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El Telégrafo
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Un arte que “aún no se valora”

Un arte que “aún no se valora”
15 de abril de 2012 - 00:00

Cuando Ana Von Buchwald estudiaba en el Bellas Artes nunca se imaginó que dedicaría su vida al mundo de las marionetas. Ahora, con 59 años de experiencia como titiritera, 462 muñecos y 125 obras de su creación, sonríe irónicamente cuando piensa que en Guayaquil “aún no existe un espacio para los títeres”.

“Este arte todavía no es valorado en su justa medida y existe un gran desconocimiento sobre su historia y actividades, sin embargo habemos personas que lo llevamos  adelante con el entusiasmo y la convicción de estar aportando a la construcción de un mundo mejor desde la posición de artistas”, manifiesta Von Buchwald. 

El teatro de títeres, de muñecos y de sombras se encuentra entre las expresiones más antiguas de nuestra cultura. El registro escrito de títeres más antiguo es una crónica escrita por el griego Xenofonte en 422 A.C., sin embargo, a pesar de la antigüedad de este arte, en Guayaquil los titiriteros sienten que aún no tienen el reconocimiento que merecen por el trabajo artístico que realizan.   

Jacinto Aquiño, director del grupo de títeres y pantomimas, Titiripan, cuenta cómo esta labor, por la falta de apoyo, se encuentra dispersa y lo que en algún momento fue la Asociación de titiriteros de Guayaquil -creada en 1992- ha desaparecido. “Hubo una época en la que parecía que el movimiento titiritero se estaba consolidando.

Se hacían presentaciones, venían grupos del extranjero; todo parecía marchar bien, pero por asuntos especialmente políticos los integrantes de la Asociación se fueron retirando y como la remuneración económica en este medio es casi nula hemos sido pocos los que quedamos”. 

En la actualidad construir muñecos que transmitan emociones es una tendencia mundial, pero en Guayaquil “existe una falta de atención y apertura por parte del público y de las instituciones”, asegura Aquiño. 

15-04-12-cultura-titeres2En lugares como Inglaterra, Italia, Alemania Japón, China y Austria la tradición titiritera se ha cultivado a gran escala. En todos estos países, el trabajo de titiritero ha pasado de ser vinculado con el teatro solo para niños, a ser revalorado como un arte complicado, de grandes y múltiples técnicas, diseño e imaginación.       

Y es que montar un teatrino (el escenario de los títeres) y crear a los personajes conlleva una serie de conocimientos que se adquieren con la experiencia. Ana Von Buchwald, por ejemplo, es autodidacta. Sus conocimientos de dibujo y pintura la ayudaron para experimentar con las marionetas, sin embargo luego se dio cuenta de que el títere es una caricatura. “La perfección en su fisonomía no es lo que se busca y el vestuario no debe vestir a la marioneta si no a la mano y brazo del titiritero”.         

Roxana Suárez es estudiante de Arte en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Guayaquil; ella es alumna de Aquiño y su pasión por los títeres la llevó a ser parte de Titiripan. “En la Universidad no se profundiza en el mundo de los títeres, pero con Jacinto he podido conocer toda la magia que existe”.   

En una época los títeres reemplazaron a los payasos en las fiestas infantiles, pero eso “desdibujó el concepto de lo que realmente es”, comenta Guadalupe Chávez, titiritera. “Que alguien, en media presentación, se levante a preguntar quién quiere hot dog demuestra que ni en los espacios infantiles existe el respeto que se debería tener por este arte que aporta tanto al desarrollo integral de los niños”.

Otro de los problemas con los que se enfrentan estos artistas es con la gratuidad de los eventos. “Las instituciones estatales cuando nos contratan -que no es muy seguido- ofrecen funciones gratuitas y esto hace que el público crea que no debe pagar por apreciar una obra de títeres y no es así”, recalca Von Buchwald.

Ella considera que los eventos artísticos deben tener un valor económico “Así sea un valor simbólico, pero debe haber la acción, porque de esa manera se crea un discurso en el que el público valora y respeta al artista”, concluye.

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