigmas y Poesía dispersa- cuatro opiniones, las mismas que  señalan:

1. Marco Antonio Rodríguez: “Jacinto Cordero Espinosa ha levantado, de a poco, sin prisas  pero sin pausas, en silencio y dignidad, en altivez y llaneza,  en ahondamiento y frescura, una de las más soberbias obras de la lírica ecuatoriana de todos los tiempos”;

2. Francisco Tobar García: “Quien ha dejado la villa apacible, quien se asoma al torrente y la urgencia de las calles azotadas por hambres, lluvias y cenizas, puede escuchar mejor este acento salvaje de uno de los más altos poetas ecuatorianos, como sostuviera el crítico español Sebastián Didier” (J.C.E) “llega a la cima más alta, al total deslumbramiento que en raras ocasiones se da, y hoy menos que nunca (…)”;

3. José R. Serrano González: “Jacinto Cordero Espinosa pertenece a la estirpe de los poetas que no han descuidado el pensar como actividad profunda y principal del espíritu. En toda su poesía cumple su intento de alcanzar el centro de la mirada hermética del ser, la captación del elástico y permanente vínculo entre  los seres y las cosas (…) Es así como cada palabra engarzada con otras palabras posibilita que el lector disfrute de su propia y quizás olvidada  capacidad de imaginante, es decir de cocreador. O de aprendiz de brujo”; y

4. Hernán Rodríguez Castelo: “Lo he  dicho más de una vez: Jacinto Cordero Espinosa es una de las voces líricas más altas  de nuestro siglo XX”. 

Estas opiniones -sin duda ditirámbicas (de ditirambo: “elogio entusiasta y generalmente exagerado”; no exagerado en el caso, según mi parecer)- son una muestra de la admiración que produce la poesía de Cordero Espinosa, su relación íntima, honda con la vida, el agua, el pasto, la tierra, los desheredados, la campiña, la eternidad de las estrellas, el despojamiento, el dolor y la certeza de la muerte, su conciencia de la nada, bajo cuya sombra nos acerca implacable al horror descarnado del  fin  y nos recuerda que vamos a morir: “Sé que moriré/ y que nunca tornaré/ a los lugares que he amado”.

Gran poesía de un gran poeta, cuya presencia nos reconforta, nos hace saber, con su voz y resonancia superiores, que somos los  dueños de la vida y de la muerte, astros nómadas iluminando el universo.

Aquí damos un salto a las antípodas, al humilde consuelo de nuestras apetencias silvestres, esas que son también sueños  de grandeza, ilusiones del cotidiano dolor de malgastarnos en una vida que nos niega le existencia. Y vemos ganar a nuestro seleccionado de fútbol, en Quito, a 2.800 metros sobre el nivel del mar: dos goles a cero contra Venezuela.

Un juego ni bueno ni malo sino todo lo contrario, diría un talentoso locutor deportivo; muy  poco digo yo, pudimos meterles siete. “No don Juan, que soy doncella, la puntita nada más”, clamaba la cenicienta fubolística de América del Sur, para terminar marcándole dos ridículos goles.

El resto de las eliminatorias sudamericanas para ir al mundial de Brasil arrojó resultados sorprendentes: Argentina 4-1 a Chile, superioridad aplastante de los gauchos sobre los guasos; a los charrúas, jugando en Montevideo, no les fue fácil ganarle a los aymaras: 4-2 (léase Uruguay 4, Bolivia  2); los incas se  despacharon a los guaraníes: Perú 2, Paraguay 0, resucitando de sus cenizas con la prodigiosa técnica individual de sus jugadores intacta. Colombia descansó y Brasil es sede. Argentina tiene un equipazo que, con los neolusitanos nos parece fuera de serie, de ahí el 4-1 a Chile que, a pesar de esa goleada, no es ninguna perita en dulce. Colombia y Paraguay no son pelo de rana. Todos tienen lo suyo, y entre ellos está Ecuador, cuyo fútbol ha crecido, hasta el punto de que ahora exporta jugadores a Europa.

Sin embargo, calificar para el mundial brasileño va a ser muy difícil. Las fuerzas, después de Argentina y Brasil, son muy parejas, y solo hay dos equipos  que son inferiores: Venezuela y Bolivia. Será  muy peleada la serie con fuerzas tan balanceadas, el que no cae resbala.

Veamos ahora a Guayaquil y su fiesta libertaria, el 9  de Octubre de 1820, preámbulo  de la Batalla de Pichincha y de la independencia  del país, con un Olmedo que lo primero que hizo fue crear las fuerzas defensoras de Quito (Guayaquil por la Patria), lo que nos hace aplaudir que los puentes que unen Guayaquil con Durán se llamen de la Unidad Nacional.

Nota final: Los resultados de la fecha siguiente de la ronda calificatoria para el mundial próximo ratifica el criterio de que la competición será muy dura:  Venezuela le ganó 1-0 a Argentina  (lo que nos hace pensar que el único equipo débil es Bolivia, que perdió en la Paz, casi a 4 mil metros sobre el nivel del mar, frente a Colombia: 2-1); Chile goleó 4-2 a Perú.  Y Paraguay, como local, empató a uno con los charrúas. ¡Qué berenjenal! ¿No?
Ecuador, mientras tanto, le ganó 1-0  a Estados Unidos, jugando allá.

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