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El Telégrafo
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El documental se estrenó exitosamente en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y Obtuvo 3 premios

‘Tiempo suspendido’, un retrato íntimo sobre la memoria y el olvido (Video)

Laura tuvo un incesante activismo; académica que dejó huella y militante sin fronteras. Foto: Internet
Laura tuvo un incesante activismo; académica que dejó huella y militante sin fronteras. Foto: Internet
27 de marzo de 2015 - 00:00 - Paula Mónaco Felipe

Ciudad de México. Tiene cabello completamente cano, blancas manos delgadas y la mirada perdida. Las conversaciones con ella se truncan a cada rato; “¿de qué estábamos hablando?”, pregunta desconcertada y enseguida sale a flote con algún comentario agudo, inteligente.

Laura es anciana y perdió la memoria. Su nieta Natalia la provoca mostrándole fotos de sus cuatro hijos. Al observarlas algo se reconecta en su mirada. Los recuerda perfectamente tal como están retratados: jóvenes y hermosos.  

Entonces ella se emociona, se ve feliz. Sonríe pero después el gesto queda congelado y lentamente se desdibuja. Deja ver que su mente se fue hacia algún otro lugar, tomó un rumbo que parece no provocarle placer. ¿Qué es la memoria? ¿Hasta dónde olvida quien olvida? Al sufrir demencia senil, ¿podemos elegir qué olvidar? Son preguntas que se ha hecho la cineasta argentino-mexicana Natalia Bruschtein, autora, directora y coeditora del documental ‘Tiempo suspendido’ que se estrenó exitosamente en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, donde obtuvo 3 premios (mención especial ‘Mezcal’, premio especial del jurado en documental iberoamericano y premio de la prensa internacional ‘Fipresci’).

Laura en el asilo, Laura con su familia, Laura frente al río en su ciudad natal. La película es un retrato íntimo de una anciana senil, sin caer en dramatismo ni ocultar los momentos difíciles. Bruschtein muestra los últimos meses en la vida de su abuela, Laura Bonaparte.

VIDEO

“Las primeras veces que repetía las cosas era casi chistoso. Después fue muy fuerte. Me dio mucha tristeza ver que ya no podía ser independiente, que había perdido la fuerza que antes tenía. Era un poco denigrante ver que al llegar a viejo vuelves a ser como un niño”, relata.

“Cuando ella estaba con mi hijo mayor, que entonces tenía 3 años, me dio la sensación de que tenían la misma edad. Era como un juego de mucha ternura, mi abuela volviendo a la inocencia. Hubo momentos muy fuertes y dolorosos, pero también momentos lindos donde ella era simplemente ella. Al empezar el documental pensaba que Laura había dejado de tener identidad, pero luego entendí que seguía siendo la misma. Ya no estaba la mujer activa políticamente, la psicóloga, pero estaba su esencia”.

Paradoja del destino, la mujer que no consigue recordar ha dedicado su vida a luchar por la memoria, después que siete integrantes de su familia -incluidos tres de sus cuatro hijos- fueron desaparecidos por la última dictadura militar de Argentina (1976-1983).

Por décadas, Laura Bonaparte tuvo un incesante activismo: Fue integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; académica que dejó huella y militante sin fronteras. Acompañó a otras madres en Bosnia, México y varios países; escribió textos teóricos sobre la temática e hizo importantes gestiones para que la desaparición forzada fuera declarada delito de lesa humanidad. En ‘Tiempo suspendido’, la mujer militante aparece en material antiguo durante una de tantas entrevistas. Joven, con el cabello oscuro, relata el horror y señala sin temor a las juntas militares acusadas de unas 30 mil desapariciones forzadas, represión y exterminio de opositores políticos.

Laura desmemoriada, en sus últimos días, deja conversaciones truncas pero también tiene instantes de lucidez que usa para reflexionar sobre temas complejos. “Ninguna materia puede desaparecer. Es machacada, es usada para otras cosas pero no desaparece, nada desaparece a menos que se entierre o se tire al río. Por eso la palabra desaparecido es una palabra muy canalla. Te hace integrar algo que no existe, que no puede existir”, dice con hablar pausado, reeditando debates teóricos sobre la perversión de los métodos de la dictadura.

Natalia Bruschtein recuerda que alguna vez su abuela le dijo ‘no me puedo morir porque si muero, ¿quién va a recordar a mis hijos?’. Como a otras madres, el dolor que la aprisionaba también la mantenía viva. Al perder la memoria ya nada de eso existe.

“En México ahora es importante hablar del tema porque este es un país que olvida bastante. En Argentina, por ejemplo, ya han puesto un ‘Día Nacional de la Memoria’ que es un gran avance. México, en cambio, no recuerda y parece que aquí todo es moda: Ayotzinapa tenía gran empuje, pero ahora la gente ya lo olvidó”.

En el festival de Guadalajara, el documental sirvió de puente para nombrar a miles de hombres y mujeres desaparecidos durante los últimos años en este país, incluidos las voces de los 43 normalistas en Guerrero.

Laura Bonaparte murió en 2014, pero la memoria no se fue con ella.

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