"Siguiente round", épica del "cine con propósito"
El documental ecuatoriano Siguiente Round se inicia como una película de ficción, con el hilo de tensión de una pelea muy disputada. El desenlace de ese combate se resolverá después de explorar el entorno de los boxeadores que intervienen y de otros que tendrán sus propias derrotas y victorias.
La proyección de este filme, la noche del pasado miércoles en el cine Ochoymedio, tuvo una sala llena.
No todos los espectadores eran aficionados al deporte de los guantes pero salieron complacidos por una buena historia y por algo que sobresale de la gran pantalla: el trabajo duro con personajes reales, la convivencia y un involucramiento que explicaron los realizadores Valeria Suárez Rovello y Ernesto Yitux.
Quizá lo que quieren desatar las varias películas sobre boxeadores sea lo que conmociona por igual a ocupantes de butacas de cine que al público del deporte cuya épica, justamente, está narrada en When We Were Kings -filme de Leon Gast, 1996-, en que el “mayor deportista de la historia” -Muhammad Ali (1942-2016)- vence a la ficción con los golpes de su historia de vida.
Eso -emocionarse frente a un ring al igual que el ímpetu que desata la gran pantalla- es algo que consigue Siguiente Round. El inicio del encuentro entre realizadores y Yecson “El Destructor” Preciado fue en marzo de 2015, cuando los cineastas documentaban con su equipo los desalojos en la Isla Trinitaria.
Fue el momento en que Preciado iniciaba su escuela de pugilistas, sobre la tierra y rodeado de un cerramiento de caña. Cuando una decena de aspirantes marcaban el camino del más de medio centenar que ahora asisten y cuyo proceso sigue siendo parecido: los seleccionados reciben un sueldo mensual ($ 120) solo si ganan medallas cada año; mientras que los niños de 12 años apuntan a los juegos nacionales, según explica Suárez Rovello.
El malabarismo en las calles, por ejemplo, es una actividad que “Pachín” Vivero ha mantenido mientras se sube al ring; y “Rata” o “El Tumbador” Reasco viajó el jueves pasado a Colorado, Estados Unidos, para competir en el torneo continental que lo clasificaría al Mundial de Box de la Juventud, recuerda Yitux.
“El box, en Trinitaria, representa mucho”, dice el cineasta, “representa un valor, el del trabajo que (Yecson) ‘El Destructor’ Preciado [el entrenador] hace en su barrio, la recuperación de chicos que generaban problemas y ahora son ejemplo de otros, para evitar hacer esas cosas, y se entrenan y disciplinan”.
La productora recalca que la profundidad de la historia fue más allá de unos Juegos Nacionales en los que Reasco fue campeón. Filmaron durante 30 meses y hubo un screaming durante el cual consideraron poner una voz en off, pero lo descartaron.
Las entrevistas a Preciado, un exboxeador que volvió a las calles luego de una lesión que lo frustró y que ha tenido una suerte de redención prolongada en su escuela, se usan en dos puntos clave del filme, cuya narrativa es la de los recorridos de la Trinitaria por torneos y el barrio.
“Interferimos totalmente”, explica Yitux, “con la entrada de cámaras, nuestra presencia y bulla, que generó la llegada de funcionarios, donaciones, homenajes”. Todo fue “catalizado” por la comunicación del equipo, insiste el director: “nosotros hacemos cine con propósito, no intentamos ser una mosca en la pared que filma y ya”.
Andrés Loor fue el encargado de la fotografía en el barrio periférico, uno que es de los más conflictivos del país y está ubicado al sur de Guayaquil, lugar que cambió la vida de muchas personas durante los rodajes. Hoy lo comentarán el director y la productora junto a “El Destructor”. (I)