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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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The Walking Dead, del alma y otras “vísceras”

Caminar por las calles, el parque, el bosque o el centro comercial ya no es seguro. Los seres que están afuera  son, por lo general, cuerpos putrefactos que deambulan buscando carne para devorar. Los ruidos ya no provienen de los  carros, sino que abundan los gemidos, los jadeos producidos por las mordidas, pies arrastrándose y, desde luego, gritos y disparos. Reina el caos por doquier. Solo se trata de sobrevivir y no ser infectado. El peligro es inminente.

Este angustioso panorama es una minúscula representación de algún escenario que maneja el género zombi (Z) y puede verse plasmado completamente en la serie sobre muertos vivientes que ha tenido una gran acogida en los últimos tres años: The Walking Dead. En definitiva, el programa ha logrado “comerse” el cerebro de los televidentes. En cuestión de audiencias, el último capítulo de la tercera temporada, el domingo pasado, fue visto por 12,4 millones de personas  en Estados Unidos.

The Walking Dead es un drama cuya primera plataforma fue un cómic, lanzado en 2003 y escrito por Robert Kirkman y Tony Moore. Siete años después fue llevado a la pantalla chica.
La serie se ambienta en un post-apocalipsis zombi ocurrido en Estados Unidos. Rick Grimes, un hábil policía, recibió un    disparo que lo dejó en coma. Al despertarse en el hospital se da cuenta de que no hay nadie. Recorre los pasillos. Solo logra escuchar gemidos. Finalmente, se encuentra con una puerta en la que está escrito: “No abrir, muertos adentro”. Unas manos putrefactas se asoman por la ranura de las estructuras metálicas que no permiten el paso.

Después de toparse con este desolador panorama, lo único que cabe en la desorientada cabeza de Rick es su esposa  Lori y su hijo  Carl.

Después de varias peripecias, y de entender la lógica del “nuevo” mundo en el que vive, logra encontrar a su familia en Atlanta. Se da cuenta de que ya han armado un grupo con otros integrantes y juntos harán todo por sobrevivir, lo que los lleva a tener conflictos amorosos o de poder. Enfrentarse de manera sangrienta a los muertos vivientes no es su principal objetivo, sino más bien preservar a los suyos con vida.

Y este es uno de los aspectos que resaltan de la serie frente a otros productos audiovisuales de género Z, y por lo que puede que llame tanto la atención, ya que se enfoca “en el lado humano de sus personajes”, afirma Arturo Varas, quien    ha organizado la caminata zombi en Guayaquil desde 2009, junto con Carlos Javier Reyes.

Pero la fijación del ser humano por aquellos seres tiene, efectivamente, su propia historia. La idea del zombi como tal, es decir, muerto viviente, nace del vudú, en Haití. Según esa tradición, los brujos  podían realizar hechizos que permitirían que los muertos se levantaran de las tumbas  y así el ser humano se serviría de ellos para que hicieran el trabajo de esclavos, entre otras cosas. 

No obstante, el término “zombi” desembarcó en Estados Unidos gracias al libro “The Magic Island”, del periodista y explorador William Seabrook, quien viajó a Haití para conocer los “casos” sobre muertos vivientes que se habían dado en la isla.

En el texto se evidencia que los muertos vivientes causaban terror  en esa cultura, porque significaba que sus vidas podrían prolongarse en un completo martirio, es decir, que ser un zombie representaba una peor suerte que morir porque, de hecho, al fallecer tenían la esperanza de ser llevados al paraíso y ser redimidos de la angustiosa vida que los apresaba.

El libro de Seabrook dio paso a que en 1932 se creara el largometraje “The White Zombie”, dirigido por Victor Halperin. Estos dos productos “abonaron a fijar esa imagen en la cultura gringa y justificar la intervención militar de Estados Unidos en Haití”, explica Rafael Méndez, un gran conocedor del género y quien ha creado un portal web llamado Apocalipsis Zombi en Guayaquil.

 

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La idea del muerto viviente en los primeros discursos se vio marcada por lo exótico, lo mágico, lo extranjero y la colonización. “I Walked with a Zombie” (1943), de Jacques Tourneur, es otra de las películas que manejaron esa imagen. Estos filmes también generaban la percepción de que las mujeres eran más proclives a caer bajo hechizo para convertirse en zombi, por ser consideradas por la cultura haitiana como las más débiles, según el estudio realizado por Margaret Twohy (Irlanda) sobre la evolución de los muertos vivientes en el siglo XX.

Este estereotipo y más fueron rotos por el gran genio del género Z, quien consagró al zombi como icono de la cultura popular e  insertó en el espectro audiovisual toda una nueva construcción sobre estos seres.  Si se ve por ejemplo The Walking Dead, queda claro que todo producto sobre los muertos vivientes bebe de sus películas. Este innegable  y aclamado referente es George A. Romero.

En su cinta “La noche de los muertos vivientes” (1968), película de clase B y realizada con   bajo presupuesto -$ 114.000- presenta una visión totalmente distinta de cómo es el zombi.  Jorge Fabre, fundador de la Patrulla Zombi de Guayaquil, manifiesta: “Romero es un factor determinante en todo lo zombi, ya que  mostró por primera vez  el cadáver con apetito insaciable de carne humana y el mundo en caos”.

Es decir, la representación del muerto viviente como benigno y que está para servir al humano, se revierte: ahora el cuerpo putrefacto vuelto a la vida es una amenaza, pues es caníbal. En ese sentido, el director estableció el vínculo entre el zombi y lo gore.

Otro de los rasgos de las cintas de Romero es que “siempre han satirizado a la sociedad y sus normas”, explica Arturo Varas. Los zombis, creados por  el director de cine,  que se arrastran, están en masa, deambulan, no son tan inteligentes, muestran al  “ser humano atrapado en la rutina”. El muerto viviente solo mata y consume, mata y consume.

Es así que los siguientes filmes sobre zombis tomaron los temas e imágenes de Romero, aunque, menciona Fabre, hay versiones en las que los muertos vivientes son más veloces, por ejemplo en los productos audiovisuales de Danny Boyle, como “28 días después” (2002), o el remake del libro “Soy leyenda” (2007), de Francis Lawrence.

Según Varas, es gracias a “28 días después” que en la última década ha existido tanta acogida  por el género Z. Otros, en cambio, lo atribuyen a los videojuegos como “Resident Evil”, que también tiene su propia versión en película.

De ahí también se desprenden varias  preguntas, como de dónde nace el contagio. Romero instauró la idea de una infección causada por la ubicación de la Tierra y Venus. En otros discursos se toman en cuenta las ideas de un virus, la radiación nuclear, los procedimientos médicos  e intervenciones militares y gubernamentales.

En ese sentido, en The Walking Dead se pueden apreciar varias características parecidas a las que presenta  Romero en sus filmes; sin embargo, el apocalipsis zombi toma un sentido más relevante, pues habla sobre las “catástrofes” que debe experimentar el ser humano o de  cómo logra sobrevivir por medio de su esperanza, que tambalea cada vez que un familiar se infecta o  que se ve al borde de su propio fallecimiento.

Entender el significado del apocalipsis zombi desde The Walking Dead es importante, ya que así se comprende también por qué llama tanto la atención de la audiencia.
“El apocalipsis zombi se convierte en una ‘esperanza’ en la cual yo no tomo la decisión de cambiar la sociedad, esta cambia por fuerzas externas  y, por ende, el que no se adapta, perece”, explica Fabre.

Algo que también llama la atención es la relación de los personajes con los zombis. Por ejemplo, en la tercera temporada hay un pueblo en el que viven “como si nada hubiera pasado”, ya que tienen un gobernador, Philip Blake, que muchas veces con mano férrea ha impuesto el orden en esta comunidad. Ahí no hay walkers (caminantes); sin embargo, él tiene escondido algo en su armario: una niña que conserva un vestido delicado y  su peinado infantil. Es  su hija convertida en zombi.

Esta escena, un tanto desgarradora, deja al descubierto cómo el humano también puede compadecerse de lo que se considera monstruoso. Asimismo, aquello puede ser tomado como sombrío, pervertido e inhumano. 

Algo similar sucede en la segunda temporada. Hershel Greene, un humilde granjero que prestó su  hogar y alrededores para que el grupo liderado por Rick se refugie, es completamente religioso, conocedor de la biblia y creyente. Por eso, estaba en contra de matar a los zombis, ya que creía fervientemente que tenían alma.

Mantenía encerrados  en un granero a varios “walkers”. Una de las primeras veces que vio cómo mataban a un muerto viviente  se desplomó.  Se trata de una  compasión del humano hacia lo monstruoso, dice Fabre, que parece “inadmisible”. La tristeza y nostalgia son aspectos que deben quedar relegados de las personas en un apocalipsis zombi. Esto puede generar  más conflictos.  “Yo lo veo como una insensatez, todo infectado debe ser eliminado, porque la infección es totalmente irreversible”, manifiesta.

El gore y la violencia no se potencian en la serie, abundan los largos diálogos, escenas prolongadas y eso la convierte, según Fabre, en un producto “light”, comparado con el cómic en el que las muertes son más brutales.

Además, de acuerdo con Varas, “hay personajes como Rick, que tratan de rescatar su humanidad y la del resto, pues ante la falta de ley y orden, el humano es capaz de hacer cosas de lo más atroces”.

Por eso, según Ileana Matamoros, quien estudió cine y es conocedora del género,  “Rick, aunque cada vez y cuando diga que ya no es policía, personifica la ley y el orden que se ha perdido, la razón. El gobernador que era el “borracho del barrio”, representa la barbarie y la fuerza brutal”.

Agrega que “el encanto de la serie  es algo que está latente en toda historia de zombis: la reorganización de la sociedad después del caos social total”.

Por su parte, Méndez considera que la calidad visual, maquillaje y buenos actores es parte del llamado “éxito” del producto.
En definitiva, The Walking Dead no es una serie solo de zombis y la matanza desmedida que derrama sangre y esparce vísceras, sino de los estragos con los que el humano se enfrenta en la sociedad.

Entre los sobrevivientes de la serie, hay quienes quieren tomar el control y llevar el juego bajo sus propias reglas, que causan inevitables enfrentamientos entre padre-hijo, esposo-esposa, hermano-hermano. Ese debate entre la moralidad de los actos y los instintos, el querer recuperar la propia dignidad y esperanza de vida, la locura en  la que puede sucumbir el humano al verse rodeado de tanto dolor  y seres putrefactos, es finalmente el  principal nexo que genera la serie con su público.

 

Otros filmes

El primer filme realizado por George A. Romero

“La noche de los muertos vivientes”, presentada en  1968, se trata de un grupo de personas que está  refugiado  en una granja y es atacado  por zombis.
Todo comienza en un cementerio de Pennsylvania, donde Bárbara presencia cómo salen los muertos de las tumbas. Huye hacia el campo donde está   Ben, los dos construirán murallas para defenderse de la multitud de cadáveres.

 

“El amanecer de los muertos”, de Romero

El filme es de 1978 y su remake fue realizado en 2004. Su primera versión es protagonizada por David Emge y Ken Foree.
 Los zombis deambulan por la ciudad y sus afueras. El único lugar donde existe un refugio casi seguro es el centro comercial. Francine, Stephen, Roger y Peter intentan sobrevivir saqueando varios locales y matando a los zombis que quieren atacarlos  y comerse sus vísceras.

 

“28 días después”, icónica del siglo XXI

Esta es una   película del maestro cinematográfico Danny Boyle.  Activistas a favor de los derechos de los animales liberan a un grupo de monos infectado con un contagioso virus que se transmite a través de la sangre y la saliva. Esto provoca una epidemia de una variante del virus de la rabia, que produce una furia incontenible a quien se ve afectado.  Pronto se extiende por   Reino Unido, por lo que el país es declarado en cuarentena.

 

Largometraje de género Z hecho en Cuba

 

“Juan de los muertos” (2010), de Alejandro Brugués, gira en torno a Juan, un hombre de cuarenta años que vive en Cuba y no tiene un oficio al cual dedicarse. Siempre está acompañado de su socio y compinche, Lázaro, quien también vive de manera sedentaria. En la “tranquilidad” de sus vidas, algo se vuelve extraño: las personas se tornan violentas y se atacan entre ellas. Juan llega a la conclusión de que se trata de zombis.

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