"Rosita" revivió en un documental que la humaniza
Desempolvar los recuerdos de su tía Rosita significó ampliar la borrosa imagen que concebía de ella. Una figura que por muchos años le dolió a su familia, en especial a su abuela, quien había construido un pequeño museo donde atesoraba fotos, cuadros y hasta un busto en su memoria.
Ileana Matamoros quiso ir más allá de las historias que alguna vez escuchó de su familia para encontrar en los conocidos de su difunta tía esos relatos que pudieran construir una imagen más real a la que ella había creado en su imaginario.
La idea que nació durante sus clases de investigación de cine en la Universidad de las Artes y luego materializó en el laboratorio de rodaje se convirtió en un trabajo en equipo junto con sus compañeros Frank Vera (edición), Dany Cevallos (producción), Michael Lojano (sonido) y Dominique Pazmiño (fotografía) para producir el documental que logró inmortalizar a Rosa Elisa Calderón García, la hija mayor de sus abuelos maternos.
“Crecí escuchando las historias de mi abuela sobre su primera hija y viendo sus ojos; para mí era como una modelo, la chica del anuncio de Coca Cola”, narra Ileana en esta cinta que dirigió y bautizó como Rosita.
Un filme que entró a la programación del Festival Internacional de cine documental EDOC (Encuentros del otro cine) proyectado en Guayaquil, el pasado sábado y que en Quito se verá este viernes 18 de mayo, a las 17:00 en el Ocho y Medio, S1.
De cinta casera a documental
Para Ileana esta no fue su ópera prima como guionista y directora. Ya había laborado para programas como Pilas con el chat y Peloteros, además de liderar el corto Sirenitas (2010) y el guion de Chanchofobia: terror en la Pared (2017). También es periodista y cuenta con un título técnico en dirección de cine de Argentina.
Esta producción abordó su lado más íntimo, pues nunca llegó a conocer a su tía fallecida de cáncer, en 1963.
Fue una cinta de 8mm de la fiesta de bachillerato de Rosita, que su abuela le había obsequiado, el punto de partida para recrear el guion.
“Yo no sabía que existía esta película hasta más o menos 2003 que mi abuelita me dijo: “Hijita a usted que le gusta el cine, le doy esta película” y ya estaba revelada. Por esos años me fui a hacer un curso de cine, me llevé la película y le hice un transfer un poco casero y la tuve guardada”, recuerda la directora quien desempolvó el rollo hace un año para esta clase de la que cree que “quizás este era mi destino”.
El equipo debió sincronizar ocho horas de material, observar varias veces la película para rearmar y escoger los archivos que dibujaran una parte de la vida de Rosita.
Las tres mejores amigas, la madre y tía de Ileana, un amigo y admirador de la difunta, más la señora que hacía labores domésticas fueron los personajes escogidos para construir un perfil que -al final- no termina por contestar ciertas interrogantes que la misma Ileana se plantea al inicio del documental.
Rosita se llevó sus secretos
“La edad que tengo ha afectado la forma en que yo veo a Rosita, ahora no como una mujer trágica de una historia de novela o de una película sino de una nenita que murió joven”, le contó Matamoros a un público de casi 70 personas, luego del foro que se desarrolló en Teatro Muégano.
Recalcó que durante el proceso laborioso de montaje e investigación manoseó tanto estos recuerdos que le permitieron humanizar a su tía. “No es un ángel, no es una nena, es una persona que tiene secretos, seguramente ella se fue con un montón de secretos (...) yo no sé a quién quiso, no llego a descubrir eso y con algo me quedo y es que no todo lo tienes que saber ni llegar a descubrir completamente, sino abrazar con esa mirada lo que quieres conservar”.
Su colega Dominique agregó que lo que engolosinó al equipo fueron esos 8 mm de material que les facilitó aplicar el sepia y empastar las pieles de naranja para ambientar una escenografía con tintes del sesenta. (I)