Sampedro, “un buen escritor de segunda”, elemental en el 15M
Poco después de conocerse sobre su muerte, José Luis Sampedro se había convertido en el segundo tema del momento en Twitter a nivel mundial. Es normal, pues se trata de un escritor y economista que se había transformado en referente de los indignados del 15M en España -donde las redes sociales jugaron un papel de convocatoria importante-, a los que apoyaba, al proclamar la necesidad de una sociedad más justa durante las revueltas.
Sampedro falleció dos meses después de Stéphane Hessel, el otro nonagenario que aupaba a los indignados -de hecho, publicó un libro llamado “¡Indignaos!”-. Por ello, la agencia EFE en unos de sus titulares sobre la muerte de Sampedro dijo que “El movimiento 15M se queda sin abuelos”.
En mayo de 2011, Sampedro envió una carta a los manifestantes del 15M, en la que expresaba su solidaridad y su adhesión a la iniciativa “¡Democracia real ya!”, y precisaba, con su pluma incisiva, “interpretando la palabra ‘real’ como adjetivo referido a realidad y no a realeza”.
En la misma carta, aseguraba que el momento histórico imponía la acción, la movilización, la protesta y la rebelión pacífica, y hablaba de una lucha hacia una vida más humana.
“La vida es un arder y el que no arde no vive”, es una frase de Sampedro que da una idea sobre la intensidad con que vivió este humanista, escritor y economista, fallecido en Madrid, la madrugada del 8 de abril, a los 96 años.
“La muerte es el precio que pagamos por estar vivos, sencillamente”, es otra de las tantas frases que podrían entresacarse de Sampedro, siempre disconforme con la evolución del mundo y las consecuencias de la globalización económica.
Al cumplir los 90 años, era consciente de que moriría pronto, pero decía que, hasta cierto punto, lo haría satisfecho porque no le gustaba nada la situación de “desintegración del sistema” que se vivía.
Y es que aunque en los últimos años aludía a la muerte con naturalidad, también proclamaba su fe en la vida: “La vida es mi reina y señora”, dijo en 2008, al recibir la medalla de honor de la Complutense de Madrid, universidad a la que siempre estuvo vinculado, como estudiante y profesor.
A veces decía que él no era de esta época, sino “de 1930-1936” y de un país “al que asesinaron”. Pero fuera de entonces o de ahora, creía que la fantasía “le seguirá siendo necesaria al hombre”, que quiere “que le sigan contando cuentos”.
Y sostenía eso un hombre que se consideraba a sí mismo “un buen escritor de segunda”. A lo largo de un siglo, añadía, “hay poquísimos genios y pocos buenos escritores”.
Se pasó años denunciando todo aquello que le preocupaba del mundo, y no lo hizo “por espíritu guerrero” sino por respeto a sí mismo y por “deber personal de honestidad”. Y se apoyaba para sus críticas en esta frase de Martin Luther King: “lo peor no son los hombres malos sino el silencio de los hombres buenos”.
Una preocupación que fue en aumento, a medida que la actual crisis económica iba dejando sin recursos a millones de personas. Los ciudadanos son educados “para ser productores y consumidores, no para pensar”, aseguró hace menos de un año, cuando se mostraba convencido de que estamos viviendo el final del abuso del capital y creía que los ciudadanos tenían que prepararse para una situación distinta, en la que “desaparezca” el poder del dinero y sea sustituido por los valores de la civilización occidental, “que se han desmoronado en manos de los adoradores del dinero”.
En el mundo, decía Sampedro, hay dos tipos de economistas, “los dedicados a hacer que los ricos sean más ricos, y los que estamos dedicados a hacer que los pobres sean menos pobres”.
Tanto en su faceta de economista como en la de escritor, siempre procuró “ser fiel a lo que pensaba que quería ser”. “Agradezco que todo haya sido tan hermoso. Lo he hecho lo mejor que he podido”, expresó el novelista al recibir hace dos años la Orden de las Artes y las Letras de España. Solo le importaba “vivir lo mejor posible y morir como un acto vital”.