Stephano Espinoza presenta "Un viaje por el camino agrietado del afecto"
El artista guayaquileño Stephano Espinoza trabaja el autorretrato como estrategia para diseccionar su discurso personal, su condición y sus relaciones con el mundo.
El cuerpo que presenta en su trabajo está siempre dolido, afectado. En sus cuadros regresa una y otra vez a una posición fetal, a la búsqueda de protección.
En Un viaje por el camino agrietado del afecto, que se inauguró la semana pasada en Más Arte Galería, en Quito, muestra al menos tres núcleos de su trabajo.
“El afecto siempre es un camino agrietado”, reconoce. Su obra presenta el proceso de racialización que enfrentó durante los 12 años que vivió en Estados Unidos.
Los colores pasteles que se funden alrededor de los cuerpos atravesados por espinas, adoloridos, agachados y confundidos, representan las tonalidades con las que se confunde esa arquitectura guayaquileña envejecida que se encontró en su retorno.
La galerista Gabriela Moyano considera que a través de una entrada que parece ser caduca, como es el autorretrato, el artista logra “topar temas actuales y retratar su realidad. Pone a la vista del público una producción artística con un contenido político explícito”.
Para Moyano, Espinoza “crea escenarios y eventos de carácter liminal, donde el arte, su realidad, vida, lo ético y la creación están en balance. Provoca nuevas preguntas y significados sobre temas personales que lo atraviesan. Lo explícito sería su cuerpo y su territorio... justamente creo que lo potente de la obra de Stephano es que puede conectarse con múltiples discusiones actuales desde su mirada personal”.
Uno de los cuerpos que trabaja Espinoza se usó como portada del libro Inflexión Marica. Escrituras del descalabro gay en América Latina, editado por el académico y ensayista Diego Falconí Trávez.
En el lienzo un hombre aparece doblado del torso hacia sus pies en dirección contraria a la subida de una escalera. Aunque el trabajo lo escogió la editorial Turbina, con la que el libro se publicó en Ecuador, para Falconí “refleja a un cuerpo (que parece ser un hombre aunque nunca podremos estar del todo seguros) que está en una actitud de revisión. Ausculta su propia carne pero también examina su tradición (representada por ese pasamanos que sube)”.
El editor de esta publicación considera que “la persona, además, mira desde otra perspectiva, al revés. Si pudiéramos ver lo que esta persona ve, constataríamos que el arco que forman sus piernas y sus genitales se convierte en una suerte de lente de cámara corporal, que nos haría ver la realidad enmarcada siempre en la carne y al revés de lo que es”.
Falconí piensa que las páginas del libro están llenas de esa perspectiva carnal como límite y potencia creativa; están repletas de una desconfianza hacia las perspectivas tradicionales, que obligan a cambiar la posición de la mirada; desbordan los modelos fijos de identidad que clasifican a las personas sexodiversas como “gais” desconociendo cuestiones de clase, raza, colonialidad. Ese cuerpo “invertido” de la obra de Stephano es una traducción iconográfica a mucho de lo que contiene el libro. (I)