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El Telégrafo
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CASA TEATRO MALAYERBA PONE EN ESCENA ‘BITÁCORA PARA VOLAR’

Un espejo para reírnos, enmudecer y volar (Galería)

Ramiro Aulestia es uno de los creadores de ‘Bitácora para volar’, obra que presenta Casa Teatro Malayerba. Foto: John Guevara / El Telégrafo.
Ramiro Aulestia es uno de los creadores de ‘Bitácora para volar’, obra que presenta Casa Teatro Malayerba. Foto: John Guevara / El Telégrafo.
29 de septiembre de 2014 - 00:00 - Sandra Araya

En el teatro de la vida
        todos se |divierten,
               menos el actor
              George Bernard Shaw

Siempre me ha puesto nerviosa la oscuridad en el teatro cuando está a punto de comenzar una función. Es quizá la misma sensación del niño que sabe que va a dormir y aún no sabe si terminará en mitad de un sueño o una pesadilla. Más allá solo existe la expectativa sobre lo que sucederá, feliz o terrible. En este caso, las tinieblas cedieron paso, poco a poco, a una iluminación tenue, una hamaca sostiene un cuerpo dormido. De fondo se escuchan pajaritos, el amanecer. Al parecer, estamos despertando de un sueño. Quizá estamos ingresando en él.

Un despertador suena. Desde entonces, Fome David entra a escena: un personaje flacuchento con el rostro más dulce que se pueda imaginar y que nos muestra sus días, su cotidiano sueño: ser actor. Pero como todo soñador, Fome David está solo, aferrado a su esperanza, entonces, inventa dos interlocutores, que le dan ánimo y lo zarandean, respectivamente, y el encargado del maltrato, de plantarle los pies en la tierra al personaje no es sino una calavera llamada Nachita, con un acento español que destila toda la mala leche posible para que uno se ría a carcajadas de los divertidos diálogos entre ambos.

“Este es un niño bobo grande, hermoso”, pensaba yo, “uno de esos niños que sueña e imagina, salta sobre los muros con su amigo imaginario, planeando grandezas y disparates”. Qué más disparate que ser actor en estos tiempos en que lo que importa es conseguir dinero, de donde sea y como sea. “Dedícate a algo serio”, le dice la madre de Fome David a través del teléfono. ¿Serio? ¡Pero si el sueño de Fome David va muy en serio!

Y es que los adultos, quienes representan a la gente ‘práctica’, siempre consideran que los niños y los soñadores no se dan cuenta de la realidad, que no perciben siquiera el dolor y la crueldad, cuando la verdad es que la sensibilidad de estos seres tiernos es la que absorbe de forma eficaz los horrores del mundo. En algún punto de esta tierna historia, Fome David nos muestra, a través de imágenes, gestos y sonidos, cómo la conducta humana llena la existencia de tristeza, represión, muerte, muerte más allá de todo, muerte.

¿El remedio? Soñar, volar. Mantener la esperanza a pesar de los reveses, llamadas telefónicas con la clásica frase: “No nos llame, nosotros le llamaremos”. Puertas en las narices, gritos destemplados, insultos, indiferencia… Fome David parece destinado a sucumbir, a matar sus sueños entrando a un ‘trabajo serio’ o a acabar su propia existencia… Pero él creyó, aguardó, no dejó de soñar, mirando con ojos vidriosos su propio mundo. Él es actor. Punto.

Durante una obra de 45 minutos, este enorme niño ha crecido, pero no para ponerse serio ni para volverse rígido. Es un niño que sabe, desde el comienzo, qué quiere. Sabe de teatro, nos lo enseña a nosotros, pobres espectadores escépticos, a través de las voces de Nachita y de sí mismo, en un ejercicio de desdoblamiento magistral. Este es un niño, no un tonto. Sabe y cree, algo que pocos pueden lograr.

Fome David sabe que Shakespeare es la cima del drama. Juega, experimenta: nos hace reír. Sigue adelante. Sabe que el baile, la estética, son importantes. Juega, experimenta: nos hace reír. Sigue adelante. Sabe, intuye, que lo que necesita para actuar es sacar lo que tiene dentro. Experimenta, tararea, se mueve suavemente: nos deja en silencio, mudos ante el horror, ante la paradoja de imágenes terribles presentadas por las dulces manos de un clown que solo quiere actuar, soñar, volar. Y llega el despegue.

Chao, Fome David, que te vaya bien, seguramente te sucederán otras cosas malas, pero también cosas buenas. Nachita, en el fondo, te quiere. En el teatro de la vida, ser actor es difícil, pero de seguro lo logras si mantienes tu buen humor.

Se ha hecho la oscuridad de nuevo en el escenario. Quizá sea hora de dormir o de despertar. Una vez más.

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