El Centro de Arte Contemporáneo de Quito presenta esta noche, a las 19:00, un acercamiento fugaz al silencio. Un conjunto de colores, pausas, desorden y estupefacción. Es un planteamiento artístico parecido a un tren de vagones introspectivos, en ellos uno duda si: ¿un bosque no será la bolsa de enigmas que las personas no resuelven; si el cielo no será el portal de la comunicación; si una pintura refleja la realidad o ésta se cuela a medias en los actos artísticos? A través de 180 pinturas para que el suelo pierda consistencia, esta antología de la incertidumbre para cambiar fue configurada por un “yogui” que recorre rutas para, a través  de la pintura, anticiparse a las dudas que surgen en el ritmo del presente: es el artista Pablo Cardoso y su muestra “Teoría para actuar antes de tiempo”.

La exposición será hasta el 18 de agosto y consiste en una selección de su material que en buena parte fue elaborado desde el road-pictures. Entre 1986 y 1987 usó la fotografía como referente para crear pinturas con aerógrafo. En ese entonces su iniciativa no tenía parangón en el país. “Esa etapa me dio reconocimiento nacional porque la técnica era novedosa; lograba un realismo fotográfico llamativo".

DATOS

La suite del coan coan, uno de sus recientes trabajos, es una serie performática de color sepia donde las pinturas comunican belleza y violencia interna, un estado de tensión. Invirtió el color de fotos de la selva ecuatoriana contaminada por derrames petroleros. Trabajó las imágenes en negativo y si las invierten en Photoshop se podrá distinguir la imagen del bosque destruido: sangre de los “coan coan”, habitantes sagrados del interior de la tierra.  
En la obra Lago Agrio, Cardoso, documenta el viaje que hizo a Houston con una muestra de agua contaminada del Oriente. La derramó en  Sawer Lake sobre el monumento en honor al primer pozo descubierto por Texaco.

Desastres petroleros en Louissiana, Galicia y Galápagos estarán en su próximo proyectoCon ello actualizó el lenguaje de la pintura, que no está relacionado con "viejas prácticas". Explicó: "hice una ruptura con elementos tradicionales de la pintura como el uso del espacio pictórico bi-dimensional a través de la muestra de las urnas de hierro para contener o cuidar que pertenecen a la serie Geodesia;  en ellas están insertadas mechas consumidas y representan una honra al acto de pintar. Esta obra está "en un punto intermedio entre la escultura y la pintura", aclaró.      

Críticos como Cristóbal Zapata emparentan a Cardoso con Caspar David Friedrich, Gerhard Richter o Gottfried Helnwein, de quienes se sospecha realizaron trabajos precedentes que cultivaron la obra del ecuatoriano. “El pintor hace una mediación cultural por medio del uso de la cámara, la intercesión del lente introduce una distancia analítica y crítica frente al objeto: la naturaleza perdida vuelve como sombra o fantasma; la infinitud de estos espacios, lo que despierta el sentimiento de la finitud, de nuestro vacío y precariedad”, dice Zapata.

Para Cardoso, fotografía y pintura, en parte de su obra, constituyen "una columna vertebral". "Me interesa expresar una idea de lo inconcreto, la indefinición de las cosas, reflejar mi escepticismo ante los sistemas impuestos sean religioso o existencial", señala. También, en su propuesta existe una relación muy intensa de los tiempos. En una dimensión se captura la imagen con un clic y luego ella es "sometida a una experiencia más expandida de tiempo que es traspasarla a pintura".

La fotografía como base y primer recurso para luego crear una obra pictórica tiene que ver con "impulsar el cuestionamiento" porque la gente "mira uno de mis cuadros y cree que es una foto".

Casi indignado por la manera en que se dan por sentados ciertos discursos ideológicos, Cardoso hace hincapié en que "las cosas no son como masivamente se nos dice que están compuestas o funcionan. Por ejemplo, uno de los paradigmas imperantes en el mundo globalizado es el del consumo: se cree que mientras más consumimos habrá más desarrollo y sociedades avanzadas".

A continuación, con extrañeza inquiere en voz alta "¿por qué se piensa de ese modo? El consumo es lo que menos le conviene al ser humano". “Prefiero no interpretar mis obras porque eso podría inhibir al público a la generación de propios procesos de reflexión", explica el artista porque ya se ha dado el caso en que "hallan en las pinturas aspectos que no las transmití conscientemente, esa es una experiencia artística".

Siendo un pintor curioso, Cardoso alimentó su trabajo con una multiplicidad de elementos. "En períodos me nutrí con lecturas filosóficas y de búsqueda espiritual de Ouspensky o el libro Encuentro con un hombre notable". Aquellas prácticas están en su producción hecha a finales de los 80 y mitad de los 90.

El artista, lejos de motivos místicos ni presunción, "desempeña esa manera de mirar de forma no convencional: lo que para ti es una manzana para mí puede ser un objeto de creación estética, una noticia en el diario puede ser el preámbulo de un proyecto como con la obra Lago Agrio”, dijo. Este trabajo fue hecho alrededor del caso Texaco.

El cielo y el mar se representan en Allende, la palabra es un arcaísmo que significa de la parte de allá. Un amigo en Venecia le envió cada 70 días una foto de un punto del paisaje que él veía cada día. Cardoso recibió las fotos y luego las pintó. "¿Es este un paisaje u otra cosa?", cavila. La obra alude a ese espacio intangible en que se produjo la comunicación con su amigo. “El discurso real no es sobre el paisaje sino de ese territorio globalizante que cambia al mundo, es un territorio porque tiene sus límites", argumentó.

Dado que "devoramos imágenes como si fueran comida rápida, creé obras para contemplar", argumenta el artista y reitera que "ninguna de las obras suyas son lo que parecen en la superficie. Hay que entrar a sus entrañas, requieren un ejercicio de contemplación que ya no se hace".