Treinta y cinco metros cuadrados son los que ocupa el artista callejero Julian Beever para, mediante tiza seca y pigmentos de este material esparcidos en el suelo, crear una imagen en 3D de una cascada cayendo y en contraste con roca sólida que, además de implementar algo de las marcas que patrocinan su venida al Ecuador.

Aunque su fama -en sus palabras- es entera, completa y absolutamente ganada por la Internet, el inglés radicado en Bélgica se siente honrado de que ayer sus patrocinadores hayan logrado que múltiples medios se reunieran con él y ellos en el Auditorio del Museo Municipal de Guayaquil, siendo Ecuador el país en donde mayor atención mediática ha generado su presencia.

Muy locuaz y extrovertido, en su nativo inglés reveló que desde su primer día de escuela se percató de que su talento era el dibujo y  que los demás niños no sabían dibujar; luego, en 1992, llegaría su primera obra pintada en el interior de un rectángulo de baldosas, en una acera de una calle europea: una piscina con una mujer, con flotadores, bañándose en ella, y él posando en traje de baño junto al dibujo, generando el truco del 3D, como si fuese a meterse a nadar junto a ella.

Desde entonces trató de que las marcas patrocinaran sus dibujos para promocionarse en ellos, ya que ese le pareció un gran mercado presto a ser explotado, pero no recibió respuestas hasta después de que fotos de sus obras se regaran por la red y las marcas desearan usarlas -unos años después-.

El lunes, Beever estuvo junto al empresario Xavier Manrique, quien gestionó su venida con el aval de la Municipalidad de Guayaquil. El artista aprovechó los flashes de los fotógrafos y las cámaras de televisión para promocionar el libro que recopila setenta y cinco de sus dibujos creados mediante anamorfosis. Además, reveló detalles de su técnica de creación y el boceto de la pieza que dibujará en esta ciudad.

El lunes, antes de atender a los medios, instaló el equipo que le permitirá plasmar su obra en cinco  días -usualmente se demora, mínimo, cuatro- en la plaza San Francisco.

Trabaja con tiza, lo cual haría pensar  que su arte constituye algo  efímero, pero el truco está en que la obra es la foto o el video que se capta del dibujo, que por supuesto luego se difunde por Internet, en donde queda plasmado para la posteridad. Es en las imágenes fijas que se crea la ilusión óptica del 3D, jugando con las perspectivas; el efecto se percibe principalmente al fotografiar o grabar a una persona que posa sobre el dibujo en algún punto determinado.

Beever reveló que él mismo utiliza una cámara mientras trabaja para ver cómo se logra el efecto de tridimensionalidad. Se inspira en la naturaleza, generalmente en el agua, y en las marcas que retrata, partiendo de múltiples bosquejos a lápiz en una libreta que le permiten ver todos los ángulos antes de crear en el pavimento o las aceras.

El inglés no se ocupa en pensar  cómo conservar su obra, pero sí lo hicieron personas del Museo Nacional en Buenos Aires y se lo plantean el Municipio de Guayaquil y Manrique, mediante un proceso que implicaría  hacer la obra sobre unas cinco láminas de precreto de 7 metros de largo. Al terminar, el dibujo se cubre con una sustancia que evita que se corra la tinta para así poder guardarlo hasta que se  vuelva a exhibir.