Titular de la CCE utilizará “el sillón C” en Academia
Son 138 años los que lleva vigente la Academia Ecuatoriana de la Lengua y por sus sillones han pasado personajes que se destacaron por sus producciones narrativas, ensayísticas, investigaciones y su oratoria.
Para que un académico se adhiera a la institución tiene que cumplir un proceso, contó Hernán Rodríguez, Miembro de la Academia, minutos antes de la incorporación de Marco Antonio Rodríguez.
Rodríguez precisó que el elemento básico para el ingreso “es la calidad” de los trabajos mas no la “cantidad” de las obras publicadas. Entre las consideraciones para otorgar la designación están tener un buen manejo lexicográfico y un gran dominio de lenguaje, indicó el también es escritor.
El escritor aseguró que para ser parte de la Academia, primero debe pasar por la categoría “Miembro Correspondiente” para luego convertirse en “Miembro de Número” y poder ocupar el sillón y la medalla de distinción de la entidad.
A Marco Antonio Rodríguez le tomó cerca de cuatro años obtener esa designación. El presidente de la CCE fue “Miembro Correspondiente” desde 2008 y en este año la Junta le otorgó al autor de “Historias de un intruso”, “Cuentos del Rincón” y “Un delfín y la Luna” el nombramiento.
La noche del miércoles la Casa de la Cultura se puso las mejores galas porque a su titular la Academia Ecuatoriana de la Lengua le abría sus puertas por los “aportes idiomáticos lingüísticos” que ha otorgado durante su vida como escritor.
Susana Cordero de Espinosa, subdirectora de la Academia, quien inició la incorporación de Rodríguez dijo que para el acto “inesperadamente le vino a la memoria el poema La Ciudad, del poeta griego Constantino Cavafis”.
“¿En qué sentido este poema canónico puede atribuir al acto en el que nos encontramos?”, se preguntó la mujer que vestía un traje negro, y añadió: “hoy el escritor encuentra en el ámbito académico una nueva casa... este es un lugar en donde deberá apropiarse a sabiendas de que esta es una forma de destino y que ha de asumir con valentía”.
El proceso que se cumple para usar la medalla dorada, que entrega la Academia, es que tres académicos que forman parte de la institución solicitan el ingreso de un postulante.
La Junta General revisa la propuesta, la envía a la comisión calificadora que analiza los méritos y remite nuevamente a la Junta para su aprobación. Finalmente se designa una fecha para que el postulante presente su ensayo final, que es su graduación, detalló Hernán Rodríguez. Frente a miembros de la Academia, entre los que se encontraban profesores de universidades, estudiantes y familiares, el postulante presentó su ensayo final titulado
“Palabra y Arte”, en el que habló de amor, política, tecnología, religión, socialismo y de sus compromisos.
El ensayo fue analizado por Hernán Rodríguez, quien dijo que Marco Antonio Rodríguez es el primer presidente de una Casa de la Cultura que forma parte de la Academia, uniéndose así a la lista de personajes ilustres como los ex presidentes José María Velasco Ibarra, Carlos Arroyo del Río, entre otros.
Hernán Rodríguez recordó el ensayo que presentó Velasco Ibarra el 30 de diciembre de 1930 en la Universidad Central del Ecuador y dijo que “la Academia abrió las puertas a ese admirable orador”, y que “se le otorgó la distinción” por “la alta calidad de su prosa e inquietas ideas y no por consideración alguna diferente”.
En la actualidad la Academia Ecuatoriana tiene 16 Miembros de Número y cerca de 14 Miembros de Correspondencia, indicó Hernán Rodríguez, quien está por cumplir 60 años dentro de la corporación.
Al ser una Academia de Lengua el total de participantes está sujeto al número de letras del abecedario español, es decir 27 los que están representados simbólicamente por la “silla” o “sillón”.
En esta ocasión Marco Antonio Rodríguez utiliza la “Silla C” que pertenecía a Jorge Salvador Lara, pues esta quedó vacante tras su muerte.
Otro de los símbolos que utilizan los miembros de la Academia es una medalla dorada que lleva el nombre del académico en una cara y en la otra una figura que encierra el fuego y un crisol que simboliza la separación de metales preciosos.
“Es un crisol con fuego, el crisol se usa para purificar los metales y eso es lo que hace la Academia con la lengua”, dijo Rodríguez.
“Limpia, aleja las deformaciones y queda el verdadero español”, añadió.
Los miembros de la Academia se reúnen en su sede, en Quito, el primer lunes de cada mes para discutir los proyectos que tienen vigentes. Las citas se realizan sin que los académicos abandonen sus tareas laborales, investigaciones y libros.