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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Un espejo para mirar: Tennessee Williams

Tennessee Williams, el gran dramaturgo estadounidense, el poeta de la soledad, el exceso y la sensualidad sureña, murió un 25 de febrero de 1983 en un hotel de Nueva York, atragantado por un tapón de medicamentos. Treinta años después de su muerte, su obra sigue siendo el espejo sin piedad del sur de EE.UU.

“Un tranvía llamado deseo”, “El zoo de cristal”, “La gata sobre el tejado de zinc ardiente”, “Dulce pájaro de juventud”, “La rosa tatuada”, “De repente el último verano” o “La noche de la iguana” son algunos de los títulos más emblemáticos de este dramaturgo, poeta de vida y obra y autor de decenas de relatos.

Unas obras que ponen la lupa sin tregua en las dificultades que entrañan las relaciones humanas, en los deseos escondidos o reprimidos y en la falsa moral; escritas desde las vísceras y que hoy siguen representándose en todo el mundo.

Y obras que fueron llevadas al cine con enorme éxito y que van unidas a rostros como los de Paul Newman, Marlon Brando, Elizabeth Taylor, Richard Burton, Ava Gardner, Vivian Leigh o Deborah Kerr.

Nacido en 1911, el 26 de marzo, en el Estado sureño de Mississippi, hijo de un representante de calzado y de una cantante sureña, Thomas Lainer Williams -su nombre real- se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Iowa en 1938.

En los años 40 fue fogonero, limpiabotas y lavaplatos, mientras escribía piezas teatrales que ya se representaban en pequeños teatros y superaba una crisis nerviosa.

Pero fue en 1945, cuando llegó a Broadway su obra “El zoo de cristal”, que ganó el premio del Círculo de Críticos Teatrales en Nueva York, cuando su vida como escritor alcanzó éxito. Una circunstancia que sin embargo no le bastó a Williams, cuya vida siempre estuvo marcada por la vulnerabilidad, la insatisfacción, las drogas o el alcohol.

En 1948 fue galardonado con el premio Pulitzer de Teatro por “Un tranvía llamado deseo”, algo que volvió a repetirse en 1955 con “Una gata sobre el tejado de zinc caliente”. También recibió en 1951 el premio Tony por “La rosa tatuada”.

Unos años dorados que coincidieron con la estabilidad y armonía personal del escritor gracias a su relación personal con Frankie Merlo, un soldado estadounidense con quien vivió entre 1947 y 1962 y cuya muerte prematura volvió a dejar en desamparo a Tennessee Williams.

Una hospitalización y otra vez las drogas y el alcohol volverían a aparecer en la vida del escritor, que murió a los 71 años, con los brazos llenos de ecos de caricias buscadas en infinidad de jóvenes amantes pero con el corazón roto.

El personaje de Laura en “El zoo de cristal” y la mítica Blanche Dubois de “Un tranvía llamado deseo” fueron inspirados por la figura de su hermana, Rose, a la que practicaron una lobotomía porque decían que padecía esquizofrenia. Este hecho marcó profundamente al escritor, que estaba muy unido a ella. “Rose. Su cabeza cortada, abierta/Una navaja punzando su cerebro. Yo aquí fumando”, poetizó.

Tennessee Williams amó a los personajes frágiles y al margen de la estructura social, a seres sensibles y bellos, incomprendidos o maltratados por la violencia de los hombres de una América profunda.

Cuando le preguntaron por qué escribía, él dijo que porque encontraba la vida insatisfecha. Gracias a esa insatisfacción, el cine de Hollywood vivió con sus obras una época sin parangón.

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