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El Telégrafo
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Rusia recupera los telegramas escritos por los Romanov

En las cartas los miembros de la familia real describen el ambiente de pesimismo por la inevitable llegada al poder de los bolcheviques.
En las cartas los miembros de la familia real describen el ambiente de pesimismo por la inevitable llegada al poder de los bolcheviques.
Foto: AFP
25 de septiembre de 2017 - 00:00 - Agencia AFP

Cien años después de la revolución rusa, una colección de documentos de los Romanov vuelve a este país. Cuenta el día a día de la familia imperial en telegramas sobre cacerías o cartas angustiosas ante la llegada al poder de los bolcheviques.

Los miembros de la familia imperial se llevaron cartas, fotografías y dibujos en su huida de las persecuciones de la revolución de 1917.

Formaban parte de una colección privada en Londres hasta que el banco estatal ruso Sberbank los compró en julio por más de 70.000 euros. Ahora pueden verse en el museo de Tsárskoye Seló, la villa de los zares, a las afueras de San Petersburgo, donde la familia real pasaba el verano.

“Estas cartas y telegramas exponen la vida cotidiana de la familia imperial, lo mucho que se querían”, explica Irina Raspopova, del fondo de conservación del museo de Tsárskoye Seló.

“Estos archivos tienen un enorme interés para los investigadores. Hemos tenido la suerte de recuperarlos”, añade.

Entre los aproximadamente 200 documentos figuran la correspondencia del último zar de Rusia, Nicolás II, la de su esposa Alejandra Fiódorovna, su padre Alejandro III y otros miembros de la familia Romanov, entre 1860 y 1928.

“Las cosas no van muy bien, pero cacé y maté once faisanes”, escribe el emperador Alejandro III en una carta a su hija Ksenia, hallada en un sobre con la anotación “Telegramas de papá. 1894”, año de la muerte del zar.

Los documentos están escritos en ruso, francés o inglés, en papel amarillento y con los monogramas de los miembros de la familia Romanov o el nombre de los hoteles en los que se alojaron en sus viajes.

También hay un dibujo de un castillo realizado por un hijo de la emperatriz María Fiódorovna, esposa de Alejandro III, y una postal con motivo de la Pascua ortodoxa pintada por la esposa de Nicolás II y enviada a su cuñada.

La colección de cartas y telegramas permite ver hasta qué punto la revolución de 1917 supuso un vuelco en sus vidas. “Seguimos cuesta abajo y es fácil imaginar lo que nos espera”, escribe el gran duque Nicolás Mijáilovich en 1918, meses antes de ser ejecutado.

Este tío de Nicolás II describe en sus cartas el ambiente revolucionario en San Petersburgo, que seguirá siendo la capital de la Rusia bolchevique hasta 1924, mencionando a Lenin y Trotsky o los registros llevados a cabo en su palacio.

“Todavía no se escucha el cañón pero es inevitable. Es probable que los bolcheviques ganen”, escribió, por ejemplo, el 25 de octubre de 1917, día del asalto al Palacio de Invierno y toma de poder bolchevique. (I)

En Polonia reaparecen dos cuchillos fabricados por el joyero ruso Fabergé

 Se supone que habían desaparecido hace un siglo, después de la revolución de octubre, fundidos como el resto del servicio de mesa en plata fabricado por Fabergé. Pero dos cuchillos creados por el célebre joyero ruso de la corte imperial han reaparecido en Polonia.

Después de 1917, la joven Rusia bolchevique necesitaba dinero para financiar la guerra y consolidar su poder. “Nacionalizó” los bienes de los zares, de las familias aristocráticas y burguesas y de las iglesias. Platos, vasos, cubiertos... Piezas magníficas de orfebrería fueron fundidas para obtener metales preciosos. Este era el destino reservado a un servicio de mesa en plata de más de 100 piezas de los Kelch, una familia que se lo había encargado a Fabergé.

“Los historiadores del arte creían que este servicio había desaparecido para siempre, en su totalidad. Pero dos piezas han reaparecido en el mercado: dos cuchillos de pescado (uno de servicio de 35 cm y otro individual de 21 cm) se salvaron milagrosamente”, cuenta Adam Szymanski, historiador del arte y experto polaco en Fabergé, autor del hallazgo.

El mérito es de un soldado del Ejército Rojo que, en 1918, se apropió de los dos cuchillos, añade Szymanski. Proceden de un servicio neogótico único; Fabergé realizó muy pocos objetos en este estilo todavía a la moda a finales del siglo XIX.

Su historia se remonta a 1900. Barbara Kelch-Bazanova, heredera de una de las mayores fortunas de la época, encarga un servicio de mesa por 125.000 rublos a Fabergé, un joyero ruso de origen germano-danés conocido por sus creaciones fabulosas: huevos de oro y piedras semipreciosas que contienen miniaturas (bailarina, carroza, castillo, barco, caballo, loro...). Actualmente alcanzan precios astronómicos en las subastas.

El zar Alejandro III encargó a Pierre-Karl Fabergé un primer huevo para su esposa Maria Fiódorovna, que quedó tan maravillada que el joyero se convirtió en el orfebre de la corona imperial.

Fabricó un total de 52 huevos imperiales para los Romanov y siete para los Kelch, todos en distintos estilos “neo”, en particular “rococó”, “Imperio” y “Luis XVI”.

Barbara Kelch, una burguesa casada con un barón ruso, se esforzaba por ser aceptada por la aristocracia. Su servicio para 32 personas, con centros de mesa incluidos, deslumbró a los invitados en el salón neogótico del palacio Kelch de San Petersburgo.

El servicio se fabricó en el taller Fabergé de Moscú en 1900, según los proyectos del arquitecto y diseñador ruso Fedor Schechtel.

“No cabe ninguna duda, la letra K que figura en los cuchillos es idéntica a la de los adornos del salón”, afirma Szymanski. “Los cuchillos tienen punzones de Fabergé y la firma K. Lleva Fabergé en cirílico, muy legible”, añade.

La única prueba son las escasas fotografías del servicio tomadas en 1902 durante una exposición de las obras de Fabergé organizada por la zarina Alejandra Fiódorovna, esposa de Nicolás II. (I)

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