Propuesta colectiva se hizo para analizar la educación
Bajo la dirección de Arístides Vargas y con la actuación de Alegría Cáceres y Víctor Stivelman, se presentará “La soledad de las Luciérnagas”, del grupo de teatro “Puentes invisibles”. El evento se realizará mañana y el sábado en el Teatro Variedades Ernesto Albán (Manabí Oe2-04, entre Guayaquil y Flores, en el extremo norte de la Plaza del Teatro).
La obra cuenta la historia de una pareja de educadores que intenta aplicar formas de enseñanza nada convencionales, después de un profundo cuestionamiento a los procesos educativos que se transmiten social y culturalmente, donde el joven es instruido bajo imposiciones y un conjunto de normas.
Los actores lanzan la inquietud acerca de qué cosas son verdaderamente propias y cuáles son simplemente “heredadas” (maneras de ser, de pensar y de sentir de cada persona). Y a medida que se desarrolla la obra, los personajes reflexionan en que si bien se pueden explorar nuevas maneras de enseñar, hay cosas en la vida que no pueden ser enseñadas sino que deben ser vividas. Estas conclusiones las sacan a partir de sus propias experiencias afectivas.
Víctor Stivelman dice que “la iniciativa del trabajo nace desde la perspectiva de una formación distinta en donde se trata de buscar un lenguaje común; viene a ser el puente para la creación de ese léxico y, por tanto, su representación será esa manera concreta de unificar nuestras formaciones distintas”.
“La soledad de las Luciérnagas” se construyó a través de ejercicios dramatúrgicos de Arístides Vargas (director) y el tema e idea central fueron abordados después de un discernimiento conjunto. “Teníamos ganas de decir muchas cosas; concluimos hablar de los educadores porque nos interesa la formación, la educación en sí, el cómo te enseñan, te imponen.
Uno aprende con esa carga moral y de culpa, sometimiento en muchas ocasiones... La obra mostrará ese lado afectivo, emocional, que es tan inherente al ser humano, pero que muchas veces es relegado”, comenta Alegría.
“La pieza encierra una poética particular, ya que el título refleja este intento de interrumpir los modos convencionales de ver, hacer, transmitir y sentir la educación”, sostiene Víctor.
El montaje duró más de un año. Después de distintos materiales trabajados, lograron hacer una síntesis, en donde se armó un primer boceto de unos 50 minutos, que, sentían, al fin abordaba pertinentemente la temática que buscaban enfocar.
Consideran al público “el condimento final, es como la sensación real, ya que completa esta forma de diálogo, en donde los personajes proponen y el público recepta; la expectativa es plantear algo que quede vivo, un intento de diálogo para romper con estos convencionalismos”, concluyen Víctor Stivelman y Alegría Cáceres.
La puesta en escena cuenta con el apoyo de varios reconocidos artistas: el vestuario a cargo de Pepe Rosales; la utilería, de Sofía Zapata, Marian Morillo y Camilo Pacheco; el diseño e ilustración es, también, de Sofía Zapata; y la difusión del evento corre por cuenta de María José Salazar.