Ralex retrata la dureza del exterior y la ternura de sus mundos íntimos
Un trazo violento que solo acentúa la ternura del artista. Así se podría caracterizar a los cuadros de Ralex (Álex Tapia) que componen la muestra Piso flotante y que se exponen en La Huerta y la Máquina. En sus pinturas se revelan escenas crudas del mundo cotidiano, que están matizadas por una mirada sensible que doma la intensidad de sus líneas.
La exposición utiliza el patio cubierto, la carpintería y la oficina de La Huerta, un sitio gestionado por Pablo Ortiz, Luis Herrera y Ana Rodríguez (quien es la cocuradora de la muestra junto con Ralex). En el primer espacio, destaca un cuadro en el que aparece un niño llorando vestido con una pijama de dinosaurios azules. Con la mirada esquiva hacia el espectador, el menor carga en su mano derecha una flor amarilla y, en la otra, una casa diminuta, como símbolos de una infancia leve, volátil. Sus zapatos desamarrados están pintados sobre un retazo de madera vieja, como si expresaran el camino cansado que le ha tocado recorrer, pese a su temprana edad.
A un lado de este cuadro hay una pintura en la que un joven duerme en compañía de varios perros que le hacen de abrigo, en lo que podría ser una calle o una casa sin techo. En su rostro se revela una serenidad que roza con gestos de tristeza. Y, a un costado de esta pieza, aparece un autorretrato de Ralex hecho sobre cartón en técnica mixta: usa acrílicos, marcadores y lata.
Aunque la muestra no está organizada por ningún orden narrativo, hay varios elementos técnicos y temáticos que se repiten con frecuencia, como los perros, la sangre, el retrato incompleto, la calle, las poses lánguidas, la ironía y los diversos soportes que usa para pintar. Un retazo de piso flotante, la portada de libro o un plato roto le sirven de base al artista para recrear sus mundos externos e íntimos.
Ralex reside en Sangolquí, donde tiene su taller en el tercer piso de su casa. El artista pinta desde hace más de diez años, cuando formó parte del colectivo de arte urbano Los Fenómenos. Luego, su trabajo se hizo más autoral y ahora presenta su primera muestra individual.
“Cuando era guambra había como tres, cuatro Álex en la familia. Así que decía ‘chucha, cómo me diferencio del otro’. Y no sé, me sonaba en la cabeza las palabras rata, Álex… y dije por ahí va”, comenta Ralex frente a uno de sus autorretratos en el que aparece dibujado como el protagonista del programa Art Attack, solo que en su saco rojo se lee la frase ‘Rat Attack’.
A Ana Rodríguez le interesaba la obra de Ralex desde que era parte de los Fenómenos. Luego conoció su pintura en la versión callejera, de artista urbano mural, que ya era un estilo de pintor mucho más que de grafista o ilustrador.
“En Piso flotante decidimos mostrar de dónde venían varios de sus gestos: la lata, la calle, las paletas que usa en su taller, los colores, los fluorescentes... Es decir, el manejo de sus distintas composiciones en las que está la esencia de su entorno. Él no miente en su proceso; es de las personas que dicen ‘esa foto me topé en internet y decidí pintarla’. Cuando uno se refiere al entorno piensa la familia, pero en este caso también tiene que ver con el internet, con sus maneras de conectarse, de salir y de entrar de sus mundos”, reflexiona Ana.
Ralex estudió en la Facultad de Artes de la Universidad Central, pero la dejó luego de que una ‘mala nota en historia del arte’ hiciera lo suyo. En un comunicado, él dice: “Mi pintura se trata de la figura humana (…) lo que pinto no es solo para los que saben, o sea no es para los que se van por las ramas. Es un ejercicio de mezclar y manchar. Si a la gente le gusta, problema de ellos”. (I)