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Fernando del Paso es el último mexicano en obtener el máximo galardón de las letras en español

Seis Cervantes mexicanos definen la identidad de una lengua mestiza

En el aniversario número 400 de la muerte de Miguel de Cervantes, Del Paso remató su discurso con la frase: “Por cierto, también sueño en español”.
En el aniversario número 400 de la muerte de Miguel de Cervantes, Del Paso remató su discurso con la frase: “Por cierto, también sueño en español”.
Gerard Julien / AFP
26 de abril de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Tan disímiles como los dialectos de cualquier país hispanohablante. Así es la media docena de plumas mexicanas que ha ganado el Premio Cervantes de las Letras (4 en la última década). El más reciente galardonado, Fernando del Paso, dijo –el jueves de la semana pasada, en la Biblioteca Nacional, en Madrid– sobre su país: “Me preocupa esa inmensa pobreza después de tantos siglos independientes. Tenemos mentalidad de países colonizados, pero debemos deshacernos de ella…”.

Hace dos años, la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska se convertía en la primera mujer en subir al púlpito del paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para dar su discurso de aceptación del 38º máximo galardón de las letras en el idioma del autor de Don Quijote de la Mancha. Sobre la lengua que le sobrevino al continente con la colonización, la autora de La Noche de Tlatelolco recordaba un pasado iniciático: “Antes de Gabo (Gabriel García Márquez) éramos los condenados de la Tierra. Pero con sus Cien años de soledad (él) le dio alas a América Latina. Y es ese gran vuelo el que hoy nos envuelve y hace que nos crezcan flores en la cabeza”.

Flores amarillas sobre las que seguro se regocijó el poeta José Emilio Pacheco, quien, en 2010, recibía el premio con una proclama tan sencilla como sus versos: “Me asombra que necesiten nota al pie términos familiares en el español de México, al menos en el México de aquellos años remotos: ‘de bulto’ como las estatuillas de los santos que teníamos en casa; ‘el Malo’ (el demonio); ‘pelillos a la mar’ (olvido de las ofensas); ‘curioso’ (inteligente). Y tantas otras: ‘escarmenar’, ‘bastimento’, ‘cada y cuando’”.

En 2006, Juan Carlos de Borbón, Rey de España, le entregaba la presea a Sergio Pitol reconociendo su “lúcida trayectoria literaria que enriquece el valor de nuestra lengua común”. El autor de El tañido de una flauta recordaba en un discurso a Alfonso Reyes, de quien había leído gran parte de sus libros: “Era tal su discreción, que muchos aun ahora no acaban de enterarse de esa hazaña portentosa: transformar, renovándola, nuestra lengua. Releo sus ensayos y más me asombra la juventud de esa prosa que no se parece a ninguna otra”.

Carlos Fuentes fue elegido ganador del Cervantes en 1987; en ese entonces el autor de La Región más transparente proclamó que “La cultura literaria de mi país es incomprensible fuera del universo lingüístico que nos une a peruanos y venezolanos, argentinos y puertorriqueños, españoles y mexicanos. Puede discutirse el grado en el que un conjunto de tradiciones religiosas, morales y eróticas, o de situaciones políticas, económicas y sociales, nos unen o nos separan; pero el terreno común de nuestros encuentros y desencuentros, la liga más fuerte de nuestra comunidad probable, es la lengua –el instrumento, dijo una vez William Butlerler Yeats, de nuestro debate con los demás–, que es retórica, pero también del debate con nosotros mismos, que es poesía”.

El primer mexicano en recibir el Cervantes, en 1981, fue Octavio Paz: “(América con sus grandes civilizaciones extrañas) introdujo un elemento de incertidumbre, por decirlo así, que desde entonces desafía a nuestra imaginación e interroga a nuestra identidad”. (F)

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