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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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¿Quiénes somos en esencia?

¿Quiénes somos en esencia?
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¿Quién soy? Es una pregunta banal, pero a la vez difícil de responder, que en algún momento vamos a plantearnos. ¿Cómo responderla culturalmente hablando? ¿Aludiendo a nuestra manera de ser, nacionalidad, centros de interés, familia y círculo de amistades, religión…?

Definir nuestra identidad cultural como ecuatorianos es una tarea compleja. De hecho, se debería hablar de multiculturalidad, o mejor, de interculturalidad, es decir, la mezcla de varias culturas. Pero en esta ocasión, me gustaría comentarles sobre una cultura minoritaria en Ecuador a la cual pertenezco: la judía. Lo hago porque precisamente, en este año de 2021, se celebran 1700 años de vida judía en Alemania: en el año 321, el Emperador Constantino emitió un decreto permitiendo a los judíos ejercer cargos públicos. Esto significó que, por primera vez en la historia, fueron integrados a la sociedad. Hoy día, ante el resurgimiento del antisemitismo, es una ocasión para mostrar la contribución pluridisciplinaria del pueblo judío al mundo.

Este evento no está desconectado de nuestra realidad, pues la celebración se extiende prácticamente a todos los países donde residen judíos de origen alemán, incluyendo el nuestro. En Ecuador, su existencia se remonta a épocas coloniales. Llegaron alrededor de la Segunda Guerra Mundial, escapando una vez más a persecuciones –como mis abuelos. Hoy en día, aunque tienen su propia comunidad y múltiples organizaciones, poco se oye hablar de lo que significa ser judío substancialmente.

Hace un par de años realicé una pequeña encuesta en Quito para saber cuánto sabía la gente sobre el tema. La mayoría afirmó que se trata de una religión, muchos no sabían que había judíos establecidos en el país, otros respondieron con prejuicios complotistas, sosteniendo que son quienes dominan el mundo… Nadie habló sobre la cultura judía (no necesariamente la religión, el judaísmo). Por mi parte, me identifico con la filosofía, educación, historia, idiomas, arte y tradiciones de este pueblo. A pesar de la diáspora, conservan muchas de sus costumbres milenarias, pero también van adoptando nuevos comportamientos según la época y el lugar donde viven.

En realidad, esto ocurre con todas las sociedades mestizas: tenemos múltiples identidades culturales. Yo me siento judía, pero además, llevo en mí algo de los pueblos originarios, de los Incas, españoles, alemanes, checos, franceses y más. Todos conservamos algo del patrimonio material e inmaterial ancestral, nuestra memoria viva transmitida por nuestros padres y abuelos. Al mismo tiempo, vamos aprendiendo e integrando lo nuevo.

Es importante comprender de dónde venimos, para transmitir lo que deseamos de nuestras culturas. Así, propongo considerar esta celebración de 1700 años de vida judía como una oportunidad para conocernos mejor como sociedad intercultural, conocer nuestro pasado y presente, y plantearnos a nosotros mismos la pregunta de quiénes somos en esencia. 

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