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El Telégrafo
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El Poeta Chileno se sobrepone del Párkinson para sus recitales que arrancaron aplausos en Quito

Raúl Zurita y la marca en el cielo, no en la cara, que será el Paraíso

El Premio Nacional de Literatura chileno (2000) dio un recital el domingo pasado, en Librería Tolstoi, de Quito. Daniel Molineros / El Telégrafo
El Premio Nacional de Literatura chileno (2000) dio un recital el domingo pasado, en Librería Tolstoi, de Quito. Daniel Molineros / El Telégrafo
19 de noviembre de 2015 - 00:00 - Alfonso Espinosa Andrade

Para el escritor chileno Raúl Zurita, la poesía comprende y agrupa toda posibilidad humana de creación. Y fue la poesía, la escritura, el camino que encontró para poder aprender a hablar, aunque era ya un joven ingeniero. “Después del golpe (de Estado en Chile, en 1973), había que aprender a hablar de nuevo”, explica este hombre que lleva con peso su edad, su tupida barba blanca, su palabra, temblor paciente en el alma de los que lo escuchan.

En un momento de su conferencia magistral (’Hacia una poética de la muerte’) en la Feria del Libro de Quito, confiesa que tiene 65 años. La presencia y la palabra de Zurita fueron uno de los puntos altos del primer fin de semana del evento ‘Las otras palabras’. Un recital y un encuentro en librería Tolstoi completaron la agenda del Premio Nacional de Literatura otorgado en Chile en 2000. El sábado pasado, el Auditorio del Museo Nacional de la Casa de la Cultura estuvo más que lleno, con gente parada o sentada en los corredores laterales, oyendo al poeta.

Con referencias autobiográficas, el exfumador que padece la enfermedad de Parkinson afirmaba: “Yo he trabajado con mi vida, es mi dato base”. Una vida cruzada por la violencia que puede guardar en la memoria un detenido por la dictadura, amigo y familiar de desaparecidos, que salió libre con una especial disposición: tenía prohibido entrar a las librerías. Así, en 1979, “yo podía ver mi libro por las vidrieras, pero no entrar a comprarlo”.

Esa fue una de las más ‘delicadas’ formas de violencia que el régimen de Augusto Pinochet impuso en Chile. Las detenciones forzadas, los secuestros, la tortura y asesinato por parte de fuerzas del orden: todo terror organizado en una máquina obsesionada con aniquilar “el comunismo”, “las ideas extranjeras”, “a los que subvierten el orden”... Zurita lo tiene claro: “Ante la violencia de la dictadura, la respuesta del arte debía ser igual de violenta”.

En 1975, en un acto de desesperación, quemó su rostro con un hierro caliente. No fue una performance ni un acto para llamar la atención de nadie. Era el resultado de un combate interior. “Fue la forma de no volverme loco”.

Sus libros son violentos, no porque caigan en el fácil panfleto, sino porque ponen en cuestión al lenguaje y a la realidad representada. Emprenden en ese terreno, frágil como una capa de hielo, el esfuerzo por resignificar el lenguaje y, desde él, la realidad. Su primer libro, Purgatorio aparecía en 1979 (con la foto de su cicatriz como portada). Tres años más tarde se publicaba Anteparaíso, los cuales, junto con La vida nueva (1982-1994), conforman una trilogía.

El último título se abrió con el vuelo de cinco aviones que dejaban estelas y escribieron 7 frases en el cielo de Nueva York (EE.UU.), entre ellas ‘Mi dios es hambre’. El cierre contiene una oración escrita en 1994 sobre el desierto de Atacama (en el norte de Chile), que reza: ‘Ni pena ni miedo’. El verso solo puede ser visto desde un avión… Para Zurita se trata de la “monumentalización de un momento de locura”.

Con el tiempo, este artista se dio cuenta de algo clave. “La tarea no era escribir poemas, sino hacer de este mundo una obra maestra”. Una tarea inacabada, una batalla perdida, “una derrota cósmica, que es el arte tal como lo conocemos”. En ese combate, “la poesía es el acto más desesperado”. Luego, “como una legión de pájaros carroñeros los artistas escarban en esas ruinas y les ponen sus nombres como si fueran algo más que testigos de esa derrota”. Pasó, dice, “de la desesperación al día, a pensar en la nueva etapa. Sin un vislumbre de felicidad no se puede sobrevivir, estamos condenados a construir el Paraíso”. El último instante siempre será feliz. Si antes su vida fue su materia prima, ahora trata de trabajar con ese último segundo-esperanza, “hacia una poética de la muerte”. (I)

Diez ediciones de la maratón del cuento ya han tratado el tema

"Pensar que el desarrollo solo es posible a través de la lectura es reduccionista"

El Plan Nacional del Libro y la Lectura concita las expectativas de amplios sectores en torno a esta Feria del Libro, en la que se ha anunciado su lanzamiento.

Sin embargo, durante las 10 ediciones del Maratón del Cuento muchos niños transitaron a la adolescencia con el nombre del evento entre las páginas de sus libros. Este año, Girándula, la Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, y la Cámara Ecuatoriana del Libro incluyeron en la programación (llevada a cabo durante mayo pasado) una jornada académica con miras “hacia la construcción de un plan nacional de lectura en Ecuador”.

Durante la Feria del Libro Infantil y Juvenil -organizada por Girándula-, el bibliotecólogo colombiano Didier Álvarez -quien también es profesor de Historia del Libro en la Universidad de Antioquia- (foto) disertó sobre los planes de lectura realizados en otros países de Iberoamérica. “El problema no se resuelve con altos índices de lectura”, enfatizó el catedrático, para quien los derechos de los niños y adolescentes se ejercen en todas las actividades que realizan, sin importar si involucran o no a los libros. Pensar que el desarrollo solo es posible a través de la lectura es un reduccionismo, recalcó antes de destacar el papel de la música en el empoderamiento de comunidades de jóvenes en todo el continente.

Para el bibliotecólogo, las letras son una posibilidad de acceder al capital simbólico, y los planes nacionales para su fomento tienen que ser ‘sociocéntricos’, es decir, deben tener a la ciudadanía como objetivo a servir e incentivar.

Otro de los aportes de Álvarez fueron los componentes que un plan de esta naturaleza debe tener, entre los cuales están: una concepción del lenguaje como principio de las interacciones sociales y prácticas cotidianas; algunos objetivos de transformación social a través de los cuales la lectura se podría integrar a otras artes; las mediaciones éticas, estéticas, políticas y pedagógicas que requiere la promoción lectora; estrategias de intervención y criterios de sustentabilidad.

La viceministra de Cultura y Patrimonio, Ana Rodríguez, ha dicho que la red de bibliotecas de su cartera de Estado cuenta con 11 instalaciones públicas, aunque hay un universo mayor compuesto por bibliotecas públicas educativas, comunitarias, religiosas, que se pretende articular en un sistema integral con las bibliotecas de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Senescyt), del Ministerio de Educación; además de las comunitarias y municipales. Para ello, el Ministerio de Cultura y Patrimonio trabajaría en 3 ámbitos: la creación de la Biblioteca Nacional, el Régimen Integral para Educación y Formación para las Artes, la Cultura y el Patrimonio y la articulación institucional con otras áreas del conocimiento y el talento humano, para la educación inicial, bachillerato, educación superior, así como la educación no formal, la educación continua y la capacitación. (I)

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