La búsqueda del sonido orgánico se impone
Las escenas del proceso de grabación de “Bohemian Rapsody” en manos de los integrantes de Queen, con Freddie Mercury a la cabeza, revelaron a los millenials aquel experimento con voces, mezcla de pistas y otros arreglos para conseguir el exitoso sonido de esta canción.
Aquel trabajo desarrollado hace 45 años fue un desafío para la banda, según su productor Roy Thomas Baker.
En la actualidad este tipo de producción ya se explora en algunos estudios de grabación para otorgar otra calidad sonora a sus composiciones.
La cantautora española Rosana contó a la prensa, en 2016, que para sacar su último álbum, En la piel, se demoró varios años porque no encontraba la sonoridad adecuada.
“En el salón (de la casa) surgió la chispa. Tenía una sonoridad increíble y todo vino rodado. Empezaron a surgir las notas y allí se creó la magia”, dijo la intérprete de “A fuego lento”.
De esta forma puso sobre el tapete esa exploración que también hacen los famosos de hoy, respecto a ese sonido orgánico que se anhela.
En Ecuador, bandas como Swing Original Monks, La Máquina Camaleón, Lolabúm, Rocola Bacalao y otras emergentes que destacan en la escena de festivales, son ejemplos concretos para entender el sonido que busca la nueva generación de músicos.
“Comenzamos con sintetizadores, haciendo loops (sonidos repetidos) y jugamos en la computadora; era un proyecto electrónico”, detalla Gabriel Baumann, vocalista de Swing Original Monks.
Al igual que la exploración que hizo Queen en su época, la banda tuvo un largo proceso para lograr un sonido que los identifique. Sumaron instrumentos y nuevos integrantes de distintos países, y lograron darle un sonido distinto a la marimba, al sanjuanito y al pasillo combinándolos con pistas electrónicas.
“Lo que hace el productor en estudios forma parte de la creación misma de una obra musical”, remarca Gorki Alarcón, director del Instituto Superior Tecnológico de Imagen y Sonido Paradox.
Este músico comenta que existe una calidad de sonido estándar, pero desde el 2000 hasta hoy los requerimientos de productores e ingenieros de sonido han cambiado la dinámica en los estudios para tomar sonoridades de otras épocas, como la escuchada en la cinta del Joker, música creada por Hildur Guðnadóttir con un sonido de los cincuenta.
“Al final, el sonido es esclavo del arte, entonces la parte técnica trabaja para la parte artística”, dice Alarcón.
En Guayaquil, la proliferación de academias y universidades de música han fomentado la competitividad y la creación de un sonido que identifique al artista local y pueda promoverse a nivel internacional.
Gorki Elizalde, rector de Paradox, hace énfasis en la preparación académica.
“En los ochenta, cuando grabábamos, no teníamos injerencia en nuestro trabajo; por eso es importante estudiar para plasmar nuestra genialidad y la manera de ver el mundo a nuestra forma”, sugiere.
El docente cuenta que en la carrera de Sonido y Audio del instituto se enseña la técnica. En noviembre esperan a los interesados en estudiar la nueva carrera de Composición Musical, en Guayaquil, avalada por la Senescyt. (I)