Un barrio que alberga a las mujeres solas
El documental “El barrio de las mujeres solas” se estrenó la noche del miércoles con un clamoroso apoyo del público cinéfilo en las salas de Incine.
Galo Betancourt, director de la película, encontró la historia de cuatro mujeres afroecuatorianas que decidieron asentarse en Carcelén Bajo, un barrio humilde al nororiente de Quito, mientras realizaba una nota periodística hace cuatro años. Su historia lo atrapó desde el inicio porque intuía que había un fenómeno adyacente que develar y acudió al lente para capturarlo.
Cuando la proyección terminó, arrancó un debate entre el director, las protagonistas de la película y el público. En él se ofrecieron apostillas clarividentes sobre el documental. En el barrio, al que estas madres solteras llegaron derrotadas por las circunstancias, ahora florecen aupadas por la fortaleza y la comunión que han tejido juntas. Allí “albergan los deseos de reivindicarse en la vida”, dijo María Chalá, una de las protagonista del rodaje.
“Uno siempre está solo, pero a veces está más solo”, es una brillante declaración de la poeta uruguaya Idea Vilariño que encaja con la historia de estas mujeres. De acuerdo con el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 300 mil mujeres de Ecuador son madres solteras y la etnia con mayor porcentaje son las afroecuatorianas. La soledad de una madre soltera tiene dos caras: es un insulto que lanzan quienes las abandonan y también es una provocación a la fuerza humana. Ellas decidieron probar el límite de su fuerza en vez de sumirse en el despecho y el documental lo evidencia. Fue un debate que descubrió la nobleza como si fuese también la característica esencial de los luchadores.
Lunar blanco ya es negro
Galo Betancourt se introdujo en la vida de estas mujeres y vio crecer a sus hijos en cuatro años. “Al principio era un lunar blanco, pero ahora ya es negro”, comentó Catherine Chalá, también protagonista del filme. El cineasta tuvo que aproximarse a una realidad adversa.
Tras ser acogido con confianza y cariño, descubrió que los prejuicios sociales son una tara que no se quiebra porque la comunicación entre etnias distintas aún es débil.
Betancourt tuvo dificultades para sostener su carácter objetivo en la narración de la historia, pero lo compensaba tomando los veredictos sobre lo que debía o no incluir. De hecho, realizó el rodaje solo con la colaboración de Alejandra Carrión, quien produjo el video.
El cineasta compartió que, a pesar de haber realizado el filme, “lo más valioso es aquello que no se filma”, aludiendo a la amistad que entabló con los personajes. Su labor fue la de un periodista con cámara en mano que registra la intimidad sin abusar de ese poder, porque parte de su ética profesional proviene de la sentencia: “hay que hacer periodismo con respeto”, del cronista polaco Ryszard Kapuscinski.
Las protagonistas conforman un grupo de baile y es ahí donde liberan las tensiones. Es una suerte de acto creativo y terapéutico, confesó sonriente Mayra Chalá.
La película se proyectará mañana en el cine OchoyMedio y a su término también se abrirá un diálogo con los asistentes. “El barrio de las mujeres solas” pertenece a la secciones denominada “Cómo nos ven, cómo nos vemos”, en la duodécima edición del Festival Internacional de Cine Documental EDOC (Encuentros del Otro Cine).