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El Telégrafo
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Sergio Ramírez dedicó su Premio Cervantes a los protestantes en Nicaragua

Ramírez, con un crespón negro en su solapa y tono grave, recordó la situación de su país al arribar al paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
Ramírez, con un crespón negro en su solapa y tono grave, recordó la situación de su país al arribar al paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
Foto: Juan Carlos Hidalgo / AFP
24 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura y agencias

Primer centroamericano en recibir el Premio Cervantes, el nicaragüense Sergio Ramírez dedicó el máximo galardón de las letras hispanas a la memoria de los manifestantes “asesinados” en las violentas protestas en su país.

Vistiendo un lazo negro en la solapa en señal de luto por los sucesos que han dejado 25 muertos, Ramírez comenzó ayer su discurso de aceptación dedicando el premio “a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia”.

Asimismo, honró “a los miles de jóvenes que siguen luchando sin más armas que sus ideales por que Nicaragua vuelva a ser República”, en el acto realizado en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, localidad donde nació Miguel de Cervantes (1547-1616).

El escritor de 75 años, que afirmó en su discurso que los novelistas no pueden “cerrar los ojos” ante las realidades en América Latina, se refería a las violentas protestas y choques con la policía de los últimos días en Nicaragua, en contra de una reforma del sistema de pensiones.

Aunque el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, revirtió el domingo la reforma buscando calmar los ánimos ante los sucesos callejeros más cruentos en sus 11 años de gobierno, los estudiantes y otros sectores prometían continuar el movimiento.

Vicepresidente de Ortega entre 1985 y 1990 durante la Revolución Sandinista y luego uno de sus más duros críticos, Ramírez pidió “que cese esta represión absolutamente absurda contra la población civil, sobre todo contra los jóvenes”, en declaraciones a la televisión pública TVE previas a la ceremonia.

“Si un día me aparté de la literatura para entrar en la vorágine de una revolución que derrocó a una dictadura, es porque seguía siendo el niño que se imagina de rodillas en el suelo de la venta presenciando la función de títeres del retablo de Maese Pedro, ansioso de coger un mandoble para ayudar a don Quijote a descabezar malvados”, recordó.

Y rindió homenaje al mexicano Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005 y recientemente fallecido, un “cervantino hasta la médula, porque nunca se atuvo a la pesadez y supo trocarla por el humor, la ironía y la parodia, un raro de los de Rubén, que supo hacer de la escritura una fiesta”.

Ramírez, miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua y autor de Margarita, está linda la mar –Premio Alfaguara 1998y Adiós muchachos, participó el domingo en Madrid en una manifestación contra la “represión” en Nicaragua.

Pese a haber abandonado la acción política en 1995 tras postularse sin éxito a las presidenciales en su país, Sergio Ramírez defiende que los escritores conserven sus ideales políticos y resistan el “poder arbitrario”, algo en lo que insistió en su discurso tras recibir el Cervantes de manos del rey Felipe VI.

“Cerrar los ojos, apagar la luz, bajar la cortina, es traicionar el oficio”, afirmó Ramírez, quien dijo escribir siempre “con las ventanas abiertas” para no “ignorar la anormalidad constante” de la realidad latinoamericana.

Entre los retos de la región, enumeró los caudillos “disfrazados de libertadores”, el narcotráfico, el “exilio permanente” de centroamericanos hacia Estados Unidos, la violencia o “las fosas clandestinas que se siguen abriendo”.

“Cervantino y dariano”
El rey de España destacó que Ramírez “se ha entregado por igual al compromiso con la lengua y con la ciudadanía” y cuando “su país lo precisó dejó las letras para abrazar una causa”, en referencia a su adherencia al movimiento que derrocó la dictadura de Anastasio Somoza en 1979.

En su discurso, Ramírez se refirió también a la influencia en su obra de Cervantes, a quien evocó “como un autor caribeño, capaz de descoyuntar lo real y encontrar las claves de lo maravilloso”.

El Quijote se lo “enseñó a leer” su madre, su profesora de literatura en secundaria, recordó. Rindió honor por igual al poeta nicaragüense Rubén Darío, la “figura más querida del país”.

Rubén Darío fue “quien creó nuestra identidad, no solo en sentido literario, sino como país”, afirmó Ramírez sobre Nicaragua y consideró curioso “que una nación americana haya sido fundada por un poeta con las palabras, y no por un general a caballo con la espada al aire”.

“Ida y vuelta” fue el título de su discurso en el que explicó cómo la lengua de Cervantes hizo a Centroamérica el viaje de ida cuando en 1605 llegaron los primeros ejemplares del Quijote. Tres siglos después, Rubén Darío devolvió a la península “novedades liberadoras” de la lengua que recibió en herencia de Cervantes, “sacudiéndola del marasmo”.

“Cervantino y dariano, ato mi escritura con un nudo que nadie puede cortar ni desatar”, resumió. A la ceremonia de entrega del Cervantes también asistieron escritores como la brasileña y premio Príncipe de Asturias, Nélida Piñón, la española Rosa Montero o la poeta nicaragüense Gioconda Belli.

Al ganar el Cervantes, dotado con 125.000 euros, Ramírez se une a otros escritores merecedores del “Nobel” de las letras hispanas, como Borges, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Nicanor Parra o Elena Poniatowska. (I)  

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