Publicidad

Ecuador, 28 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Ubaldo Gil, un hombre cargado de mar

Ubaldo Gil, un hombre cargado de mar
06 de enero de 2014 - 00:00

Por alguna extraña razón Ubaldo Gil me escribía, con frecuencia, a una dirección electrónica que yo casi nunca –en la actualidad- reviso. ¡Cuál habrá sido mi sorpresa al hallar un correo suyo -fechado 8 de diciembre de 2013- precisamente cuando luchaba por su vida en una clínica de Guayaquil, es decir, la última semana de diciembre…!.

(Paradojas de la vida: Ubaldo había venido a México y me agradecía algunas cosas. Me paralicé. Ubaldo estaba grave y su mail parecía un albur, un eco seco; lo procesaba así mi pavor…).

1

Nunca había visto a Ubaldo Gil tan de cuerpo entero, agitando su entraña de escritor, luciendo sus titubeos de hombre errante, exponiendo sus contradicciones alrededor de la vida y la literatura.
Nunca había visto a Ubaldo Gil tan por dentro; es cierto que nos conocimos hace veinte años, en Manta, como habitúes del Festival de Teatro Internacional; es cierto que nos vimos poco en los recientes años; pero las dos últimas veces que topamos, en marzo pasado en Quito, y en noviembre en el DF, lo re-conocí como nunca.

Esa vez en Quito pude percibir, en directo, su sincera obsesión por la editorial que dirigía: Mar abierto. Desplegó el abanico de ilusiones que aireaba semejante empresa de la palabra escrita y también me propuso con generosidad -y seriedad- publicar un libro con la colección de ensayos literarios que tengo por ahí. Y lo dejamos pendiente.

En esa tertulia supe de su periplo editorial, de sus desengaños, de sus pesadillas, de su vida doble. Comimos unos platos árabes que él conocía muy bien y nos reímos un rato de los egos de otros seres. Ubaldo era jovial, espontáneo, duro y, sobre todo, crudo. A medida que hablaba, yo trataba de saber de dónde le venían sus locuras, sus proyectos, su rabia de letras… incluso lo acompañé al hotel donde tenía un cartón de libros que me encargó distribuir en instituciones y amigos… Sin embargo, en aquella ocasión, no pude completar el cuadro espiritual de verlo colmado de autores y títulos…

2

Unos meses después Ubaldo vino a México para participar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Hacer una escala en el Distrito Federal era una obligación que debía ser aprovechada para presentar su novela Amor más allá de Madrid. Lo hicimos. Fue entonces que tuve la segunda revelación de su alma. Enfrentó el diálogo con los asistentes al lanzamiento de un modo tan visceral, tan humano, que la ternura adquirió nuevos significados. Sus vísceras se ensamblaban al cosmos del amor y la incomprensión. Ubaldo Gil escribía para alcanzar la condición de hombre de pueblo que enlaza virtud e infortunio y no lo sabe; que vive al filo del barranco porque las opciones casi siempre se allegan a los que prescinden del cielo. Por eso las preguntas del público lo hicieron viajar por sus arterias… y sus palabras salían antes de que su recorrido acabara. Ubaldo era, para decirlo al galope: pura sangre.

3

Los siguientes dos días los destinamos a pasear. Tenía un ojo avizor asombroso. Detectaba, al paso, el fondo de la metrópoli y, además, el suplicio del intestino humano que la ocupa; de tal manera que me pregunté, mientras él se comía -con pausa- una picante y roja sopa azteca, en qué instante vaticinaría el día del deceso/receso de la palabra… Pero no, Ubaldo insistía en su delirio de letras y escritores, y hablamos de la vida; solo de la vida; porque la muerte siempre (a)parece tan lejos; tan nada.
En esa jornada me convencí de que Ubaldo vivía un periodo literario ideal; era urgente que abandonara sus diligencias editoriales (acaso temporalmente) y se concentrara en el mar abierto de su vitalidad. Se lo dije y su sonrisa se quedó en la servilleta que limpió las comisuras de sus labios… y siguió hablando de varios autores y de los relatos inéditos de su hermano Pedro. Tuve que callarme para dejarlo ser, otra vez, pura sangre.

4

La noche del lanzamiento de Amor más allá de Madrid me atreví a decir que ese libro se termina justo cuando empieza a ganar soberanía narrativa; cuando el oficio de escribir ha hallado el cruce entre la historia-eje y la posibilidad de seguir penetrando el universo de la ficción. Esta observación agradó a Ubaldo y le permitió destilar los jugos y las sales de su fogosidad literaria. ¡Y el público se sintonizó enseguida!

5

Hoy me resulta terriblemente doloroso saber que su vida se apagó justo cuando empezaba a cosechar nuevos lectores, justo cuando su tarea editorial agarraba vuelo, justo cuando podía crear esas otras realidades de su ficción humana.

6

Ubaldo y yo nos despedimos un sábado 30 de noviembre en un vagón del Metro. Aún recuerdo sus discretos gestos, su chompa negra de cuero y su mochila cargada de mar abierto.
México, DF, 1 de enero de 2014.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media