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El Telégrafo
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La falta de políticas culturales embarga a la danza local

En Guayaquil proliferan las academias de danza y estas llegan hasta 200, la mayoría ofrece la enseñanza sin docentes académicos profesionales.
En Guayaquil proliferan las academias de danza y estas llegan hasta 200, la mayoría ofrece la enseñanza sin docentes académicos profesionales.
Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
28 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Para la realeza europea, la danza alguna vez fue concebida como una diversión decorativa de las óperas antes de la segunda década del siglo XVIII. Pero fue el coreógrafo y bailarín Jean Georges Noverre quien rompió este esquema con sus teorías, llevándola a un nivel superior para que sea un arte de expresión.

Su nombre sigue siendo uno de los más significativos en la historia del ballet por darle un giro moderno a las coreografías, mediante acciones dramáticas que revelen la naturalidad y puedan conmover al espectador con un juego teatral.

Justamente el Día Internacional de la Danza -que se celebrará mañana- honra sus reformas en la fecha de su nacimiento, decreto establecido por la Unesco desde 1982.

Casi 200 años después la danza sigue evolucionando con la multiplicación de géneros enmarcados en lo popular, moderno, contemporáneo, el folclore y, ahora, el baile urbano que prevalece en subculturas.

En ciudades como Guayaquil, el  desarrollo de las artes dancísticas ha tomado otro camino masificándolas como negocio y no como una disciplina –con las respectivas metodologías–.

Por ello, cuatro representantes del gremio en la urbe abordaron los factores sociales y culturales que condicionan esta carrera.

Factores negativos del gremio
La falta de políticas y presupuesto para la danza, la multiplicación de academias sin docentes especializados, el escaso número de productores de bailarines profesionales y la cultura de estudiantes que no se profesionalizan –sino que se estancan en la docencia– son parte de los temas que preocupan.

“Hay una proliferación de academias en donde mezclan todo tipo de género y, al final, tenemos un producto bastante versátil pero que no tiene la calidad deseada para el género, por ejemplo, en el  caso de la danza clásica”, manifiesta Patricia Moreno, directora de la Unidad de Danza de Ballet de la Casa de la Cultura del Guayas, enfocada en la enseñanza de danza clásica, contemporánea y con énfasis en la folclórica.

Este último género es de interés de la entidad porque refleja la cultura de la Costa practicando bailes como el “Alza que te han visto”, “La iguana”, o de la Sierra con el sanjuanito, entre otros. 

“Este año vamos a dictar talleres con el instructor Wilman Ordóñez, un estudioso del folclore con más de 12 libros escritos, y con quien queremos preparar algo que tenga que ver con la cultura montuvia así como los chápulos o montoneros”, adelanta Moreno, quien cree que la danza con identidad nacional debería ser exportada mucho más que la clásica  que compite en otros países.

Reconoce que entre las pocas academias de la ciudad, especializadas en metodologías de escuelas clásicas están Pam Danza Teatro con la técnica inglesa, Cuballet con el método cubano y la academia de la extinta Anita Weisner, quien inculcó a sus estudiantes la escuela rusa. 

Valora los espectáculos que ha visto como los de Broadway en Nueva York o de grupos folclóricos en Cartagena,  que la han invitado a reflexionar que de acuerdo al nivel de producción que se ve uno se imagina la cultura y educación del país, lo que sugiere fomentar.

Novatos en el rol del docente
Freddy Rivadeneira, director de la Academia Dancers, recuerda cuando participó en el reality Bailando por un sueño (2006) y luego en Fama o Drama (2008) le solicitaron una lista de especialistas recomendados para que al igual que él, sean los próximos jueces.

“Ahora está de jurado quienes ellos quieren, pero sobre todo que sean polémicos. Muchos de estos ‘famosos’ son personas sin conocimientos de danza”, sostiene el bailarín quien estudió 10 años en el Broadway Dance Center y demás compañías internacionales.

“Otro problema es que en Guayaquil a los padres de familia les meten gato por liebre, les dicen ‘yo soy bailarín’ porque los ven que  medio hacen su movimiento sexy o tienen el pelo pintado y dicen ‘ahí voy a poner a mi hija’ y resulta que el profesor les grita y  trata mal y eso no es así porque el conocimiento de la danza es otro, tienen que saber enseñar”, sostiene Rivadeneira, quien invita a sus clases demostrativas para reconocer las técnicas que  enseña en su academia como la de Balanchine, Vaganova, Cecchetti y otras.

Jéssica Abouganim, directora de la Academia En-Avant, coincide con esta opinión. “La idea con la que llegan los padres de familia está fuera de lo que es en realidad. Vienen porque ‘mi hija saque buen cuerpo o  esté flaquita’ o yo qué sé, y no es la idea del entrenamiento en realidad”, cuenta la docente panameña, quien reside hace siete años en la ciudad.

De acuerdo a su experiencia, piensa que la oferta en danza académica que incluye la clásica y la contemporánea está más ligada a las presentaciones de fin de curso de cada academia.

“Los bailarines se forman por todo lo largo de su crecimiento en la infancia y adolescencia y luego se gradúan del colegio ¿y qué hacen cada uno con esto? Porque no tienen un lugar  o empresa que los contrate (...) entonces esto lo que ha llevado a empujar al fenómeno de la migración del bailarín”, sostiene la directora, quien sugiere seguir proyectos de compañías de ballet como las de Lima o Santiago, que siendo municipales permiten al danzarín proyectarse como profesional y no dedicarse solo a la enseñanza.

José Miguel Salem, director de Escuelas Danzas Jazz, comparte con Abouganim este aspecto negativo que embarga a las nuevas generaciones.

“Una de las cosas que condicionan la danza a nivel profesional es que las escuelas y academias  se dedican a trabajar con el alumnado a un punto académico súper elemental (...) Aquí no hay creadores ni semilleros de bailarines profesionales”, sentencia Salem, quien asegura que no existen gestores culturales o productores que se arriesguen a hacer espectáculos dancísticos como un ballet o cuerpo folclórico netamente del Municipio que permita difundir la danza.

Concuerda, incluso, con aquello de la falta de políticas gubernamentales que no han logrado otorgar una identidad local: “La Municipalidad debería tener su  propia compañía de danza, o de ballet como las grandes ciudades del mundo y aparte de que los gobiernos deberían, por ejemplo, ayudar en la empresa privada a que  aporten para la cultura,  como auspicios, que sea devengado del impuesto a la renta como en otras partes del mundo”, recomienda el bailarín. (I)  

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